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"Would you be mine, would you be my baby tonight?
Could be kissing my fruit punch lips in the bright sunshine
'Cause I like you quite a lot, everything you got, don't you know?
It's you that I adore, though I make the boys fall like dominoes"

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    De todos los sitios a los que había acompañado a Hera a comprar de todo un poco, de los restaurantes a los que Eros los llevó a cenar, del vino que consumían cada noche cerquita de la fogata en el balcón de la cabaña cinco estrellas, Lulú se esperaba que el sitio de comida preferido de Helsen, fuese todo, menos un pequeño local que pasa desapercibido a ojos turistas.

Y eso, por alguna razón, le hizo sentirse extrañamente cercana a él.

Él no quería impresionarla o una tontería parecida a esa, él en serio le ha presentando sus sitios favoritos, los que él siente suyos, en un país extranjero. Ya caminaron por un lugar que figura ser un pequeño pueblito pintoresco dentro de la ciudad, Rue Crémieux, pidieron café en un sitio recóndito, dónde Helsen solía estudiar, mientras Sol y Eros visitaban una librería, y Hunter y Hera una tienda que la rubia consiguió de pasada, dónde venden prendas de última moda a precio módico.

Les pareció raro que Lulú decidiera ir con Helsen, pero nadie dijo nada cuándo ella les respondió que le interesaba conocer más de la ciudad y no mirar libros ni comprar ropa.

Se olvidó del celular por esa tarde, se centro en ella y nada más, como hace mucho no lo hacía. Decir que los chicos son sus amigos es una falta de respeto, son su familia, la que ella eligió, pero hoy, quería ser ella y quería serlo junto a Helsen.

—Todos los viernes que salía de clases venía directo a este restaurante—habla el hombre, re acomodando los cubiertos por tercera vez. Lulú lleva la cuenta, percibe lo nerviosa que se encuentra—. No hubo un viernes que me saltara.

Lulú se preguntaba si venía solo o acompañado, pero no se atrevió a cuestionarle eso, a pesar de que moría por saberlo. Ya tenía previsto entrar en asuntos más íntimos luego de la cerveza que le provocaba tomar.

Se cubre el rostro con el menú, ocultando la evidente sonrisa que ella definiría como atrevida. Está bastante segura de eso, porque nunca había formado una con esas intenciones poco comunes en ella.

—¿Cuál gastronomía le gusta más? ¿Japonesa, coreana…?—cuestiona, aunque no comprende nada porque no tiene traducción como en los restaurantes costosos. Reconoce las banderas bajo el nombre del local.

—Taiwanesa—responde él de inmediato, bajándole el menú para poder mirarle a la cara—. Para serte sincero, siempre ordenaba lo mismo. Creo que me daba miedo ordenar algo distinto y que no me gustase.

Para Lulú, esas palabras contenían un tipo de significado implícito. Se sentía asediada por ese par de luceros cerúleos, preciosos. Ella estaba más que segura de que si abre un poco más la mirada, se encargaría de la de la iluminación del local.

Bueno, no tanto, pero ella entendía sus metáforas.

Viéndole así de cerca, se le es imposible no pensar que casi serán dos años de conocerle, y que el efecto que obtiene de ella continúa actuando con la misma intensidad. Con la diferencia de que esta vez, ella no bajaría la mirada al piso cohibida. Ahora le daba el impulso que la situación requería.

—Bueno, ¿qué le parece si yo como lo que usted siempre pedía, y usted prueba un platillo distinto?—sugiere, cerrando la carpeta—. Quizá le guste más que el anterior.

Una Mariposa Para Lulú |Spin-off|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora