Amity empezó con el trabajo de parto cerca del mediodía del cuatro de diciembre. Había tenido un fuerte dolor en la espalda durante toda la mañana y al mediodía sintió las dos primeras contracciones bien definidas, con un intervalo de quince minutos. La segunda estuvo tan fuerte que se vio obligada a apoyarse en el respaldo de una silla. Se quedó sin aliento durante casi un minuto. Cuando se le pasó, se enderezó con torpeza y caminó con lentitud hasta la sala.
Luz estaba sentada, con las piernas cruzadas en el piso, trabajando en el nuevo baño. Había tirado una parte de la pared de la sala para poner una puerta y también dividió una sección al final del porche. Con su primer sueldo, había comprado orgullosamente unos muebles de segunda mano para el baño.
Amity se apoyó contra el marco de la puerta.
-Hey, tú -la saludó amigablemente.
-Hola, cariño.
Amity rió.
-Adivina qué.
-¿Qué?
-Ya está la comida. Y adivina algo más.
-No sé.
-Ya empezó el parto.
-¡Amy! -se levantó de un salto-. No deberías estar de pie.
-Está bien. Estoy en el intervalo entre las contracciones.
-¿Estás segura? Quiero decir, apenas estamos a cuatro de diciembre.
-Te dije que iba a ser en diciembre, ¿no es verdad?
-Claro, pero... Bueno -frunció el entrecejo-. Creí que iba a tener tiempo para terminar el baño antes de que llegara el bebé.
-Es gracioso, pero los bebés no esperan a que todo esté listo. Escucha, tengo preparadas algunas cosas, así que me ayudarías mucho si les sirves la comida a los niños y a ti misma.
Luz estaba hecha un manojo de nervios. Aunque no era demasiado divertido para Amy, no pudo evitar sonreír abiertamente. Luz sentó a los niños a la mesa, les sirvió la comida y se apresuró a ir a la recámara, donde la ayudó a poner sábanas limpias en la cama, luego corrió a la cocina por los niños y los acostó para su siesta. Una vez que terminó, calentó el agua para que Amy pudiera tomar un baño de esponja.
Amity le indicó todo lo que tenía que hacer y siguió las instrucciones paso a paso, dando vueltas de un lado a otro, temerosa de que algo pudiera suceder mientras no se encontraba a su lado. Cuando llevó el agua a la recámara, la encontró sacando ropa limpia de bebé del cajón del tocador: una diminuta pijama de franela, una manta para recibir el producto, una camiseta, un pañal y, finalmente, el chal rosal con diseños de concha que Amity había tejido.
Su sonrisa era tan serena, tan libre de temores, que en cierta medida la hizo tranquilizarse.
-No sé por qué, pero presiento que esta vez va a ser una niña-comentó.
-Me gustaría -Luz colocó la palangana sobre el piso y se fijó en Amity, mientras ella sacaba la canasta de ropa limpia, la vació y la preparó con un cojinete blanco, seguido de una sábana ahulada y otra de algodón.
-Estoy contesta de que estés aquí, Luz.
-También yo.
Eso no era estrictamente verdad. Luz hubiera preferido buscar al doctor, pero era demasiado tarde para discutirlo. Amity veía en su rostro lo difícil que le resultaba mantener la compostura en una situación tan ajena para ella y la amó por ese esfuerzo valiente. Se acercó y le acarició la mano.
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LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL AMOR -LUMITY ADAPTACIÓN-
RomansaAmity Blight. En la ciudad la llamaban "la viuda loca". Pero Amity no era ajena a las burlas de sus semejantes, había sido una forastera durante toda su vida y crecido en un viejo caserón bajo la estricta guía de sus fanáticos abuelos. Ahora estaba...