XXI - 21

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El día que todo se fue a la mierda empezó igual que todos los días del último mes.

Bueno en verdad no, pero me gustan las mentiras, así que es divertido distorsionar lo que pasó a mí gusto. Si al menos hubiera empezado con normalidad, el dolor hubiera sido menor.

O tal vez no. Tal vez empezara como empezara hubiera sido inútil al final.

Como cuando una vida nace o otra llega a su final, hay acontecimientos que son simplemente inevitables e impredecibles.

Imagina las plumas de un ángel ardiendo en fuego de llamas negras. Algunos considerarían esta una imagen terrorífica, otros encantadora. Al fin y al cabo la vida consiste de puntos de vista, ¿No es así?

Como decía, el día que todo se fue a la mierda comenzó mal. No empezó con dos personas abrazadas en la cama, con besos que decían 'Buenos días', ni con ningún rastro del amor del que parecía existir hasta hacía no tanto.

Haremos esto más interesante. No sé si quién lea esto sepa quién soy yo, y por qué sé todo lo que sucedió en aquella época, puesto que no revelaré mi identidad hasta el final. Tal vez solo la conozcan los protagonistas de esta historia hasta que yo la revele.

Pero para hacerlo más interesante, yo que conozco la versión entera, empezaré contando la historia de lo que sucedió el día que todo se fue a la mierda, desde la vista de Han Jisung.

El castaño de diecisiete años se levantó aquel día, solo, en una cama que no le pertenecía pero una habitación que sí. La campana que marcaba el inicio del desayuno fue su despertador, no unas palabras bonitas, una caricia y mucho menos un beso, no, una alarma.

Hacía dos semanas todo estaba perfecto. ¿Que había cambiado? Aquella cita podría considerarse que había sido uno de los mejores días de su vida. Amaba la sensación de calidez que la simple presencia de Lee Minho le causaba.

Ya lo había admitido al fin. Se lo había admitido a si mismo y a nadie más, ya que le parecía como un secreto personal que debía guardar con amor y cuidado chino si este fuera a dañarse.

Le gustaba Minho. Demasiado.

Y es precisamente por aquello, que este momento es más amargo todavía. Pero no adelantemos acontecimientos.

Después de despertarse solo, Jisung no tuvo más opción que realizar su rutina de mañana. Al fin y al cabo tenía una clase que atender. Aunque por primera vez en su vida escolar, consideró seriamente no asistir a clase. Pero sus motivos no eran suficientes para aquello.

Mientras el agua fría caía por su cuerpo, los recuerdos del deterioro de su vida de las dos últimas semanas le perseguía.

Todo comenzó cuando unos días después de la cita con Minho, este le informó de que debía regresar a casa de sus padres durante una semana a petición de estos. Jisung insistió en que quería saber el motivo de aquella repentina vista a sus padres, pero Minho le dijo que no debía preocuparse y le silenció con un beso en los labios y propició varias caricias en sus mejillas.

Jisung le hizo caso, y pese que iba a echar de menos al mayor durante aquella semana, este le había prometido compensarlo cuando volviera.

Pero esa no fue la primera, ni la última promesa que se rompió.

Ya no era un secreto prácticamente para nadie del instituto que él y Minho tenían una relación extraña.

Minho no era una persona de contenerse. Este literalmente besaba a Jisung en mitad de los pasillos cada vez que le veía. Le iba a buscar a la biblioteca cuando acababa de estudiar. Caminaban todos los días a clase cogidos de la mano. No eran cosas que pasaran desapercibidas ante las miradas curiosas de los demás adolescentes, sobre todo dada la popularidad de Minho.

ʙᴀᴅ ᴀɴɢᴇʟ (ᴍɪɴꜱᴜɴɢ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora