Freya
Dublín, Irlanda
Había comenzado a llover a cántaros, arruinando el plan de Magna sobre una entrada gloriosa y triunfal. Solo tenía dos opciones en ese momento, seguir embarrando sus botas de fango o precipitar las cosas y abrir un portal justo en la entrada del palacete, a expensas de ser descubierta.El Sol todavía se empecinaba en no salir, y el frío viento más las gotas heladas le causaban escalofríos de altas magnitudes.
Paró en seco, ofuscada por su estupidez al no idear un plan B a tiempo. Se resignó a abrir el portal, haciendo memoria del recibidor del palacete, sin mucho resultado. Tenía tanto en su cabeza que era difícil concentrarse. Intentó recordar entonces el jardín, la puerta principal y los enormes muros que lo resguardaban del bosque.
Fue a chasquear los dedos, ya ubicada en dónde debía abrirlo, cuando un sonido estridente de un disparo le hizo abrir los ojos. Comenzó a notar varios hombres entre la maleza de alrededor del sendero, armados, apuntando en su dirección. Agarró con rapidez la daga en el interior de su bota, apretándola fuertemente en su mano, a la expectativa de los movimientos de aquellos inoportunos.
«Tuvo que haber sido ella…», pensó.
Era muy poco probable que los Souls la hayan visto adentrarse al sendero, mucho menos a esas horas. Tenía que haber sido esa traidora, quien le debió informar a Abdala del plan. Viane y Sansa iban a tener mucho trabajo si todo salía bien, cuando descubrieran de lo que era capaz Ohanna, al punto de traicionar no solo a una supuesta amiga, sino a su propia familia.
—¡Quédese quieta si no quiere morir por un hueco en el cráneo! —gritó uno de los hombres para hacerse escuchar por encima del ruido de la lluvia.
Ella alzó los brazos, aún aguantando la daga. Giró su cuerpo lentamente en dirección a aquel quien le hizo la amenaza, concentrando de a poco su energía, creando un flujo acumulativo en las yemas de sus dedos, que comenzó a quemarle por su fuerza. Quedando cara a cara con él, ladeó la cabeza, riéndose en su cara.
El hombre afirmó el agarre de su pistola, quitándole el seguro, cuando Magna chasqueó los dedos, haciendo que, tan rápido que la vista apenas pudo captarlo, un portal se abrió detrás de él, mientras otros más pequeños comenzaron a aparecer uno a uno en distintos puntos cercanos, tumbando al resto de enemigos.
Magna entró de espaldas a uno de ellos, sin parar de reír ante la adrenalina, saltando de portal en portal para confundir y atacar a cada uno de ellos, desde el frente, el aire o cualquier lugar imprevisto, resguardada por la oscuridad y la densidad del torrencial que estaba cayendo.
Su última víctima fue el impertinente que la amenazó, estampándole el mango de la daga en su atlas, primera vértebra cervical, dejándole inconsciente y posiblemente sin la posibilidad de volver a mover un músculo en su vida.
No estaba en momentos de controlarse, era todo o nada para llegar a su objetivo.
Cerró siete de los ocho portales que había abierto, buscando aquel que dejó listo para cruzar hasta la puerta principal. Caminó a pasos agigantados al verlo, aumentando su velocidad y saltando al mismo, justo en el preciso momento en que otro disparo sonó, y el asfixiante escozor de una bala rasgando su piel, le hizo caer de bruces al otro lado.
—¡Joderrrr! —exclamó luego de despegar su cara del suelo enfangado—. Tenía que haberlo matado.
Se limpió el rostro con su antebrazo, agarrando su cabello empapado y sucio para hacerse un moño, sujetándolo con una liga que siempre llevaba consigo en su muñeca.
Quitó una de las vendas de sus brazos, vio la herida de baja centímetros más arriba de su tobillo, a mitad de los gemelos, la cual no había atravesado demasiado como para causarle daño en algún nervio o arteria.
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DESCENSO (FINALIZADA).
FantasySiempre han existido dos realidades paralelas; dos mundos que convergen sin tener noción uno del otro desde el inicio de los tiempos. Solo pocos seres, que componen las siete familias fundadoras, han tenido el privilegio de comunicarse unas con las...