Amity Blight la dejó a solas en la cocina. Se quedó sentada examinando el cuarto. Las ollas para cocinar y los platos se encontraban en la alacena. El fregadero era muy viejo, estaba desportillado; algunas partes estaban oxidadas, tenía un solo tubo corto para desaguar y el agua caía en un cubo para desechos colocado debajo. No había bomba. En lugar de ello, una manija en forma de cazo sobresalía de un cubo de agua de esmalte blanco. El piso estaba cubierto con un linóleo viejo y resquebrajado. Parecía como si alguien había llegado a desprender el yeso viejo, dejando al descubierto las tablillas de madera. Era sorprende que un cuarto tan desvencijado como éste pudiera oler tan bien.
Luz miró el pan y se obligó a permanecer sentada y esperar.
Cuando Amity regresó a la cocina, ella se levantó de la silla.
-No te levantes. Descansa mientras preparo algo.
Se dejó caer sobre el asiento mientras ella colocaba más leña en la estufa y ponía a calentar una marmita tapada. Se movía de manera desgarbada, colocando una mano sobre el vientre redondo cuando se inclinaba o se estiraba para alcanzar algo. Luz se preguntó si de verdad estaría loca, o si ella también habría perdido la razón. Ya era malo tomar como 'esposa' a una completa desconocida, pero esto resultaba peor si, además, estaba embarazada. ¿Qué sabía ella acerca de mujeres embarazadas? Hacía tanto que no estaba con una y siempre fue en el ámbito sexual.
-Probablemente te sienta mejor si te refrescas –le señaló con la mano-. Ahí está la palangana.
Luz lanzó una mirada anhelante a la jofaina, al jabón, la toalla blanca y el paño para lavarse que colgaban de unos clavos enfrente del fregadero. Pero, de acuerdo con su manera habitual de actuar, no se movió ni respondió.
Después de un minuto Amity preguntó:
-¿Qué sucede?
-Nada, señora -no se acostumbraba todavía a la libertad, no podía creer que estaba libre por completo. Sentía como si todo lo que quisiera alcanzar fuera a serle arrebatado. En la prisión aprendías pronto a no dar las cosas por sentado, ni siquiera las más elementales comodidades a las que un ser humano podía aspirar. En esta casa, el jabón y el agua eran de Amity. No era posible que la mujer comprendiera lo que significaba para Luz el poder refrescarse.
-¿Y bien? -le preguntó Amity con impaciencia-. ¡Adelante!
Se puso de pie y se dirigió con cautela hacia la palangana, la toalla blanca y limpia y el paño para lavarse. ¡Todo estaba tan blanco! En la prisión, los paños eran verde rojizo y olían a moho.
Después de llenar la jofaina con agua fría, Amity retiró la marmita de la estufa y entibió el agua.
Luz apoyó las palmas contra el fondo de la palangana y se inclinó hacia adelante con la cabeza baja. Así permaneció por unos momentos, con los brazos rígidos, paralizada. ¿Qué demonios hacía? Amity la miró a hurtadillas. Tenía los ojos cerrados, los labios abiertos. Por fin se echó agua a la cara y se estremeció un poco. ¡Dios todo misericordioso! De manera que eso era. Comprenderla la abrumó y la compasión inundó su alma.
-¿Hace cuánto tiempo que no te lavabas con agua caliente?
-Hace cinco años -hundió el rostro en la toalla. Olía a jabón hecho en casa. Luz se tomó su tiempo para disfrutarlo.
-¿Quieres decir que el agua de la prisión está fría?
Luz colgó la toalla sin responder. Para ella el agua había estado fría durante toda su vida, en los arroyos, en los lagos y en los abrevaderos para caballos.
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LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL AMOR -LUMITY ADAPTACIÓN-
RomanceAmity Blight. En la ciudad la llamaban "la viuda loca". Pero Amity no era ajena a las burlas de sus semejantes, había sido una forastera durante toda su vida y crecido en un viejo caserón bajo la estricta guía de sus fanáticos abuelos. Ahora estaba...