Epílogo

428 41 24
                                    

Mire una vez más a esa niña dulce y tierna, sus ojos me recordaban tanto a mí precioso Omega. Comenzaba a despertar, hace poco que había amanecido dormía en mi pecho y su madre dormía sobre mi brazo, ambos tan parecidos en su forma desordenada de dormir, mi blusa estaba mojada de tanto que había babeado mi pequeña sobre mi y mi brazo ni hablar. Su pequeño cuerpecito se removía sobre mi, me miraba tan tierno y balbuceaba cosas sin sentido, había pasado exactamente un año, un precioso año siendo padre de esta hermosa cachorrita.

-Buenos días Jacky, feliz cumpleaños por cierto-.

Tome su pequeño cuerpo entre mis manos y con delicadeza me levanté de la cama, comprobé y Gustabo dormía como un bebé. Me dirigí al pequeño balcón, mi pequeña sostenía mi barbilla con sus manitas, bese su frente y ella me sonrió, sus pequeños deditos jugueteaban con mi nariz, la amaba tanto, no quería soltarla jamás.

-Que linda eres, cuando crezcas solo papá podrá llenarte de apapachos y si algún anormal quiere hablar contigo, me dirás para hablar civilizadamente con el-.

Ella reía mientras juntaba mi rostro con el de ella, bese sus mejillitas y no pude evitar reír junto con ella, hace tiempo que no sentía tanta paz, la felicidad de tener una familia había vuelto, mi razón de vivir y disfrutar la vida, era está hermosa bebé y el Omega más precioso que he visto, mi más preciado amor, Gustabo.

-Joder, ambos si que se parecen. No puedo dormir con su ruido-. Gustabo apareció totalmente adormilado, bostezando como de costumbre. Desprendiendo su exquisito olor a vainilla.

-Al fin has despertado, me sorprende tu imprudencia, Horacio llegará por la tarde y tú aún no estas listo-.

-Eso es verdad, a ti no se te escapa ninguna abuelo, ahora dame a mi hija-.

-Ella está bien aquí conmigo, ¿verdad que sí, Jacky?-. Reía ante mis palabras y se acurrucaba en mi pecho, con esto se podía saber a quién prefería.

-Ahora entiendo porque llora cuando está conmigo, en fin, iré a preparar el desayuno-. Gustabo salió de la habitación, me causaba gracia aquellas palabras.

-Debes amar a Gustabo, tanto como yo a ti, el te ama y no debes llorar al estar con el-.

Se que no entendía mis palabras, pero ambos, amábamos a Gustabo con intensidad. La lleve dentro de la habitación y la recoste para poder envolverla en una mantita de patitos, debería dejar de consentirla, pues normalmente duerme con nosotros y no se separa de nosotros, en especial de mi. La lleve en brazos hacia la cocina, Gustabo había preparado el desayuno y los tres, disfrutamos de la calidad mañana. Mis ojos estaban puestos en esas dos personas, mis únicos motivos de mis sonrisas.

El Conway de antes se había ido por completo, aquella vez que lastime a Gustabo, fue mi mayor error, pero el haber cambiado por el, fue el mejor acto que pude hacer, vivimos desgracias, tristezas y temores, pero la vida nos ha sonreído de nuevo, Gustabo sonreía sinceramente, no había vuelto a llorar, ni a sentir dolor en su pecho, nuestras heridas habían sanado, las malas experiencias trajeron consigo, nuevas virtudes. Al fin de todo, jamás fuimos destinados, no necesitamos de una marca para saber que ambos, nos pertenecíamos.

