Capítulo 5: La Otra Cara de la Moneda I

161 11 5
                                    

 

Elefthería, Republica del Sílice, 30 de enero del 2030.

 

En sus catorce años de existencia sobre este mundo ruin. Lea Azaré, jamás había escuchado un sollozo tan demoledor. Valeria su hermana mayor, apretaba sus manos tan fuerte, que ya estaban rojas.

Ambas escuchaban silenciosamente, desde el asiento trasero del auto de su padre, quien yacía sobre la calle inconsciente. El cristal roto les impedía identificar el origen del sollozo de aquel joven; pero con tan solo oírlo, se podían imaginar su cara de sufrimiento...

Dos años después...

 

Un ping sonaba en el cuarto oscuro. Las cortinas grises impedían la entrada de los rayos matutinos. Entre tanta oscuridad, un cursor brillaba en la pantalla de un ordenador de escritorio, como aquellos de antaño.

Para el sueldo promedio de una familia de clase media en la región de Elefthería, tener uno de estos, era algo muy improbable. Un contraste, puesto que dicha región era una de las más prosperas y tecnológicas de la Republica del Sílice.

Un violento timbrazo supero al ping de la computadora, arrancando a Lea Azaré, de los brazos de Morfeo. La muchacha de 16 años de edad, se despertó a más no poder. Una maraña de cabellos lacios cubría su rostro. Repentinamente un par de manos pálidas sobresalieron de debajo de las cobijas para apartar los mechones, descubriendo así, la cara de la chica. Sus mejillas eran flacas, como el resto de su cuerpo, ya que era delgada y chaparrita. Su nariz respingada y rojiza por llorar, mientras que sus ojos, que deberían de ser de un tono verde esmeralda, se tornaban de un color rojizo por culpa del insomnio. Ni las mejores pastillas aliviaban ese mal.

Sabiendo que se quedaría dormida de nuevo, su madre subió a su cuarto esta mañana y encendió el despertador para procurar que su hija fuera a la escuela.

—Al menos se preocupa porque vaya a la escuela..., suspiro Lea.

Cada mañana, de cada día, desde hace dos años. Lea disfrutaba de unos segundos antes de recordar porque su almohada estaba empapada por las lágrimas. Pasado ese momento, el sufrimiento la golpeaba de lleno, tal cual un boxeador noqueando a su oponente.

Asimilando esto, Lea de escurrió de la cama con los ánimos por debajo, llevaba puesta una camiseta blanca larga y muy guanga por tantos usos, su madre le había pedido que se deshiciera de ella, pero Lea se negaba. Camino hasta su ventana y abrió las cortinas, al instante la luz del sol penetro en la habitación. Las paredes de su santuario privado, o del centro de mando como a ella le gustaba llamarlo, se iluminaron reflejando los dibujos confusos y palabras profundas que solo ella leía, talladas con un marcador oscuro.

Posteriormente salió de su cuarto descalza y atravesó el pasillo que dividía su casa hacia el baño, aquel sitio tan desolador al que le daba miedo entrar. Apenas entró, una corriente de aire helado se desplazó por su espalda. Lea se encamino al lavado y se apuró a lavarse su pálido rostro, para salir lo más pronto posible de ahí.

Su miedo se debía a que hace un año y medio, su hermana mayor se cortó las venas en la regadera, y fue precisamente ella, quien la encontró al día siguiente. Pensar en eso, la devolvía en el tiempo a aquella mañana de domingo, cuando la vio en una esquina de la regadera. Su piel estaba hinchada por estar tanto tiempo en el agua y de un color azulado, el suelo manchado de un espeso líquido carmesí y la mirada en su cara era...

Al momento de su muerte, Valeria ya casi cumplía los 18 años y pronto se liberaría de las cadenas de la opresión que sus desobligados padres ejercían sobre ella. A parte, era la más bonita de la escuela, era la más inteligente de su clase, era una persona con la vida resuelta. ¿Entonces cuál fue la causa, que la llevó a quitarse la vida?

Amnesia 2032: A la Orilla del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora