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Habían transcurrido cuarenta minutos, una hora, posiblemente dos, Lulù perdió la noción del tiempo cuando el primer golpe de Helsen tronó algún hueso de la cara de Henry.

La sucesión de chillidos y puñetazos que le procedió pecaba de ser alarmante y sangrienta, a Lulù, que estaba acostumbrada a ese tipo de escenas en comics y películas, no le movió ni un pelo atestiguarlo, tampoco hacía falta hundirse profundo en su cabeza para saber la satisfacción que le causaba.

El problema real se formó cuando los vecinos salieron como ratas de sus casas y la patrulla de la policía intervino demasiado pronto para ser mera casualidad.

Lulù no era la mejor atando cabos, los hechos muchas veces pasaban frente a su nariz y si alguien no los señalaba explícitamente, no se fijaría en ello, pero esa noche al tener un vistazo de su madre con el celular en la mano señalando a Helsen, a ella, como si fuesen un par de delincuentes, supo que esa era la reacción que buscaban.

De una manera u otra necesitaban dañarla, al no tener otro poder más que la poca comunicación con su hermano, cortar la conexión por la vía legal era como arrancarlo de raíz.

Henry y Silvia exigieron una orden de alejamiento en contra de Helsen por si intento de homicidio y allanamiento de propiedad. No podría estar cerca de ellos a menos de cinco kilómetros de distancia.

Si quería ver a su hermano tendría que ir sola, sin Helsen, sin Caleb, sin Sol, sin Hera. Lulù podía ser desentendida en muchas cosas, pero no pondría un pie sola en esa casa.

—¿Estás bien? ¿Seguro estás bien? —preguntaba Sol a través de la llamada—. ¿Lo dejarán ahí?

Lulù miraba de reojo la horda de oficiales entrando y saliendo de la comisaría, ella se cubría se los ojos fisgones cerca de la salida.

—Sí, sí —lo pensó mejor—, no lo sé.

Helsen se hallaba escondido en alguna recámara ahí dentro, bajo custodia, ella estaba sola, cuando odiaba permanecer sola cuando a nadie conocía.

—¿Y qué te dijo? —cuestionó Sol. Lulù le contó en balbuceos nervios lo que ocurrió, oyendo los sonidos de indignación de su amiga—. ¡Es un maldito cobarde! ¡Le tiemblan las patas asquerosas cuando hablas! —Lulù le calmó, escucharla tan alterada le disparaba los nervios, asì que se despidió antes de entrar en un colapso—. Bueno, ve a casa y dale beso a Jäger de mi parte, cuídate, hablaremos cuando regreso. Te quiero mucho sí y tú a mí yo lo sé. Eros dice hola y adiós también, ujum, yo le digo, tranquila...

Lo estuvo, un fuerte alivio le recorrió al divisar el vehículo negro estacionarse en la entrada, a metros de ella. Esperaba a Ulrich y al abogado, pero al ver a Agnes apurarse en las escaleras para encontrarse con ella, arrulló su corazón.

—¿Cómo te sientes? —la preocupación ensombrecía sus facciones delicadas—. No necesitas hablar, a veces no se puede pronunciar ni un lamento, ¿no? Vamos a casa, en el auto hay té de manzanilla con miel, ven conmigo, estás temblando.

Se vio las manos y encontró que era verdad. No lo sentía, o más bien, ya estaba tan acostumbrada que lo tomaba como una reacción norma más. Al menos esa vez no se quedó sin respiración.

—Pero Helsen... —susurró y Agnes apuntó al par de hombres pasando por su costado, tan serios que se reservó el saludo.

—Ulrich y Andrea se harán cargo, ¿de acuerdo? Ellos lo sacarán de ahí —le tranquilizó la mujer, enlazando su brazo tembloroso, la guio al vehículo, resguardadas por los hombres de seguridad—. Volvamos a casa, no permitas que el té se nos enfríe.

Una Mariposa Para Lulú |Spin-off|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora