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Arillo

Abracé la taza de té con mis dedos con más fuerza, haciendo que el calor dé una vez más esa embriagadora sensación agradable. El calor. El fuego.

Suspiré a la par en que me recargaba en el marco de la ventana de mi pequeño living y miraba con mis ojos el cielo nocturno; Los abrí bien. Me encanta adorar la noche. Todo es tan tranquilo y... gótico, si podría decirse.

—No mires con tanto deseo al cielo estoy justo a tu lado. —una pequeña sonrisa se dibujo en mis labios por su comentario estúpido y volteé a verle. Este imitó la sonrisa y se puso en frente mio, en el otro lado del marco de la ventana, mirandome con esos ojos atemorizantes pero dolidos.

—Me gusta la noche.

—¿Desde que yo aparecí todas las noches o cuándo?

—Mucho antes que tú, de eso estoy segura.

—Creo que tendré que buscar la forma de quemar el cielo... o tus ojos —me miró fijo.

Me quedé quieta. No sé si lo decía de verdad o qué, lo dijo tan serio que su tono..., decidí tomarlo en chiste y me reí, pero salio una risa nerviosa, delatandome.

—¿Te pongo nerviosa? —se burló.

—Tú no. Él asesino pirómano psicópata que está dentro de ti, sí.

—Ese soy yo —sonrió con arrogancia y orgullo.

Hubo un momento de silencio el cual decidi romper.

—¿Me hubieras asesinado?

—Sí.

—Quiero decir que ya lo sé, pero, ¿por que no ahora? estoy indefensa...

No hubo respusta.

Hasta despues de unos segundos.

—Si te lo digo, debería asesinarte y esta vez no es una broma.

Pasé saliva.

—De acuerdo, de acuerdo, no más preguntas. ya entendí.

—Aunque, supongo que debe ser como con Ibad.

—¿Soy un perro? —pregunté incrédula.

—Me diste lástima. Por eso no te he matado. He decidido jugar contigo..., y me gusta la elección que he hecho —ronroneo acercándose a mi cuello y hundiendo su nariz en este. Temblé.

—Creo que... deberías ir a darte un baño. Hueles a quemado.

—El hecho de que asesine pesonas y lo tomes de una forma tan natural o ni siquiera entres en pánico, no sé si es preocupante o increíble.

—Lo sé... ni yo me entiendo a veces. Supongo que es, como ya te he dicho una vez, que estoy acostumbrada a la muerte, verlos morir... es el ciclo de la vida.

—Yo soy la parca entonces.

—Una parca muy sucia.

Su mano empezó a darme calor en mi cintura al punto de quemarme y lo empujé dolida. Este rió con satisfacción.

—Aún no aprendes, burbujita...

Bebí de la taza, ignorándolo. Es un imbecil.

Otra curiosidad apareció en mi mente.

—Si yo me fuera... p-

—No. Voy a seguirte y encerrarte, __(tn). Que te quede claro eso. A la más mínima acción que intentes de escaparte de mi, vas a pagarlo. Y caro.

—Wow, que obsesivo.

—Te he hecho mía, te lo dje. Una vez que yo entré en ti, una vez que yo te he proclamado mía —caminó lentamente hacia mi, seduciendome con sus labios cuando pronunciaba esas palabaras—, no puedes escaparte. Eres y serás de mi propiedad.

Respiré agitada sintiendo su aliento tan cerca y su actitud tan dominante.

—¿Tú...?

—¿Quieres oírlo? bien. Mi mujer. Eres mi mujer, __(tn), no vas a irte sin mi.

Me preocupa lo tan seductor que encuentro esto. Porque la voz de mi razón en mi cabeza me dice: huye, es un enfermo. Esto es enfermo.
Pero la otra voz cae ante él y sus encantos. Vivo en un constante miedo y excitación con él a mi alrededor. Me gusta, pero me aterroriza.

Se alejó riendo internamente.

—Me pregunto que estoy haciendo de mi vida. Estando con una mujer como tú... doy asco...—preguntó y habló a si mismo en voz alta.— pero, no me desagrada del todo... tengo sexo gratis —volteó a verme con una pícara sonrisa la cual como respuesta, yo golpeé su hombro.

•••
¡hola y adiós!

Átropos || Dabi Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora