2. Llegar al lugar... digo, tiempo correcto.

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Aquí otra entrada de mi maravillosa guía para un viajero del tiempo, y, si no siguieron mi anterior consejo— o están a punto de incumplirlo —, este consejo será beneficioso para todos:

ASEGÚRENSE DE QUE VAN AL LUGAR... O TIEMPO, O CUANDO, O LO QUE SEA, CORRECTO.

Lo puse en mayúsculas y negritas para que lo tengan en cuenta, porqué es IMPORTANTE, de vital importancia, urgente.

En mi urgencia por no ser descubierta por nadie en el despacho de mi padre, coloqué una fecha realmente incorrecta, me pasé una buena cantidad de años de mi destino, pero en mi defensa colocar la fecha en ese reloj digital era complicado.

Sentí esa desconocida sensación de que volaba rápidamente hacia atrás, como si estuviera en reversa. Ese ere el caso con los giratiempos— o quizás ese giratiempo en especial, siendo sincera, no estoy interesada en descubrirlo —, una vez terminas de colocar la fecha o de dar las vueltas al reloj de arena, si hablamos de un giratiempo clásico, inmediatamente eres transportado hacia cuando quieres viajar— ¿Vieron? Puse «cuando» en lugar de «donde», ya soy toda una veterana en esto de viajes en el tiempo —.

La sensación de volar hacia atrás duró un buen tiempo, hasta que se detuvo bruscamente y casi me fui de bruces contra el piso. Mi mirada se volvió asombrada cuando alcé la cabeza y vi unas paredes totalmente negras, iguales y al mismo tiempo diferentes a las del despacho de mi padre. El escritorio era diferente, completamente diferente, ya no era de madera de caoba oscura, si no que era de una madera bastante clara, casi blanca, y la silla tras el escritorio no era esa incómoda silla acolchada verde, si no que era una silla de madera con un cojín casi que empotrado en el asiento, el cojín era de color verde y la silla era negra. Tenía la sensación de que esa silla nunca sería tan incómoda como la de mi padre, pero no hice el intento de sentarme en ella, solo me quedé ahí, de pie y casi que en shock.

Claro, había viajado voluntariamente al pasado y me quedaba en shock cuando llegaba al pasado, sí, soy una cosa pero bárbara.

No estoy segura de cuánto tiempo me quedé ahí parada como tonta, pero cuando me moví, la luz del sol ya era leve, muy leve, aunque siendo sincera, no estoy segura de qué hora era cuando llegué. Saqué mi varita y agradecí internamente por siempre tenerla conmigo, no sé qué habría hecho al estar en el pasado y sin una varita.

Tiempus.

Si soy sincera, no había esperado que funcionara, el «Tiempus» era un hechizo relativamente moderno, no esperé que sirviera en un pasado cuando aún no existía, pero parecía que con simplemente saber lo que hacía y haberlo usado antes, bastaba.

6:58

Los números de luces rojas desaparecieron con el paso de unos segundos, pero ya sabía la hora, ahora venían los inconvenientes. No estaba segura de cuándo estaba— por si alguien no se ha dado cuenta, amo usar mi jerga de viajera del tiempo, pronto lanzaré un diccionario para que me entiendan y lo comprarán, sí, eso fue spam y una orden —, pero en general no estaba segura de nada, no sabía que hacer.

Existía una variante del Tiempus con el cual se podía ver la fecha y la hora, pero nunca me había molestado en aprenderlo o ponerlo en práctica, pensando que solo los idiotas se olvidaban de la fecha en la que vivían y, seamos sinceros, por ese pensamiento estúpido la idiota había terminado siendo yo.

Pronto recordé el giratiempo que tenía colgado en el cuello, lo tomé y miré el reloj digital, sintiéndome sobresaltada cuando vi los números blancos con la fecha.

8/26/1966

Estaba en el veintiséis de agosto de mil novecientos sesenta y seis. Podía sentir que me mareaba y estaba a punto de desmayarme. Había estado tan centrada en mí misma, que no noté cuando la puerta del despacho se abrió y una figura masculina entró al lugar.

La guía del viajero en el tiempo, por Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora