5. No hacer amistades.

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Draco y yo nos habíamos hecho realmente buenos amigos en los días próximos a mi llegada, ambos compartíamos muchas cosas, como nuestro amor por burlarnos por las desgracias ajenas, no negaré que lo extrañé cuando volví, fue como si hubiera dejado una parte de mí en el pasado.

Y aunque acercarme a Hermione Granger había sido mi objetivo principal, se había visto opacado por muchas cosas, como mi amistad con Draco; mi necesidad de memorizar todas las diferencias entre ese castillo y el de mi tiempo; y desmentir los rumores que habían comenzado unos compañeros de Slytherin, de que venía a seguir con la tradición de mi apellido y que quería matar a tantos muggles y nacidos muggles como pudiera.

Aquí es cuando les doy mi consejo: NO hagan amistades en el pasado, dolerá un montón cuando deban volver a su tiempo, confíen en mí. Nadie era como Draco en el futuro, duré tanto tiempo volteando a buscarlo solo para decirle bromas o burlarme de alguien, para encontrar solo un espacio vacío o a alguien totalmente diferente.

Pero dejando esa triste anécdota de lado, el castillo resultaba fascinante todo el tiempo, sin importar que llevara seis años futuros viviendo en él, todo era como si fuera una nueva estudiante de verdad, habían varios retratos que en el futuro no, estatuas que en mi vida había visto y pasadizos que nunca habría descubierto de no ser por Draco.

Las clases eran relativamente fáciles, en especial porqué no me importaba, sabía que no interesaba si sacaba mala nota o no, después de todo, eso no definiría mi futuro. En mi tiempo seguiría siendo yo, con las mismas notas y las mismas cosas de siempre, eso me entristecía y me alegraba al mismo tiempo.

Solo me paseaba por la biblioteca por ocio— y para ver a Hermione Granger, no les voy a mentir —. La biblioteca resultaba igual de polvosa y silenciosa que en el futuro, lo cual había sido una decepción, había esperado algo diferente, quizás que en ese tiempo los estantes estuvieran ubicados de manera diferente, pero no, todo era igual, incluso apostaba que había la misma cantidad de polvo en las mesas del fondo.

La primera vez que tuve contacto directo con Hermione, fue una tarde que ambas teníamos libre, la clase de Encantamientos la compartían Gryffindor y Slytherin, y ese día Flitwick había comido algo que le había caído mal. Había caminado encorvada hasta el fondo de la biblioteca, aburrida por no haberla visto en su lugar habitual, pero cuando llegué al fondo, ahí estaba, con su gran melena de cabello castaño y el resto de su rostro casi enterrado en el libro sobre la mesa.

Me detuve, pensando en que debía hacer, si debía acercarme o simplemente mirarla de lejos o quizás darme la vuelta y volver por dónde había venido, pero una queja suya llamó mi atención, así que me acerqué.

—La fecha se ve tan borrosa. —la escuché murmurar para sí misma, entonces arrastré la silla que estaba a su lado, el sonido la sobresaltó y me miró mal cuando me senté a su lado.

—La rebelión de los duendes—leí, entonces pensé en la fecha y sonreí cuando pude recordarla—, fue en mil seiscientos cincuenta.

Ella me miró con desconfianza, sus ojos marrones paseando por cada centímetro de mi cara, hasta que se detuvieron en mis ojos.

— ¿Cómo lo sabes?—terminó preguntando.

—Mi padre me hizo aprender esas cosas.

No entré en detalle sobre por qué lo recordaba, después de todo, un par de Crucios hacen que la gente recuerde las cosas.

—Gracias. —terminó susurrando, pero sabía que aún no confiaba del todo en mi respuesta, así que me quedé callada, mirándola mientras garabateba furiosamente en su pergamino.

— ¿La tarea de Historia de la Magia?—pregunté, con la esperanza de seguir la conversación. Ella asintió, entonces me quedé callada.

La miré seguir con su tarea, si estuvo incómoda o no por mi atención, no sabría decirlo, pero siguió hasta que terminó y una sonrisa satisfecha cursó su rostro, haciéndome querer sonreír también.

— ¿Sabes que hora es?—preguntó, dirigiéndose a mí, y sorprendiéndome, había pensado que se iría y me ignoraría.

—No, pero ya lo averiguamos—entonces saqué mi varita y apunté al aire—. Tiempus.

5:24

Volteé a verla, encontrándome con su mirada asombrada sobre los números rojos, que pronto se desvanecieron, pero nunca olvidaría sus facciones realzadas por la ligera luz roja que emitían. Ella volteó a verme, entonces preguntó:

— ¿Y ese hechizo? Jamás había escuchado de él.

Me contuve de maldecirme en voz alta. Había olvidado por completo que el Tiempus era algo moderno, de después del dos mil. Había mostrado algo del futuro frente a alguien del pasado, ¿por qué no también iba a buscar un SmartPhone y luego lo pasaba bajo sus narices?

—Lo inventé yo—mentí—. Me aburro constantemente y...

Su expresión se volvió a una de completa desaprobación.

—Todos los hechizos o encantamientos deben aprobar una prueba del Ministerio y...

—Lo lamento—me disculpé sin sentirlo, solo para callarla—. Está registrado en el Ministerio de India, pero no en el de aquí. Lo siento mucho.

Su expresión se suavizó, entonces miró mi corbata y alzó ambas cejas.

— ¿Estás segura de que perteneces a Slytherin?—preguntó—. Una serpiente disculpándose por algo que no es su culpa es extraño, en general, es extraño ver a una serpiente disculpándose por algo que es su culpa.

Reí. Tenía razón, era igual en cualquier momento del tiempo, en el pasado o en el futuro, no cambiaba nada. La mayoría de Slytherin seguían siendo iguales.

— ¿Tú estás segura de que perteneces a Gryffindor?—le devolví la pregunta—. Una leona hablando sin prejuicios con alguien de mi casa es bastante extraño.

Ella sonrió, y les juro, que su sonrisa es de las cosas más lindas que he visto, con sus dientes perfectamente alineados y sus dientes blancos, había leído en algún lugar que sus padres eran dentistas— arreglan los dientes de la gente muggle, investigué mucho para saber que eran —, así que supuse que ellos habían sido los responsables.

—Tienes un punto.—terminó admitiendo, sin dejar de sonreírme.

—Soy Pans...—me interrumpí, había estado a punto de darle mi verdadero nombre, lo que podría desencadenar un caos—. Soy Isabelle Shafiq. —me corregí a tiempo.

—Hermione Granger.

Ignoró mi desliz, y tomó mi mano que había estado pegada a mi cuerpo, y la apretó mientras la agitaba, su saludo me resultó extraño, pero reí y lo hice también.

—Qué saludo tan extraño. —dije, ella rio bajito y soltó mi mano, al instante lamenté la perdida de contacto y el haber estado tan concentrada en la extrañeza del saludo, en lugar de detallar cómo se sentía la piel de su palma contra la mía.

—Es algo muggle, a veces olvido que no saludan así aquí.

Sonreí y puse mis manos tras mi espalda.

—Es divertido.

Esa tarde, Hermione Granger se volvió ligeramente cercana a mí, y yo no podría haber sido más feliz.

La guía del viajero en el tiempo, por Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora