7. Instinto.

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Hay algo que todos tenemos: instinto. Bueno, creo que todos lo tenemos, no estoy del todo segura de si los muggles saben de esto, en mi vida he hablado con un muggle.

En esta parte, capítulo o cualquier cosa que se suponga que sea esto, hablaré sobre lo importante que es saber cuándo seguir nuestro instinto y cuando darle una patada en el culo y decirle que debería irse al diablo.

Tuve dos instintos en el día que en un momento les voy a narrar. El primero fue el de volver a mi tiempo, a casa. El segundo fue el de besarla, a Hermione.

Comencemos con cómo pasó mi primer instinto.

Estaba sola en mi habitación de Slytherin, por alguna razón, en este tiempo todos tenían habitaciones individuales, los envidiaba— aún lo hago —, en mi tiempo compartía habitación con Milicent Bulstrode y Daphne Greengrass. El caso es que estaba sola, sintiéndome... sola, pensando en mis amigos de mi tiempo, que aunque no eran exactamente del tipo cercanos, eran compañía.

Extrañaba a Theodore, a Daphne, incluso a Milicent. A Theodore con su seriedad para cualquier tema; Daphne con sus bromas a cada momento, en especial a costas de Theodore; y a Milicent que siempre se preocupaba por todos.

Draco era especial, pero no éramos especialmente cercanos, que pudiéramos burlarnos de cualquier desgracia era genial, pero sabía que no podía ir a llorarle diciéndole que extrañaba mi tiempo.

Mi mano tomó el giratiempo y estaba a punto de volver, mis dedos se engancharon en el reloj digital y estuve a punto de poner la fecha que me llevaría a mi tiempo, pero me detuve, me contuve y me aguanté. Había viajado para conocer a Hermione Granger, lo había hecho, pero aún no era suficiente, quería conocerla más, quizás incluso saber cuál era su cereal favorito. Lastima que no sabía en ese momento que nunca sería suficiente de Hermione Granger para mí.

Debí seguir ese instinto y volver a mi tiempo, aunque claro, habría terminado en el castillo vacío sin un método para volver a casa, pero eso era secundario, debía haber vuelto, y yo misma lo sabía muy en el fondo, que mientras más me quedara, menos querría irme.

Ignoré mi instinto y preferí salir de mi habitación, para llenar todo el vacío con los murmullos de las conversaciones ajenas y las miradas curiosas a mis espaldas.

Salí de mi habitación, luego también salí de la sala común. El pasillo frío y gris me dió la bienvenida, mis pasos resonaron contra el piso de piedra mientras caminaba rápidamente, queriendo rodearme lo más pronto de la mayor cantidad de personas posibles.

Mi objetivo principal era llegar al Gran Comedor a desayunar, pero ella me interceptó justo cuando salí de las mazmorras. Y sí, por «ella» me refiero a Hermione.

—Te estaba buscando—me dijo mientras sonreía—. En pociones nos fue muy bien, y te agradezco, y...

—No fue solo por mí—la interrumpí—. Tú también eres increíble.

Sé que ella no había dicho que yo era increíble, pero creo que era obvio que lo pensaba.

Se sonrojó y siguió sonriendo, mientras me miraba y se acomodaba el cabello. Era una vista preciosa ver a Hermione avergonzada.

—Eres muy amable.

¿Amable? Yo no estaba interesaba en ser amable... o heterosexual.

—Sí, eh...—me apoyé contra la pared de al lado—. ¿Querías decirme algo?

—Quería decirte que si necesitas ayuda con cualquier cosa, puedes contar conmigo.

Lo pensé. No necesitaba ayuda en ninguna cosa, a menos que involucrara el cómo quedarme para siempre sin tener los sentimientos de nostalgia y tristeza por todo lo que había dejado en mi tiempo.

—Necesito ayuda con Transformaciones, ¿podrías?

Eso era una vil mentira, pero claro, servía para que pasara tiempo conmigo, y con suerte, me mostraría otra sonrisa.

—Puedo ahora mismo, ¿tú puedes?—no había esperado que me ofreciera su ayuda inmediatamente, pero era una sorpresa agradable.

—Claro.

—La biblioteca. Vamos. Cualquier cosa que no entiendas, estará en un libro de la biblioteca.

La seguí cuando comenzó a caminar por el pasillo, viendo sus rizos castaños rebotar a cada paso que daba, y su capa deslizarse en el aire.

Ella comenzó a hablar sobre lo extrañas, pero divertidas que eran las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras con el profesor Lupin. Me lamenté internamente por no tener esa clase con ella, apostaba que era la primera en alzar la mano para responder las preguntas, y mi imaginación me dió una imagen mental sobre ella haciéndolo, casi matándome de ternura al instante.

Cuando llegamos a la biblioteca, ésta estaba vacía a excepción de Madame Pince, tenía la sospecha de que era porqué todo el mundo debía estar desayunando en el Gran Comedor o quizás aún dormían.

Su mano tomó la mía para dirigirme a una de las mesas. En ese instante, cuando su mano tomó la mía y sentí su piel contra la de mi mano, pude haber muerto y no me habría importado.

Ella se sentó y yo me senté a su lado, con su varita atrajó un libro y lo dejó caer con cuidado sobre la mesa, y lo abrió en la primera página, el índice.

— ¿Qué no entiendes?

Me quedé callada, insegura de que debía decir, ¿qué mentira le diría ahora?

—La Transformación en Animales. —leí en el índice del libro y asentí frenéticamente, ella sonrió y comenzó a buscar en las páginas.

Pronto mis oídos fueron bendecidos con su voz explicándome todo con el mayor cuidado y dedicación posible, y mis vista se vio privilegiada por todas las muecas que hacía y como movía sus manos al explicar. Hermione era increíble, y nada podía hacerme cambiar de opinión, de hecho, aún nada puede hacerme cambiar de opinión.

La explicación terminó después de varios minutos, mi mirada se detuvo en sus labios y la escuché.

— ¿Entendiste?

Pero yo estaba demasiado concentrada en la forma de sus labios y en su color rosado.

Aquí es cuando llega mi segundo instinto: besarla.

Mi primer instinto debí seguirlo, entonces éste no habría existido en primer lugar. Y el segundo instinto debí haberlo ignorado. No sabía diferenciar entre cuáles instintos son beneficiosos y cuáles no— siendo sincera, aún no lo sé —.

Entonces, alcé la mirada y vi sus ojos, que miraban directamente a los míos.

Ahí fue cuando me incliné y la besé.

La guía del viajero en el tiempo, por Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora