Aire, tierra, agua y fuego son los 4 elementos naturales que rigen la Tierra, mis poderes me permitían controlarlos a mi antojo, además de ello, tenía otras habilidades por una variante del suero del súper soldado, eso era lo que creía, tenía total...
- ¿Así estoy bien para conocer al Dios de la Muerte en persona? – preguntó Steve vistiendo totalmente de negro, reí ligeramente.
- Te dije que te vistieras como siempre, pero aprecio el esfuerzo – dije mientras me aplicaba un poco de brillo labial, yo llevaba una falta corta azul con un body de manga larga, un pequeño, un par de botines negros, con un par de aretes plateados con negro y un cárdigan gris.
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- No todos los días conoces a Hades – reí y le di un beso.
- Luce bien, Capitán, todo saldrá bien, a él no le importa que no seas un ya sabes.
- Un dios como tú.
- Exacto – dije sonriéndole.
- ¿Estás segura de que me seguirás amando por más que luzca como un abuelo? – reí.
- Pero si ya tienes la edad suficiente como para ser hasta mi bisabuelo, además luces demasiado bien para tener más de un siglo de vida y ese trasero en su punto – ahora él rio – dejemos de pensar en el pasado o futuro, Steve, solo disfrutemos el ahora, la vida es un regalo y quiero aprovecharla contigo.
- Yo también quiero eso, preciosa – le sonreí.
- Entonces, andando, solo no vayas sótano, al perro de mi abuelo, no le gustan las visitas.
- ¿Tiene un perro?
- Sí, ya sabes Cerbero, un perro muy muy grande de tres cabezas.
- Preciosa ¿dónde estamos metiéndonos? – dijo con cara de asustado, reí y abrí el portal.
- Estamos yendo al Inframundo – le extendí mi mano para que la tomara, lo hizo.
- Bueno contigo voy a donde sea – entremos al portal donde fuimos recibidos por Perséfone, Makaria y Melinoe, ellas estaban emocionadas de por fin conocer a Steve en persona, nos guiaron donde mi abuelo.
- Ahí estás – dijo abriendo los brazos para que me acercara a abrazarlo, lo hice.
- Abuelo, te quiero presentar a Steve – él se acercó a mi abuelo, sabía que por dentro estaba nervioso, pero no lo denotaba en el exterior, estrecharon las manos.
- Mucho gusto, Steve, ya sabes que, si vuelves hacer llorar a mi nieta, haré que juegues con Cerbero.
- Abuelo – lo reproché.
- No se preocupe – respondió Steve – señor.
- Señor del Inframundo – le dijo mi abuelo.
- Señor del Inframundo, no quiero jugar con su can o una nube negra sobre mi cabeza, además no son necesarias las amenazas porque yo estoy perdidamente enamorado de su nieta, la amaré toda mi vida.