Gustabo

Un desayuno en familia, sentados en una mesa, con comida recién echa, bajo un techo y sobre todo feliz. Quién lo hubiera imaginado, hace tiempo desayunaba tan solo un pedazo de pan, en un cuarto de hotel sucio, sobre un viejo colchón, fingiendo una sonrisa ante mi hermano, al fin sonrió nuevamente, pero con total sinceridad, Conway me miraba y podía ver en sus ojos el amor que ambos nos teníamos, mi pequeña cumplía un año, el mejor año de mi vida. Los omegas pasamos por una vida llena de desgracias, sobrevivir es indispensable, nunca sabes cuándo los Alfas estarán en caza. Mi Alfa es un tipo arrogante y sobreprotector, pero cada acción a hecho que me enamorara de el, pudo haber sido un hijo de puta en el pasado, pero verlo tan alegre con mi hija en brazos y sentir su cuerpo abrazarme por las noches frías, me hizo darme cuenta que ambos sufríamos y ahora, ambos compartimos la misma alegría.

-Sí sigues mimando tanto a Jacky, acabará siendo igual de arrogante que tú, ¡dejadla la ya viejo!-. Hable al ver que había abierto la papilla favorita de mi hija, era realmente dulce y a ella le encantaba comerla.

-Deja de llamarme viejo, anormal, si ella quiere comerlo está bien, hoy es su cumpleaños y puede comerlo, ¿no es así mi pequeña Jacky?-.

Conway, había sido un mafioso temido por países, un hombre brillante en los negocios, escurridizo y frió. Y ahora, todas las mañanas en los domingos, usaba un delantal rosa con adornos florales, cargando a su pequeña hija en brazos, alimentando a la pequeña Jacky con un biberón, hablaba como idiota solo para ella y a veces solamente podía dormir con su hija al lado.

-Joder que envidia-.

-¿Por qué lo dices?-.

-Jacky recibe toda tu atención ahora, deja algo para mí anciano-.

-Eso no es verdad, porque mejor no vas y la cambias-.

-¿¡Por qué yo tengo que cambiarle el pañal!?-.

Tome a mi hija en brazos, no me molestaba, de hecho al fin podía tener un momento a solas con ella, poder abrazarla y llenarla de mimos, mi pequeña merecía todo mi amor. La lleve a la habitación, arregle su ropa y le di una ducha, su tío llegaría en cualquier momento, hace meses que no lo veía, pues vivíamos tan lejos, Segismundo también estaría de visita y pasaría las vacaciones con nosotros, todo era magnífico. Termine de arreglar a mi cachorrita y unos brazos rodearon mi cintura.

-Esta noche puedo darte toda la atención que mereces-. Hablo con su voz gruesa y escalofríos recorrieron mi cuerpo.

-Podría dejar a Horacio y Segismundo al cuidado de Jacky y ambos podríamos irnos a algún lugar, para pasarla solos-.

-¡De ninguna manera, dejaré que esos anormales cuiden de ella!-.

-Entonces tendrás que esperar ha que se vayan-.

-Gustabo eres un anormal, ¿lo sabías no es así?-.

-Lo repites siempre-.

-Te amo, a pasado el tiempo y no me canso de recordártelo, por favor jamás me abandones, me complementas tanto, no me imagino sin ti, ahora comprendo lo mucho que te necesito-. Sus palabras derretían mi corazón, me miraba a los ojos y tomaba mi mano con fuerza.

-Eres tan cursi, pero puedo acostumbrarme a estas palabras por siempre, una marca jamás significó nada para mí, tu significas todo para mí, tus labios, tu delicioso aroma a vino, tu cuerpo, tus palabras, siempre seré tuyo, aún si no somos destinados, se que estamos echos el uno para el otro-. Nuestros labios se juntaron, lo amaba demasiado.

Me ha ayudado tanto, he logrado recuperar la felicidad que tanto había deseado, solo faltaba una cosa o más bien, una persona. El timbre sonó...

-¡Ese debe ser Horacio!-. Corrí como loco hasta llegar a la puerta y una preciosa cresta azul se hizo presente.

-¡Gustabo!-.

-¡Horacio!-.

Mí familia, estaba completa, finalmente.

Fin



































































Remin

Tuyo 2 (Intenabo) FINALIZADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora