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Nicky D'Angelo

Para ser virgen, Katrina chupaba penes como una profesional experimentada. Era suave y firme al mismo tiempo, deslizando en su boca la cabeza, succionando unos centímetros para sacarla de nuevo. Podría haber disparado mi carga sobre su mano y en su garganta y lo haría más tarde, si todo iba bien, pero quería que mi primer orgasmo fuera dentro de ella. Nunca había tenido un orgasmo de cuatrocientos mil dólares y esperaba que fuera espectacular.

Me soltó la polla el tiempo suficiente para dejarme subir a la bañera. Se inclinó hacia atrás, con las piernas abiertas y sus hermosas tetas a la vista. Me arrodillé delante de ella y la besé en los labios, luego dejé que mi lengua siguiera un rastro por su cuello, hasta sus pezones que estaban esperando.

Cuando agarré con los labios el derecho, oí su jadeo. Sabía que los labios de ningún hombre la habían tocado en aquel pezón. Sentí una conexión entre nosotros que parecía fortalecerse cada vez más. Mis manos se acercaron para amasar sus pechos, mientras los lamía, chupando uno y luego de vuelta al otro.

Ella puso las manos alrededor de mi cuello y gimió en mi oído. Sumergí las mías en el agua y acaricié su estómago plano hasta su húmedo montículo. Podía sentir la humedad caliente que brotaba de ella incluso bajo el agua caliente. Presioné los labios contra los suyos y probé su boca con la lengua, mientras las puntas de mis dedos tocaban su coño por primera vez. Saltó un poco, luego se echó a reír y me chupó la lengua para impulsarme hacia adelante.

Me rozó el miembro con la mano y lo bombeó, mientras mis dedos exploraban sus pliegues, deslizándose de arriba a abajo desde su culo hasta su clítoris hasta que deslicé uno en su vagina y lo giré.

—Oh... joder —gimió, arqueando la espalda. —Creo que me estoy... oh... Dios...

Sonreí mientras la veía cerrar los ojos y morderse el labio. Se estaba corriendo por primera vez porque un hombre la estaba tocando. Ordeñaba mi polla con la mano cada vez más rápido, empujé el dedo hasta el nudillo y la follé con él. Ella se apretó contra mí, su mano sin dejar de masturbarme y su coño apresando mi dedo.

—Oh Dios mío —suspiró, respirando con fuerza. Tiró de mi pene hacia ella—. Fóllame, Nicky. Fóllame y haz que me corra de nuevo.

—Será un placer —dije con una sonrisa. Me acerqué y guie mi polla hacia su vagina. Presioné la cabeza hacia la abertura y me agarré con las manos en los bordes de la bañera—. ¿Estás lista? —Se mordió el labio e hizo un gesto con la cabeza—. Relájate y déjame hacerlo —añadí, observando su cara por si notaba cualquier signo de dolor, mientras me deslizaba en su interior. Sentí que las paredes de su coño se expandían para agarrar mi pene como si lo apretaran con mil dedos diminutos. Tuve que concentrarme para no correrme enseguida. La besé en la boca y deslicé los labios hacia su oreja—. Toma aire y déjalo salir muy despacio.

Mientras obedecía, moví las caderas hacia delante. Podía sentir la cabeza de mi polla contra su velo. Cuando cerró los ojos y frunció los labios para respirar, la penetré, rasgando el velo y forzando a mi polla a pasar. Ella jadeó y cerró los ojos. Una sola lágrima salió de su ojo y bajó por su mejilla. La besé.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Abrió los ojos y sonrió.

—Ahora lo estoy.

Empecé a besarla mientras mis caderas se movían de un lado a otro, mi erección dura y firme, forzando su camino dentro de ella. Su coño se notaba increíble, exprimiéndome, tan apretado, tan húmedo, tan caliente. No pasó mucho hasta que sentí el orgasmo que llevaba tiempo amenazando, y empezó a disparar sin poderlo evitar.

—Joder... me estoy corriendo, Katrina. —Apreté los dientes y aceleré las acometidas dentro de ella, deslizándome tan fuerte que la bañera parecía tambalearse debajo de nosotros. La miré a los ojos. Ella sonreía con la boca abierta.

—Me estoy... corriendo... también...

Entramos en erupción juntos, yo llenándola con mi semilla lechosa y ella derramando sus jugos vírgenes sobre mí, como un mar caliente que llega a la orilla.

Nos movimos juntos al llegar, hasta que nos quedamos quietos.

—Ha sido increíble —reconocí. Mi mejilla presionada contra la suya mientras ambos tratábamos de recuperar el aliento.

—Increíble —repitió ella, mordisqueándome la oreja—. Piensa, tenemos todo el fin de semana para hacerlo de nuevo.

—Otra vez, otra vez y otra vez —observé, al tiempo que sacaba mi polla de ella y me tumbaba de espaldas, al otro lado de la bañera. Encontré su pie bajo el agua, lo levanté y lo sostuve contra mi barbilla. Entonces, sonreí de forma juguetona—. Estos podrían ser los mejores cuatrocientos mil dólares que he gastado en mi vida.

Ella sonrió.

—Prometo darte lo que has pagado.

Presioné mis labios contra su dedo gordo y suspiré.

—No esperaba menos.

SUBASTADA [Autora MIA FORD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora