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Cuarenta y siete días, han pasado cuarenta siete días y John y yo seguimos en esta pequeña apuesta.
Es así como he terminado en la búsqueda de obsequios para la dinámica de la escuela.
—Sigo pensando que es una tontería. Digo, imagínate que des un buen regalo y que por una u otra razón la otra persona no haga lo mismo.
—Ese es el riesgo, pero animate. Todos tenemos un poco de espíritu navideño —señalo a Tim que pelea contra una montaña de guirnaldas. —Ten cuidado con eso, si rompes algo no lo pagaré —advierto.
—Como sea.
—Eh chicos quieren ayudarme.
—¡Santo cielo!, te dije que dejaras de jugar con esas cosas, mirate la cabeza, está toda brillosa y tienes escarcha en las chaqueta.
—Cielos, debería pedir una nueva este año —comenta sacudiéndose el hombro.
—Buen intento, dudo mucho que mamá te compre una nueva cuando esa apenas tiene el mes.
—¡Hey!, quién dijo algo de mamá. Yo estaba hablando de Santa.
—Ya no eres un niño como para dejar cartita en el arbolito.
Comenzamos a caminar hacia la caja registradora.
—Pues yo todavía creo en el viejo panzón —dice, ¿tú no?
—Camina por tu culpa ese anciano ya se nos adelantó en la fila —anuncia John a mi lado, todavía falta una semana para navidad y aunque no lo crean las cosas se agotan rápido, los juguetes, en ocasiones los adornos, incluso pienso que a veces suben el costo de algunos artículos y ¡ah! no hablemos de la comida. Supongo que es esa parte, mi parte favorita. Donde nos sentamos en la misma habitación frente a una mesa para atiborrarse de un delicioso pavo o cuete al horno como en los últimos años he disfrutado en compañía de mi familia.
—Tienes razón, ese señor debe tener como ochenta años y es más rápido que nosotros.
—Baja la voz que te va a oír.
Por otra parte no puedo decir lo mismo de John, desde que se acaba noviembre suele tener un aire bastante amargado, resulta un tanto odioso tener que verlo con su cara de huele mierda en la época más bonita del año, La Navidad.
—Bien, los espero afuera —manifiesta pasando de lado junto al chico que empaca nuestras cosas.
—Ve a descansar Ron has estado aquí toda la mañana, llama a Thomas —. En cuanto escuchó el nombre rezó internamente porque no sea la persona en la que estoy pensando, y entonces me habla.
—Jan, que sorpresa no sabía que andabas por aquí.
—Mm, lo mismo digo.
Si, he estado algo distante desde que me dijo que su supuesto intercambio solamente se trataba de una mentira para infiltrarse entre mi círculo de amigos y descubrir si mentía respecto al escándalo que ocasionó mi situación en la escuela.
—Son $ 33.69 —dice la señorita que nos ha atendido tan amablemente que con esa sonrisa y ese gorro navideño no me atrevo a decirle que solo cuento con treinta dolares.
—¿Está segura?, podría pasarlo de nuevo.
—¿Qué cosa?
—Em, todo —respondo con timidez y Tim se lleva una mano a la cabeza.
—Creí que traías demás, no lo justo.
—Pues saca tus cosas y será justo —respondo entredientes.
Thomas ha terminado de empaquetar los artículos y evidentemente se da cuenta de la situación y no solo se debe a que estamos retrasando a toda la fila.
—Quieren darse prisa.
—Descuida ya vamos.
—Oye Jan, si no te molesta podría ayudar y completarlo.
—No, no solo llevaré menos cosas.
—Yo insisto —replica el buen Tommy.
—Y yo también, saca tus cosas Timothy.
—Pero, pero Jan.
—Hazlo —ordeno apretando los dientes.
—Está bien —suspira con decepción sacando las cosas de la bolsa.
Para olvidarme del mal sabor de boca que me ha dejado la compra de obsequios en el supermercado les propongo a los chicos que vayamos a casa y veamos un maratón de películas navideñas mientras preparo chocolate caliente.
—Yo paso.
—Mierda amigo, siempre tienes que ser el maldito Grinch en estas épocas verdad.
Volviendo a la poca emoción que John comparte con nosotros en estas fechas, se debe a que sus padres se separaron durante una navidad cuando era niño. Su madre, Sarah desapareció del radar y hasta la fecha nunca ha mencionado si sabe algo de ella y tampoco la mujer ha mostrado algún indicio de vida. Por otra parte el señor Connor a quien John desprecia con toda el alma, suele acoplarse a la petición de su único hijo y es que para ellos la navidad se ha vuelto como cualquier otro día del año, demasiado simple e insignificante.
—Pues si te molesta entonces no me hables.
—Ves lo que provocas —le doy un leve puñetazo a mi consanguíneo.
—John, oye espérame.
—Jan no quiero amargarles estos días, se qué son especiales para ti y para Tim y honestamente tampoco quiero ser parte de ellos.
—Es que ese es el problema, deberías pasar las fiestas con nosotros —me mira perplejo.
—¿Es broma?, siempre me dices que me aleje y ahora me pides que me quede en tu casa.
—Cuando te pido que te vayas es porque ni tú ni Tim hacen caso a mis demandas sobre bajar la música de su radio —río, vamos será divertido.
Lo prometo.
—No sé Jan.
Aprovecho que mi hermano está acariciando el cachorro de una mujer para acercarme hasta su mejilla y plantar un inocente beso.
—A este punto esta más que claro que gané tu tonto juego. Es por eso que rechazo tu dinero del cajero robado y a cambio te pido que me acompañes en esta navidad. ¿Aceptas? —extiendo mi mano con emoción y las esperanzas de que diga que sí.
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NO RULES © NUEVA VERSIÓN
Teen FictionCuando Jan se da cuenta de que nada ni nadie es como ella pensaba comienza a replantearse que fue lo que hizo mal, en que punto su vida se salió de control. ¿Cuál fue el detonador? ©Todos los derechos reservados. No se aceptan copias ni adaptaciones.