Se despidieron bajo el madroño. Alador bajó la cuesta con una rodilla en el carretón. Edric iba en su patineta. Luz y Amity los seguían. Luz llevaba sus pocas pertenencias en una bolsa de papel marrón y Amity cargaba en brazos a Lucie N.
Cuando se detuvieron debajo de las frondosas ramas, la muñeca de Luz descansó en el hombro de Amity. En lugar de verla, miró de soslayo al cielo.
-Bueno, está haciendo un buen tiempo. No hay una sola nube.
Entonces, sin mirarla, Luz colocó una rodilla en el suelo y puso su bolsa en el carretón de madera.
-Ven aquí, Alador. Tú también, Edric –les dijo Luz-. Obedezcan a mamá, ¿está bien? Cuento con que van a ser buenos chicos.
Los asintieron en forma solemne; tenían conciencia de que la partida de Luz era importante, aunque eran demasiado pequeños para entender por qué.
Besó a Alador.
-Adiós, vaquero.
-Adiós, mami Luz.
-Adiós, pequeñín -otra boca suave, otro abrazo suave.
-Adiós, mami Lu.
Luz los estrechó a ambos, con los ojos cerrados.
-Los amo, pequeños bribones... muchísimo.
-Nosotros también te queremos, Lu.
Rápidamente se puso de pie, temerosa de lo que podría suceder si no lo hacía y estiró la mano para acariciar a su pequeña Lucie. Ella la miró entre las mantas, por debajo de su gorrita tejida en casa.
-Voy a regresar, Lucie N., cosita linda -trató de que la despedida fuera breve porque le resultaba muy dolorosa. Frotó la nariz de la pequeña y le dio un beso-. Ven aquí, Alador, carga a tu hermana en el carretón, hijo.
Cuando acomodaron a Lucie en el regazo de su hermano, Luz se dio vuelta hacia Amity y la tomó de las manos. La mujer lloraba en silencio. No se escuchaban sollozos, sólo se veían las lágrimas que escurrían por sus mejillas pálidas.
-Ten listos los membrillos, porque nunca se sabe cuándo volveré a cruzar este patio, hambrienta como el primer día que llegué aquí.
Aunque las lágrimas continuaban fluyendo a raudales, Amity levantó la barbilla y fingió una actitud de fastidio.
-Siempre fuiste una tonta, tú y esa boca tuya tan... -no pudo terminar la frase, apareció un nudo en su garganta.
Las lágrimas que había podido reprimir hasta entonces no pudieron ocultarse más. Centellaron en sus párpados cuando Luz y Amy se fundieron en un abrazo febril y posesivo.
-Vuelve a mí, Luz. ¿Me oyes?
-Lo haré, ojos dorados. Te lo prometo.
Ella se mordió los labios y la atrajó hacia sí.
-Te amo tanto –las lágrimas la ahogaban.
-Yo también te amo, Amy.
Se besaron, abrazadas. Las lágrimas corrían por sus rostros, mientras, en alguna parte, un tren se acercaba a Whitney para llevarse a Luz. Apartó a su esposa de sus brazos casi a la fuerza y le ordenó titubeante.
-Ve por Lucie N. y los niños. Quiero que todos ustedes se sienten bajo el madroño. Quiero verlos ahí cuando doble el camino. Adiós, hijos. Pórtense bien.
Recogió la bolsa de papel marrón y observó a Amity mientras iba por la bebé. En ese momento giró, antes de que Amity se incorporara, y se dirigió al camino de entrada, parpadeando para aclarar la vista. Cuando alcanzó la curva, respiró, se impulsó y la imagen que vio le quedó impresa en el corazón.
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LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL AMOR -LUMITY ADAPTACIÓN-
RomanceAmity Blight. En la ciudad la llamaban "la viuda loca". Pero Amity no era ajena a las burlas de sus semejantes, había sido una forastera durante toda su vida y crecido en un viejo caserón bajo la estricta guía de sus fanáticos abuelos. Ahora estaba...