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—¿Por qué estás tan molesto? —Hace frío, tengo los dedos entumecidos y a pesar de ir corriendo casi tras de él, John no se digna a verme. —¡Te estoy hablando!.

Parece que he sido bastante obvia pues apenas terminó la dinámica salí a buscarlo. John no se detiene ni camina más despacio, mientras que a mí se me corta la respiración por ir en contra del frío que hace.

—¡Oye!, ¿no crees que al menos merezco una explicación?

—¿Explicación? —se gira desconcertado. —¿Qué?, ¿crees que me molesta verte abrazar al idiota que te mintió? —suelta. No es excusa para que pueda darse el lujo de ignorarme.

Desvió la mirada y sus ojos me reclaman.

—No, creo que te comportas como un idiota. Como siempre lo haces, como sueles hacerlo, no respetas ni la maldita época navideña...

—¡Quizá es porque no me gusta!. Okay, me da igual si es Navidad, Halloween, mí cumpleaños. Verás, ¡no me importa Jan!. No me importa, lo sabes y has querido obligarme a hacer cosas desde que empezó diciembre.

—Yo no te obligué a nada, pudiste negarte a todas esas cosas si tan malas crees que eran.

—Pues lo son, deja de tratarme como si fuera un cachorrito abandonado.

—Yo nunca te di un trato especial solo fui buena.

—¡No lo seas!, a ¿dónde nos lleva hoy Jean?. ¿Un mediocre intercambio de regalos?, ¿cantar villancicos con los vecinos?. Yo paso —sentenció.

Mis orejas frías comenzaron a arder, de pronto el inmenso abrigo que traía puesto me llenó de desesperación, ansías, coraje. Pude haberme puesto sentimental en ese momento pero fui lo bastante clara.

—¡Piérdete John!

Él rodó los ojos fastidiado y yo opté por dar media vuelta y comenzar a caminar a casa. John tiene un talento único para cabrearme, es peor que lidiar con mi hermano y no debería de darle tanta importancia ya que me ha dejado claro que no quiere nada de mi parte.

Aún con la mirada cristalizada levanto la vista de mis botas de invierno para mirar el camino y no tomar otro sendero. Lo último que quiero es perderme en cuanto empiece a nevar. Ya debería estar en casa, no es como si la tormenta se tentará el corazón e hiciese una excepción para mí solo porque es víspera de navidad. Mil veces prefiero estar echada en el sofá con la frazada que me regaló la abuela hace dos años, eso a estar cubierta bajo capas y capas de nieve.

Cuando llegué a casa fue inevitable que mi hermano no notara mi cara larga.

—Jan, ¿todo bien?.

Me dejo caer sobre el sillón y arrojo el regalo de Thomas por un costado.

—Seh... —entierro mis manos en el rostro y solo pienso en lo teeeeerca que fui hasta el punto de fastidiarlo todo.

—Creí que John estaría contigo.

—John no vendrá.

—¿Qué?. ¿Por qué?

—Siendo honesta creo que no tengo ni la mitad de esa respuesta.

—Carajo, ¿ahora que hiciste?

—¿Qué hice yo?, Tim no hice otra cosa más que tratarlo bien y él simplemente cree que puede darse la vuelta sin decir adiós en el momento que le plazca —. Eso fue literalmente lo que hizo.

—Eso no es justo.

—Claro que no.

—Pero tampoco podemos forzarlo a que le guste, es mi amigo y tu también eres su amiga aunque a veces te fastidie, le importas y no quiere perderte, le importas Jan y no quiere hacerte daño, es solo que estas fiestas son algo... complicadas —replica —.

—Como sea, yo me rindo.

—Pues yo no, no voy a abandonar a mi amigo cuando mas me necesita.

—Por favor Tim no seas tan dramático.

—Es que no lo entiendes Jan, John no es el maldito Grinch de la navidad pero esta claro que la fecha le pone a pensar y tu sabes porque —replica dando media vuelta.

—Por Dios ¿a dónde vas?

—¿A dónde crees?, ¡a buscar a mi amigo!

—¡Tim!

—¿Por tantos gritos?, los escucho perfectamente desde que bajamos del auto.

Mamá y papá acaban de entrar a la casa justo en el momento perfecto.

—Es Tim, se aproxima una tormenta y el quiere salir a buscar a John.

—¡Yo no abandonaré a mi amigo!

—Pues es tu problema yo que...

—¡Basta!, callense los dos.

Mis padres intercambian miradas y luego se dirigen a mi hermano.

—¿Sabes donde puede estar?

—Claro.

—Okay, por qué no tu padre y tú no van a buscar a John en lo que Jan y yo comenzamos a preparar la cena.

—Mamá, ¿que rayos?.

—Gracias mamá.

Mi hermano la abraza y luego a mi papá, para después salir por la puerta y comenzar su búsqueda antes de que comience la tormenta.

Cuando nos quedamos solas no soy capaz de evitar el silencio y termino preguntando:

—¿Por qué tanta insistencia en ayudar a John?, digo yo lo intenté casi todo el mes y hoy me mandó al demonio.

—Jan —me regaña—, ese chico no tiene a nadie más que a su padre y él está demasiado esta trabajando, no es asunto nuestro pero tampoco debemos darle la espalda a los que nos necesitan.

—¿Y si ellos no quieren nuestra ayuda?

—En el fondo están pidiendo auxilio —contesta.

—Claro.

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NO RULES  © NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora