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Era buena decorando sus pasteles, pero no era la mejor

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Era buena decorando sus pasteles, pero no era la mejor. Se repetía constantemente los errores que encontraba en su propio trabajo, autocritando algo que muy probablemente la gente no lo notará pero ella si.

No quería ser perfecta pero lo más cercano a ello le gustaba, sabían que el concepto estaba mal pero era lo que ella le gustaba.

Se aventuraba a probar nuevas recetas y métodos de otros lugares para mejorar día a día, no sólo ver felices a sus clientes, sinó también ella misma por su esfuerzo.

Barría las hojas secas de la entrada ya que en poco tiempo abriría.

Por la mente de la pelirroja pasaba el suceso de ayer, cada acción se repetía, meditada los posibles futuros que se pudieron haber creado si las cosas ubieran paso diferente, reflexionando en lo que pudo o no haber hecho; también agregando al muchacho que interrumpió en el mejor momento y se quedó la noche con ella esperando a la policía.

Nunca le preguntó su nombre, pero estaba agradecida de que haya aparecido.

Volteo el cartel de cerrado y camino a la cocina por tasas, no pasó mucho tiempo cuando sonó la compañía. Justo en la entrada estaban los mismos chicos rubios pero esta vez acompañados de una linda chica.

—Buenos días, me alegro verlos nuevamente por aquí—les habló agradable; eran un poco extraños pero simpáticos con lo poco que habían intercambiado de palabras.

—¡Somos los primeros en llegar!

—Es temprano para que estés gritando Mikey—lo regaño su amigo sosteniendo su cabeza.

—¿Qué van a pedir hoy?—pregunto teniendo la computadora en la barra.

—¿El pastelito es de vainilla?—señalo uno de todos los que estaban en el refri, tenía un diseño de flor bastante lindo.

—Claro, puedes tomar el que más te agrade.

La chica sonrió escogiendo uno.

—También quiero pedir el licuado de fresa—agregó mirando la carta.

—Yo quiero el que tiene forma de oso—dijo el de menor estatura llamado Mikey, estaba pegado al cristal del refrigerador observando todo con emoción.

Miro confusa al rubio y volteo a ver a el más alto que levanto los hombros desinteresado e acostumbrado a la actitud de más bajo; más que un amigo, parecía su padre.

—Sólo un café. Todo para llevar.

Preparó las bebidas y se los entregó despiendolos con la mano.

—Cuídense, parece que va llover niños—menciono recordando haber escuchado las noticias del clima.

Ese era básicamente su trabajo, atender a muchas personas todos los días, cerrando algunas veces para hacer las compras de lo que necesitaría o faltaba en la cafetería, contaba las ganancias y hacía cuentas paras repartir el dinero para mantener el lugar.

𝐓𝐡𝐞 𝐤𝐢𝐧𝐠 || 𝘚𝘩𝘪𝘯𝘪𝘤𝘩𝘪𝘳𝘰 𝘚𝘢𝘯𝘰 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora