Capítulo 18.

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Tierra
Múnich, Alemania
 
 
—No tengo ningún plan, cariño —le aclaró Magna a Detroyd—. Solo quiero estar a salvo y relajada las putas 72 horas que quedan hasta el descenso. Cuando vuelva a Freya ya se me ocurrirá algo.

—¿Por qué tienes que ser tan impulsiva? —preguntó Deux.

—Coincido —dijo Detroyd, aún recostado en la puerta de la habitación.

—¡¿Por qué esto, por qué lo otro?! —exclamó ella, agarrando decibeles a su nivel de molestia—. Dejen de compararme o de querer cambiarme. Llevo años huyendo del peligro como para no saber qué hago.

—Pero lo sabes, ¿no? —Deux enfatizó la pregunta, mirándola de forma inquisitiva y detallada.

—Magna, esto es serio. —Detroyd caminó hacia ella.

—Pues… —pensó por un momento, sintiéndose agobiada de pronto—. ¡Ay ya! Que sepas que me acabas de quitar la calentura— señaló a Deux—. Y tú, argentino, hoy te ves horrible con ese traje. El blanco te pega nada.

Y se marchó, aparentemente enfadada, dejando a ambos hombres en shock por su repentino cambio de humor.

Ya era algo definitivo: esa mujer estaba loca.

Caminó con paso fuerte, maldiciendo por lo bajo, sin notar que aún se encontraba semidesnuda, en tanga y con una diminuta blusa de tirantes. Por suerte la residencia estaba vacía desde hace ya unos años, y solo la usaban las visitas de los Therres.

Se decidió por bajar las escaleras entonces, para ir a la cocina a por algo de comer. No lo hacía notar, pero la resaca que tenía era horrible.

Abrió el gran refri al llegar, maldiciendo otra vez por no traer un poco más de ropa, cuando el frío le chocó en el abdomen y hombros descubiertos. Tardó un poco en escoger alimento alguno, hasta que dio con un pedazo de tarta de chocolate y avellanas al fondo.

—Bendito seas, manjar del cielo. Y bendita yo por este cuerpito que me dieron.

Comenzó a comer, sin plato ni cubiertos, degustando aquella torta como si no hubiese un mañana. Y es que no lo había, dentro de unas horas se iría a Freya, aunque les haya dicho lo contrario a Deux y Detroyd.

En realidad, no había de otra, sí tenía un plan y ellos no formaban parte de él. Necesitaba primero hacer un viaje hasta la sede de la 5ta familia, los Yards, y de alguna forma entablar conversación con Corinthya. Era la forma más rápida de llegar a Bonthe para poder tener a los Tords de su bando de una buena vez.

Ya no había nada qué perder. Oshanta no se encontraba en su interior, por ende, no había motivo para matarla.

Terminó su comida y se quedó ahí sentada, repasando todo. Llegó a un punto en que terminó cruzando los brazos sobre la encimera y ocultado su rostro entre ellos, rendida por la sensación de aflicción que le entró al recordar a su familia. No entendía como Raphaelo y Gahel habían podido hacerle eso, y con qué propósito.

Era cierto que siempre estuvo destinada a ser ella, por algo era la líder central y con el don más conveniente. Pero no quería, nunca quiso esa responsabilidad. Eran sus miedos a que todo saliera mal, y al final fue abruptamente sometida contra voluntad.

La traición…

Un sentimiento que conocía bien. No solo la vivió una vez, sino dos. Y de hacer memoria y pensar un poco, estaba a punto de suceder una tercera vez por parte de alguien a quien quería demasiado, pero que nunca se preocupó en entender.

¡Cuán mala había sido! Ahora caía en la cuenta. Solo estaba en ella la responsabilidad de arreglar el desastre, aún si debía volver a ser el sacrificio perfecto.

DESCENSO (FINALIZADA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora