CAÍN [Engaños #1]✔

Esa noche.

•1•

Existen personas que nacen con demasiado amor de otros, tanto, que no lo valoran. Existen personas que nacen con demasiado odio de otros, tanto, que sueñan con recibir lo mínimo de afecto.

Yo fui una de las desafortunadas. Hija de un matrimonio arreglado, en una familia con dinero pero sin ser lo suficiente para comprar el amor.

Nunca conocí lo que eran unas palabras de aliento por mi madre o la suavidad de una caricia de mi padre. Lo más cercano que recibí fueron miradas desinteresadas.

Yo era diferente. Trataba de dar el amor que no recibía, aunque el mundo fuera cruel conmigo, guardaba la esperanza de que todo podría cambiar para bien.

Estaba equivocada.

Mis padres solían pelear todos los días, nunca logré ver que se querían o al menos toleraran su compañía. No. Ellos en serio se detestaban,pero, compartían algo, detestaban mucho más a su hija.

—Mamá —intente llamarla en medio de los gritos de mi padre—Mamá, si quieres sal conmigo.

—¡¿Puedes callarte de una vez por todas?! —su grito fue más fuerte que el del hombre con traje que teníamos al frente.

Asentí con la cabeza. No servía de nada seguir rogándole. Los esquive a ambos para ir directo hacía la puerta principal. Una vez afuera, tome una bocanada del frío aire de la noche.  Era solo una chica de dieciocho años intentando huir de su patético ambiente familiar.

La casa tenía rejas, las cuales no me impedían salir, el mayor sueño de esas dos personas era que nunca volviera a casa. Eran las once de la noche y cómo cada día, me dirigía al parque cercano a la casa. A esa hora no había nadie, era tranquilo y me hacía sentirme más a salvó que en mi propio hogar.

Me senté en el columpio alrededor de diez minutos, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no percibí el momento en el que la persona sentada en el columpio de al lado había llegado.

Era un chico. Al menos eso parecía, la capucha de su sudadera no me dejaba ver bien el rostro. Tal vez, era otro joven huyendo de su destructivo hogar. El silencio se perpetuó por más tiempo del que esperaba, hasta que él habló.

—Es muy tarde para estar en un parque tan solitario.

El tono de voz era firme. No era de su incumbencia pero al fin y al cabo, era algo cierto.

—Lo es —contesté meciéndome—Para ambos.

—¿Por qué estás aquí? 

Deje de mover el columpio. Si había algo cierto, es que los extraños son peligrosos, independiente de su edad. No conocía su nombre, él no conocía el mío, no tendría que preguntar nada.

—No te importa.

Me levanté dispuesta a dar fin a la conversación. Cuando estaba unos pasos alejada de los columpios, lo volví a oír.

—Claro que sí —lo dijo casi en un susurro, uno que claramente se oiría en el silencio de la noche.

Voltee dispuesta a contestarle, pero él ya había emprendido a caminar por el lado contrario del parque.