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Arillo

Mi cabeza, o mejor dicho, voz interna, dejó de leer el libro en el que estaba tan metida cuando oí pasos en mi apartamento. Levanté la vista, sin entrar en pánico, ya sabía de quien se trataba de todas formas sin siquiera preguntarle. Inspiré hondo.

—Miren quién se dignó a aparecer... ¿Que haces? Estaba muy tranquila y disfrutando de mi soledad por semanas, entonces ¿por qué apareces ahora?

No obtuve respuesta. Suspiré y junté ambas partes del libro, cerrandolo de un golpe y que provoque un ruido sordo pero seco. Me acomodé en el pequeño sofá y le clavé la mirada, esperando respuestas.

—¿Y?

—Mejor cállate la boca. No olvides a quien le perteneces.

Arqueé mis cejas, con disconformidad.

—¿Disculpa?

Él, por su parte, esbozó una sonrisa divertida. Pequeña, pero haciéndome sentir una idiota.

—¿Lo olvidas? En el momento en que yo entré en ti en esa cama, en el momento en que tú, te entregaste, fuiste y serás mía. Mi pertenencia.

Mis ojos pestañean, creyendo que lo que acabo de oír, fuera una ilusión.

Vaya, que egoísmo más... grande. Y narcisismo, ¿cierto?

—Creo que estas confundiendo los papeles, Dabi. Que hayamos tenido sexo, no significa qué sea tuya. ¿Te lo vuelvo a repetir? No eres importante así que, no creas que puedes ir y agarrar algo como si fuera tú maldita propiedad.

—¿Ha? Pero si lo gozaste en grande el otro día... y más cuando yo te decia qu-

—Cierra la boca. ¿A eso viniste?

—No. Vine a oír tu perdón por la otra vez.

—¿Mi qué? —reí incrédula—, Ah dios, te volviste loco. Digo, terminaste de volverte loco más de lo que ya estás —lo miré com burla. Este pareció molestarse y abrió su palma de la mano, encendiendo sus llamas azules e hipnotizantes. Eras bellisimas, pero no iban a juego con su dueño psicópata.

Antes de que incendie el lugar, o quiera amenazarme se encontraba encerrado en una de mis burbujas.

—¿Qué pasó? ¿La gatita volvió a sacar sus garras? —habló dentro de este, apoyando su peso en sus antebrazos.

—Nunca fui una sumisa, Dabi. Nunca. ¿Conoces a actrices? ¿Sabes lo que es actuar? Quise comprobar, si actuando de buena y sumisa, una pobre mujer bajo tu control, quizá, cambiarías, quizá, solo quizá, no fueras un hombre tan patético pero no, sigues siendo igual de miserable.

Dabi rió.

—Wow, estoy impactado por tu súper actuación, Arillo.

—Al fin y al cabo —me acerqué—, seguirás siendo un ser miserable hoy y para siempre, Touya.

Apretó su puño y tensó su mandíbula, me miró con odio.

—No te pases de la raya.

Lo miré a los ojos, desafiante.

—Seguiras siendo igual que ahora: patético.

Este sostuvo la mirada y luego, río. Largó una carcajada como nunca antes.

—¡Dios! ¡que emocionante es todo esto! ¡que espectáculo! —llevó una mano a la mitad de su cara y me miró— Me gusta mucho más esta mujer rebelde. Es más... excitante y difícil de dominar.

Hice una mueca de asco.

—Ahora —siguió—, "cariño" —dijo con burla y en sus ojos vi diversión total, ante todo esto— ¿por qué no dices todo completo? ¿Huh? Soy todo lo que dijiste, un ser patético y miserable —me miró. Pero ahora, profundizo su mirada, como si quisiera desmoronarme, desarmarme.— pero te gusta. Te gusto. Te gusta este ser... miserable —dijo esto último en un susurro.

Pasé saliva. Mi interior empezaba a calentarse. Mis emociones y reacciones, querían salir. Ser libres.

—Te gusta tanto este psicópata patético, que no puedes admitirlo, de tu boca nunca saldría ni aunque te estuviera quemando viva con mis llamas porque eres así de idiota. Pero tranquila, __(tn). Tú cuerpo, no miente y yo sé muy bien como interpretarlo.

Lo fulminé con la mirada y con mis manos, lo eché del apartamento, volando en la burbuja.

Su carcajada se oyó.

—¡¿Cómo en los viejos tiempos, hah?!

—Imbecil —solté.

•••
¡hola y adiós!

Pido perdón si hay faltas ortográficas, no me detuve a corregir.

Átropos || Dabi Y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora