Katrina Denovan
Nunca había estado en el club de caballeros de Gino, ni en ningún antro de striptease. No sabía nada sobre el lugar aparte de lo que Bethany me había dicho. Ella había trabajado allí unos meses y se estaba tirando al hijo del dueño, un tipo llamado Tony. Nunca me había dicho su apellido y nunca me interesó lo suficiente como para preguntarle.
Tomé un taxi y entré por la puerta principal con el maletín en la mano derecha. Bethany estaba trabajando, sirviendo bebidas a mesas llenas de hombres ruidosos. Cuando levantó la vista y me vio de pie cerca de la entrada, parpadeó como si pensara que su imaginación le jugaba una mala pasada.
Vino a mí con sus tetas desnudas rebotando y una bandeja redonda de bebidas entre sus manos. Llevaba un tanga, tacones altos y nada más. La miré cuando me saludó, pero luego dejé que mis ojos siguieran alrededor de la habitación, buscando al hombre que había venido a conocer. El lugar estaba oscuro, pero no tan oscuro como para no ver quién estaba allí.
—Jesús, Kat, ¿qué haces aquí? —Bethany presionó la bandeja contra sus pechos como si tratara de esconderlos de mí—. ¿Pasa algo malo? ¿Ha pasado algo?
—Tu amigo Tony —pedí con calma, y seguí revisando la habitación—. ¿Cuál es su apellido?
Ella frunció el ceño y parpadeó.
—D'Angelo. ¿Por qué? —Me miró con recelo.
—¿Está aquí?
—Sí, está en la zona VIP, como siempre. —Se puso delante de mí, obligándome a mirarla a los ojos—. Kat, ¿qué coño está pasando?
—Llévame con él —dije—. Tengo algo que darle.
—Kat, en serio, qué demonios...
—Llévame con él ahora, Bethany —exigí con la fuerza suficiente para hacerla parpadear.
Me miró un momento, como si estuviera confusa, luego se dio la vuelta y comenzó a abrirse paso a través del club.
Yo la seguí de cerca.
No conocía a Tony D'Angelo, no sabía que ya lo había visto. Cuando lo vi, sentado en la cabina, con los brazos alrededor de los hombros de dos bailarinas desnudas, apretando sus tetas mientras rozaba sus cuellos con la nariz, lo reconocí inmediatamente de la subasta.
Era el hombre que estaba de pie junto a Nicky, el tipo que parecía un personaje de Los Sopranos. Era el primo que Nicky mencionó. Y el hombre que había golpeado a mi padre y amenazado nuestras vidas.
Había otro hombre sentado a su lado. El cabeza de músculo con el que lo había visto en la subasta. Estaba al final de la mesa con los codos sobre las rodillas, rascándose despreocupadamente los nudillos, como resultado de golpear a mi padre una y otra vez en la cara con los puños.
—Uh, Tony, esta es mi amiga, Katrina —anunció Bethany, haciéndose a un lado cuando llegamos a la mesa.
La pobre no tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero no había tiempo para explicarlo. El cabeza de músculo me miró y se puso de pie como si pensara que tenía que ponerse entre su jefe y yo. Tony D'Angelo sonrió y luego apartó los brazos de las chicas.
—Señoritas, salgan de aquí. —Las empujó fuera de la cabina. Me miró fijamente mientras hablaba—. Bethany, otra ronda para la mesa. Y trae a tu amiga, Kat, algo. Parece que le vendrá bien un trago.
—¿Quieres algo? —preguntó ella en voz baja. Se volvió de espaldas a la mesa y susurró—. No sé qué está pasando, pero ten cuidado. No debes meterte con él.