Capitulo 25.

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Toque el timbre, espere un par de minutos, abrió la puerta la hermana de Anna, ella me miró de pies a cabeza, se arrecosto en el marco de la puerta.

—Buenas tardes—salude.

—¿Quien eres?—soltó de pronto.

—Soy Diego, su amigo.

—No me suena, que yo sepa ella solo tiene dos amigos, son Piero y Jerry, así que no te dejare pasar.

—¿Quieres decir Diego y Henry?

—No lo sé, no soy buena recordando nombres.

—Suele suceder.

—¿Y que haces aquí?

—Anna me contó que estaba enferma, así que quise venir a ver como esta.

—Te lo resumo, esta acostada en su cama dramatizando.

Ambos nos reímos, ella me hizo señas para pasar, me guió hasta el cuarto de Anna, antes de abrir la puerta se me quedó viendo.

—Es lindo que hagas esto por ella, te lo agradezco—mencionó.

—Ella es muy importante para mí.

Ella solo abrio la puerta y se fue hacia otro habitación, entre, Anna estaba tirada en su cama, tenía la nariz roja, se me hizo adorable, al verme se sentó de inmediato, estaba sorprendida, se cubrió su pijama con las sábanas, su pijama era de unicornios, me pareció tierno.

—¡Diego! ¿Que haces aquí?

—Vine a verte unicornio—sonríe.

—¿Y si te contagió?

—No importa unicornio.

Me sente en la orilla de la cama, observe su cuarto, era muy bonito, extendí mi mano para darle la bolsa, ella la tomo, la abrió, al ver el suéter se asombró, sus ojos brillaban, tenía una gran sonrisa, me alegro mucho verla así.

—¡Esto es hermoso! ¡Gracias!

—Te lo doy ya que parece que no tienes uno—dije mientras reía.

—¿Y el que te di en la escuela? ¿Que es? ¡Tonto!

—Tranquila, es una broma.

—Gracias.

Aprovechando el viaje, pediría mi chaqueta, así no la molestaria pidiendole que me la lleve a la escuela.

—De nada...¿Oye de casualidad no tendrás mi chaqueta aquí?

—De hecho...hay algo que debo decirte.

—¿Que quieres decirme?

—Arruine tu chaqueta por accidente...lo siento.

Me quedé en silencio, si esa chaqueta fuera mía no habría problema, es más si quería se la regalaba, pero esa me la había prestado mi padre, debía mentalizarme para mi paliza, vi en su rostro que estaba apenada, así que solo le sonreí para calmarla.

—Esta bien, no te preocupes.

—Es que no sabia que no se puede lavar el cuero—dijo casi llorando.

—Esta bien—me reí—no estoy molesto.

—Te comprare otra, lo prometo.

—No es necesario, gracias.

—Dejame hacerlo, no quiero quedarme con la culpa.

—No, en serio, no debes comprarme una, esta bien.

—Gracias...igual lo siento.

—Okay, basta de mi, ponte tu suéter.

Ella se puso su suéter, le quedaba lindo, nos quedamos platicando un buen rato. Pasé una hora con ella, ya era momento de irme, ya había pasado mucho tiempo fuera de casa.

—Oye Anna, creo que...

Estaba medio dormida, luchaba contra el sueño pero no podía, le estaba ganando.

—¿Qué pasa?—susurro.

Parecía que los medicamentos ya habían hecho efecto, me acerque y la tape con su edredón, ella me tomó de la mano, me agache para poder ver su rostro, ella puso su otra mano en mi rostro, yo me sonroje.

—Diego...—murmuro.

Me acerque, ella tenía los ojos cerrados, se veía tan linda así, me agarraba fuertemente la mano.

—Te ves muy guapo hoy...

Sonreí, era obvio que no estaba conciente de lo que decía, seguro estaba alucinando, apague la luz de su habitación y salí, baje al primer piso, ahí su hermana me acompaño a la salida. Me fui caminando hacia mi casa, pero no podía dejar de pensar en lo que me había dicho Anna, me sentía tan feliz.

¿Cómo hago que me ames? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora