XXIII - 23

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¿Habría funcionado?

Ese era el único pensamiento plausible que recorría su cabeza mientras lágrimas incesables brotaban de sus ojos, dejando estos de un color rojo carmín que no reflejaba ninoor asomo lo fatal que se sentía en aquellos momentos. Su labio inferior temblaba mientras sus brazos se dedicaban a abrazar desesperadamente sus piernas, como si esto fuera a cambiar en lo más mínimo lo que acababa de hacer.

Cierto peluche en forma de ardilla se encontraba estrujado contra su pecho mientras lloraba sentado en su cama con las piernas en el pecho, y su corazón destrozado justo junto a él.

Bajó la cabeza, escondiendo esta de cualquier fuente de luz que pudiera colarse en su visión. Se sentía terrible, sabía lo que había hecho en aquel momento, sabía cuánto la había cagado. Y sabía que no había vuelta atrás en sus acciones.

Sabía que esas dos últimas semanas ya la había cagado a diario, pero aquella fue la gota que colmó el vaso.

Sabía lo que sus acciones harían, sabía cuánto destrozarían a la otra persona y que no sólo sería el dolor de la puñalada traicionera que él le estaba clavando por la espalda, sinó que también hundiría su reputación socialmente ya que no podría ir libremente por los pasillos sin que le dijeran ningún comentario despectivo o cotillearan sobre esa persona.

Poner el calcetín en la puerta era un plan tan perfecto... Todo ser humano que sea mayor que un adolescente conocer el significado de ese gesto, ya que representa que alguien está manteniendo relaciones sexuales con otra persona e indica que otras personas no entren por este motivo a dicha habitación. Entonces sabía que es lo primero que pasaría por la cabeza de el pobre chico inocente al que iba dirigido aquel plan una vez viera la estúpida prenda de ropa en la puerta...

Revolviendo su cabello azabache el cuál ya estaba revuelto por completo, se preguntó en qué momento su vida se había ido tan a la mierda como para decidir hacer daño a propósito a la persona que amaba y que representaba el rayo de luz en su vida llena de sombras y oscuridad.

Había que estar muy enfermo o ser muy idiota para hacer aquello.

Sin embargo ahí estaba él, llorando por lo que le había hecho a la única persona que además de su mejor amigo lograba hacerle sonreír genuinamente.

Minho se preguntó en qué momento su vida tocó tal profundidad de hondo como para hacer aquella idiotez.

La última conversación que tuvo con Jisung antes de ejecutar su plan se reproducía en su cabeza sin cesar.

El como ambos recordaban todos los instantes que pasaron juntos como algo especial le estaba doliendo en demasía.

Y es que sabía que su plan era infalible gracias a eso, y se odiaba por ser tan psicópata de planear todo aquello.

La pantalla de su móvil se encendió y no le hizo falta más que levantar la cabeza y leer las primeras palabras del mensaje para saber que lo que más se temía había pasado.

Que su plan había funcionado.

Y el mensaje era Hyunjin confirmándole la efectividad de este.

Bajó la cabeza, el móvil continuava iluminándose y parpadeando indicando nuevos mensajes y notificaciones, pero no se molestó en contestar ninguno, ya que sabía que sería el idiota de su mejor amigo preocupándose por él una vez más.

El estaba perfectamente, ¿No lo véis?

Claro que es difícil mentir cuando tienes los ojos súper rojos e inchados y tus glóbulos oculares son incapaces de dejar de emitir lágrimas que se desplazan por sus mejillas y terminan por caer a la cama o a sus rodillas.

ʙᴀᴅ ᴀɴɢᴇʟ (ᴍɪɴꜱᴜɴɢ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora