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A Helsen le costó adentrarse en casa esa noche. Ulrich prácticamente le amenazó con encajarle dos balas en los testículos si no complacía el anhelo de Agnes de tener otra cena más en familia. Quería sacarle todo el provecho a las semanas que le quedaban en el país.

Se rehusaba a volver a ver a Lulú cuando apenas se cumplía una semana de la mañana que abandonó su apartamento, que lo dejó a filo de las escaleras, con un nudo en la garganta que podía deshacerse si le confesara dos palabras.

Ella decidió, él respetaría su decisión. Al menos, hasta que se recobrase del desequilibrio que Lulú le dejó.

Sintió un estrujón en el pecho cuando miró a Caleb bajar las pesadas maletas por las escaleras. Recordó el viaje a Miami para algo, no lo sabía a detalle, pero Lulú estaba involucrada.

Esperó verla rondando por allí, jugando con sus sobrinos o con Jäger en brazos, supuso que estaba en su recámara ultimando detalles, si Caleb estaba allí a esa hora, ella también tendría que estarlo.

Agnes apareció con Eroda en brazos, le saludó con cariño y ofreció una copa de vino si se acercaba a la cocina a buscarla. Helsen sabía que era trampa, le haría probar un postre que trató de hacer. Trató, era uno más agrio que el anterior.

Helsen pudo pasar el sabor de las galletas, duras como piedras, con tragos de vino. Tenía claro que, de rechazar o hacer un mínimo gesto de desagrado, Ulrich sería capaz de dejarle las pelotas como un colador a punto de tiros.

Pronto regresarían a Múnich, comentó Agnes. Las cosas volverían a su cause seguro y natural, ella, pese a que le dolía dejar a sus hijos, sabía que no podía tan presente en sus vidas como siempre quería.

—¡Caleb!

El grito de Hera sacudió la propiedad. Helsen tomó el segundo de descuido de Agnes para escupir en la servilleta el trozo que masticó.

Solo segundos después, un segundo grito le alertó.

—¡Helsen!

Él se quedó congelado tratando de descifrar para que su sobrina lo requería. Sus piernas se movieron antes de que su mente calculase la respuesta, pronto se hallaba recorriendo el pasillo que guiaba a la recámara de Hera.

Allí la halló a ella y al hombre de seguridad. Al no ver a la muchacha de cabello negro, más que aliviarle por no enfrentarse a ella tan pronto, una tensión se asentó en sus hombros.

—¿Qué son esos gritos?—espetó.

—¿Lulú te dijo que fueses a recogerla a la feria cerca de la bahía?—inquirió Hera.

No le gustó en lo absoluto esa presunción. Frunció el ceño, percibiendo el sabor amargo de la intriga esparcirse por el paladar.

—Hace días no recibo un mensaje de Lulú.

Ulrich no permitió que el silencio se impusiera, le pidió el celular a Hera y ella a negarse a entregarlo, se lo arrebató y se colocó al mando de la llamada.

—Eros, ¿qué pasa?

Hera se volteó con un aspecto solemne hacia el hombre de vestimenta completamente negra.

—Si te ordenamos jamás alejarte de Lulú, ¿por qué demonios la dejas allí sin asegurarte que este bien? ¿Le encuentras lógica a eso?

—¿A dónde la llevaste?—se adelantó a preguntar Helsen, la ansiedad escalando veloz a su cabeza.

—A la feria en Staten Island, fue a verse con Luciano—respondió Hera. Su sobrina adelantó un paso, su rostro en una mueca compungida que le afectó considerablemente—. Algo malo pasó, ¿verdad? Yo lo siento, lo puedo sentir, ¿tú no? ¿Tú no?

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⏰ Última actualización: Jul 01, 2023 ⏰

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Una Mariposa Para Lulú |Spin-off|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora