Capítulo 11 - Jugar con fuego

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《Nos salvamos juntos
O nos hundimos separados.》

Juan Rulfo

Erick Colón

Un día nublado, un día en el que me gustaría estar en mi cama propia, en mi casa.
Me gusta haber venido aquí, pero si todo se hubiese tornado distinto, sino estuviera que esquivar a Pimentel, si pudiera ser más libre y más niño, el no preocuparme por temas amorosos.

8:00 de la mañana, salgo a tomar aire fresco, muy necesario. Corre un viento, que me fascina, no hay sol pero no está frío. Puedes estar tranquilamente con una camiseta y una sudadera arriba, no muy abrigada.

Voy a la cocina, tranquilamente ya que a esta hora, todavía la gente duerme, ya que ayer nos hemos acostado muy tarde, yo me he ido antes, a las dos de la mañana.

–Buenos días. –sonrío pero rápidamente lo dejo de hacer cuando veo quien está

–¡Buenos días! Erick, ¿verdad?

–Buenas. –saluda Joel mirándome

Me acerco a la barra y me siento unos cuatro asientos, lejos del anteriormente nombrado.

–Así es Karina, buena memoria.

–Imposible olvidar a un chico tan lindo. –sonríe– Y tan respetuoso.

Karina, tiene esa onda, es una mujer de unos 37 años, muy habladora, muy amigable. Es agradable.

–¡Gracias! –sonrío

–¿Qué quieres hoy?

–Jugo y frutas, nada más.

–Perfecto, ya te lo traigo.

Karina desaparece y en la sala queda un silencio, muy incómodo, me iría corriendo si no muriera de hambre.

–¿Cómo estás? –pregunta sin mirarme

¿No se atreves? ¿Qué cambiaría si lo hace?

–Qué más da. –respondo luego de unos segundos

–No seas así.

–¿Así cómo? ¿Un niño? Tengo 18 años no esperes mucho de mi.

–Erick.

–¿Qué? Sólo digo la verdad.

–¿Crees que para mí no es difícil?

–¡Creo que no te importa nada! –digo levantándome de mi asiento– Primero me alejas, luego te acercas, me tiras señales y al final, te alejas como un cobarde.

No espero respuesta suya porque me alejo bastante, no quiero escucharlo, no quiero escuchar más nada de lo que me tenga que decir.

Me siento en una mesa mirando para cualquier lado, menos para la barra.

Karina vuelve a los tres minutos, con el desayuno de Joel y el mío. Espero que él agarre su café y medialunas, al salir de la habitación me mira, pero yo lo esquivo.

–¡Gracias Karina!

–Espera, espera. ¿Qué pasó?

–¿De qué?

–Las paredes oyen, por lo cual no mantengan estas discusiones aquí, si no quieres que alguien del estudio se entere.

–¿Se escuchó?

–Si, la verdad se escucha todo. ¿Por qué será que demoré más de lo normal? –suelta una pequeña risa– Sabes que de mi, no saldrá ninguna palabra.

El Profesor  - JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora