12. Saber cuándo volver.

832 153 17
                                    

Si vas al pasado, algo importante es saber cuándo volver. No puedes simplemente quedarte para siempre y pensar que todo estará bien. Hay ciertas reglas que todos debemos seguir, si queremos que el mundo se mantenga tal y como es.

Una vez ves el pasado y te dices a ti mismo: «Esto es genial, quisiera quedarme para siempre». Ahí es cuando debes volver, pero claro, no estoy escribiendo este manual basándome en mis buenas decisiones previas, más bien en las malas— de las que, por cierto, me arrepiento muy poco, y si soy sincera, lo volvería a hacer —.

Estaba en lo alto de la torre de astronomía, entre los brazos de Hermione. Habían pasado cinco días desde esa cena que yo había planeado, y ella era cada vez más romántica y amorosa conmigo. Esa noche ella me había arrastrado hasta allí con un bolso lleno de mantas, que luego tiró al suelo y me obligó— y admito que yo tampoco puse mucha resistencia —a acostarme ahí con ella.

Tenía una manta azul cielo sobre nosotras, y ella me abrazaba mientras apoyaba su barbilla contra mi hombro y murmuraba nombres de constelaciones en mi oído.

—La constelación de Escorpio...

La escuchaba pero no la oía, ¿o se dice la oía pero no la escuchaba? De todas formas, el caso es que escuchaba— u oía —lo que decía, pero no lo entendía del todo, estaba más concentrada en su cálido aliento golpeando mi oreja.

Deseé quedarme ahí para siempre, con sus brazos a mi alrededor mientras ella susurraba nombres de constelaciones y explicaba su historia contra mi oreja.

Y ahí fue cuando incumplí mi propio consejo, pero en mi defensa, aún no había escrito esto y no era una experta viajera del tiempo— aún no lo soy, pero equis, somos chavos —. Y también en mi defensa está el hecho de que Hermione Granger me estaba susurrando cosas al oído, ¿quién diablos no quisiera quedarse para siempre de esa forma?

—A veces me gustaría que se vieran las estrellas desde mi habitación. —solté, interrumpiendo su animada charla sobre una historia que no recuerdo, sobre una constelación de la que no sé el nombre.

—Puedes venir a verlas en la mía cada vez que quieras—ofreció en voz baja, mientras una de sus manos dejaba mi costado para tomar mi mano izquierda y comenzar a acariciarla—. Ofrezco buena vista, compañía y la historia de cada constelación.

Solté una risa. No estaba interesada en la última, pero Hermione podía invitarme a su habitación a hablar de La Revolución de los Duendes, y yo iría, solo para verla y escucharla.

—Suena bien para mí—dije también en voz baja, volteando a verla, para encontrar su mirada atenta a mí y sus facciones enaltecidas a un lado por la escasa luz de la luna, y al otro lado oscuras e indistinguibles—. ¿Ya te dije lo bien que te ves hoy?

Ella sonrió y siguió acariciando mi mano.

En mi mente, me imaginaba cómo nos veíamos en tercera persona— sí, como en Minecraft —, y nos imaginaba en blanco y negro. Inmortalizadas en mi memoria para siempre, como esa película vieja a blanco y negro que tu abuelo pone y que siempre se queda en ti— agradezcan a esa comparación a Diana, mi amiga de Ravenclaw y mestiza, mi abuelo nunca pondría una película, demasiado muggle para un sangre pura clasista —. Y tenía una canción sonando de fondo mientras nos imaginaba, «Black and White»— no le digan a nadie de mi familia que escucho música de un cantante muggle, me matarían... o peor, me desheredarían —.

—Yo nunca le he dicho esto a alguien—comenzó a murmurar—, al menos no en el sentido romántico—seguía sonriendo—. Te quiero.

Se sintió como si el mundo pudiera acabarse en ese instante y no me importaría. Hermione me quería, y ustedes jamás podrán entender el sentimiento que venía con ello. Eran unas ganas de pararme y ponerme a saltar en un solo pie; de besarla; y de desmayarme. Todo al mismo tiempo.

Acerqué mi rostro al suyo, separé mi mano de la suya y la alcé a su rostro, acaricié su mejilla, manteniendo mis ojos fijos en los suyos.

—También te quiero. —susurré contra sus labios, ella terminó por acortar la distancia y me besó.

Presionó una de sus manos contra mi mejilla y la otra la puso en mi nuca, acercándome más a ella. Sus labios se movían lentamente sobre los míos, en ese momento me sentí querida. Hermione me besaba con suavidad y con cariño. Yo la quería más de lo que se debería querer a alguien de otro tiempo, aún lo hago.

Acaricié con mi pulgar su mejilla y seguí besándola, con la misma suavidad y el mismo cariño con el que ella lo hacía, queriendo hacerle saber mediante ese contacto, lo mucho que la quería, aunque llevara poco de conocerla.

Cuando nos separamos, fue lento, como si no quisiéramos y no lo hacíamos— al menos yo no quería —. Ella mantuvo su frente contra la mía y sonrió, entonces dejó un beso casto en mis labios antes de separarse del todo. Volvió a la posición que teníamos antes de decirnos que nos queríamos, me abrazó y recostó su barbilla contra mi hombro, entonces volví a sentir su aliento caliente contra mi oreja.

—La constelación de Sirio—separó su mano derecha de mi cuerpo y señaló al cielo estrellado—, su nombre viene de...

De nuevo, su explicación me pareció que eran simples palabras sin sentido, y me acomodé para poder dedicarme a mirar su perfil y sus ojos que reflejaban las estrellas del cielo negro. Ni siquiera todas las estrellas juntas podrían ser más impresionantes y hermosas que ella mientras sonreía y hablaba.

Esa noche deseé nunca irme, deseé quedarme para siempre bajo ese cielo estrellado, con su mano izquierda sobre mi costado, apretándome contra ella, con su voz en mis oídos.

Deseé quedarme para siempre con Hermione Granger.

La guía del viajero en el tiempo, por Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora