Capítulo 15.

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Freya.
Brisbane, Australia
 
 
Nada como un buen wiski para liberar tensiones. Debía mantener la mente despejada; ya la cuenta regresiva se estaba aproximando, y todo había salido completamente mal con anterioridad.

Conrado había fallado estrepitosamente, incluso con todo el respaldo que la segunda familia le brindó. Para colmo, Oshanta se encontraba fuera de su alcance nuevamente, y esta vez estaba en las manos de Corinthya el peso de eliminar a Magna Lahen.

Él estaba seguro que en cualquier momento ella aparecería, ya se había tardado demasiado en dar señales de vida.

Dejó la bebida a un lado y se levantó de su asiento, apretando el control remoto de las cortinas que dividían su lujoso apartamento en el piso ocho de un hotel que la familia controlaba, del resto de la gran ciudad. Estas se cerraron de par el par, dándole a la habitación aquel toque relajado de poca luminosidad, mientras los acordes de una suave melodía instrumental inundaban el espacio entre aquellas cuatro paredes.

Comenzó a quitarse la camisa, caminando lentamente hasta el baño. Lavó su rostro con cuidado, agarró una pomada del tocador y comenzó a untarla por su cuello, hombros y rostro. Miró su reflejo en el espejo, delimitando cada cicatriz y queloide con las yemas de sus dedos al untar la pomada, recordando la horrible sensación de agujas entrando y saliendo de su piel. Así era como se sentía pasar al otro mundo.
Había sido un precio justo a pagar, del cual no se arrepentía, pero igual no podía dejar de pensar que las cosas no tenían que ser así de todas formas.

Oshanta había sido demasiado egoísta al crear a Freya como un mundo espejo de la Tierra, y no permitir a sus hijos pasar al otro lado ni tener completa comunicación.

Y él no era más que un portador cualquiera, que terminó flechado por los encantos de otra portadora al atravesar el portal. Estaba sufriendo las consecuencias.

De seguro entre las familias, muchos otros portadores sufrían de igual manera o en igual medida. Había coincidido varias veces con una, Ohanna Mandelo, que llevaba más dolor y secretos encima de lo que podía aparentar. Todo por culpa de Magna Lahen y del “creador”.

Las familias guardaban muchos rencores entre sí, ya que sus mismos líderes no eran perfectos. Un claro ejemplo era Kallab, su líder, quien era poco más que un vago vividor, capaz de dajar un día todas sus obligaciones a cargo de Bronthe, para desprenderse de una vez de ser quien era, y vivir lo que consideraba su “normalidad”.

Kallab había dejado en sus manos el legado de toda la familia, y el peso de cada decisión. Si ese incompetente no hubiese sedido su puesto, Bronthe no hubiese podido actuar a voluntad en lo concerniente al asesinato de Magna.

Y, al mismo tiempo, ¿por qué esa carga era tan difícil de llevar?

Por otro lado estaba Raphaelo, el viejo portador de los Lahen, y Gahel, el humano insensato que tenían de marioneta para sustituir a Magna. La avaricia era un arma corrosiva para los humanos comunes, que no entendían el peligro que conllevaba al llegarse a extremos. Ellos habían caído en su propia trampa, usurpando un trono que no les correspondía, y pronto la furia de todas las familias se desataría contra ellos.

Toda Freya les caería encima a los Lahen, y la sangre derramada no sería fácil de ser evitada. Un duro golpe para la historia, que marcaría el inicio de una nueva era, justo el día destinado.

Él evitaría el resurgir de Oshanta, y se encargaría personalmente de modificar la historia de los líderes y familiares. El dios egoísta iba a pagar por todo, no sin antes doblegarse a cambiar lo que debía ser cambiado.

Sin embargo, eran los cambios los que aún no estaba claros. Algunos pedían justicia, otros solo una vida diferente…

Y Bronthe, ¿qué quería Bronthe?
 

DESCENSO (FINALIZADA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora