Narcissistic.

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Capítulo No76:

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, no podía soportar más. No era de humanos soportar tanto tiempo eso. “Resiste” me gritaba mi voz interna pero no era posible. No podía más. 
- ¡No! – Grite cerrando mis ojos y los froté con el dorso de mi mano derecha. Un par de lágrimas rebeldes ante mis indicaciones se asomaron.
- ¡Te lo dije! – Carcajeó Nicholas – Nadie me puede ganar – Clarista reía a carcajadas cubriéndose con sus pequeñas manos la boca y James se apretaba el estómago tratando de no reír más. 
- ¡Oh no! ¡Yo te ganaré! – Insistí y froté una vez más mis ojos, respiré profundamente y una vez más nos pusimos frente a frente. Sus ojos claros abiertos de par en par me miraban divertidamente.Un pequeño soplido me hizo parpadear – ¡Eso es trampa! – Grité indignada y todos volvieron a reír a carcajadas. 
- Acéptalo – Se recostó en mis piernas – Te gané.
- Me soplaste, por eso parpadeé – Me defendí, pero era inútil, él había logrado estar mucho más tiempo que yo sin parpadear. 
- Jueces… ¿Quién ganó? 
- ¡Tú! – Anunciaron mi derrota al unísono.
- Esta bien – Dije cabizbaja – ¡La respiración! – Dije haciéndolo enderezarse, los tres una vez más rieron – Jueces, cuenten. 
-¡Uno… dos… TRES! – Al escuchar el “tres” tomé todo el oxígeno posible para llenar mis pulmones y mis mejillas. Nicholas movía sus cejas tratando de hacerme reír, lo estaba logrando pero si mi competitividad no fuera tan grande lo hubiera logrado por completo.
- ¡Pareces un tomate! – Dijo Clarista refiriéndose a mí mientras se retorcía de la risa. No aguanté más, solté todo el oxígeno y comencé a reír. 
- ¡Dios! – Enunció Nicholas al mismo tiempo que respiraba agitadamente – ¡Y te volví a ganar! – Fruncí el ceño. Ni siquiera con “Piedra, papel o tijera” había logrado ganarle – ¿Ahora quién sigue contra mí? – Preguntó y de inmediato ambos niños saltaban por el siguiente competidor. 
Pasamos toda la tarde entre juegos de ese estilo. A pesar de la forma dura de ser de Nicholas, estaba la persona más juguetona y cariñosa del mundo.

Cuando terminamos de cenar Clarista y James se levantaron dispuestos a ayudarme a levantar los platos. Ya que Nicholas prácticamente había huido. Mire sobre mi hombro logrando ver el reloj de pared. Nueve de la noche.
- Yo me encargo – Les dije – Suban, dense un baño y a la cama que ya es tarde – Ambos asintieron con la cabeza y se acercaron para despedirse de mí con un beso en la mejilla y, como siempre los dos salieron corriendo por las escaleras.
Tomé los platos y los hice una pequeña torre, lo llevé hasta la cocina, tire en la basura los restos que habían en los platos y los puse en el lavado. Una vuelta más y tomé los vasos y la mesa quedó como si nadie hubiese comido ahí.
Ya con todo en el lavaplatos ahora comencé a enjabonar todo. Terminé y abrí la llave para enjuagar todo cuando sentí que se apoderaban de mi cintura. Me estremecí levemente y escuché la risa de Nicholas.
- Siempre te retuerces así – Susurró en mi oído. ¡Muy romántico, eh! 
- No me retuerzo, solo los gusanos lo hacen! – Ambos reímos. Se cambió a mi lado y comenzó secar los platos que iba dejando en la barra. En menos de cinco minutos, los platos, cubiertos y vasos ya estaban secos y en su respectivo lugar.
Terminé de acomodar el último plato y una vez más sentí sus manos en mi cintura. Pero esta vez me giró rápidamente y me alzó para sentarme en la barra. Riendo, pase velozmente mis brazos por su cuello. Tanía la cabeza gacha para poder verlo ya que había quedado un par de centímetro más alta que él. 
- Gracias – Dijo mirándome a los ojos en los cuales me perdí gustosamente – Gracias por estar con nosotros – Una de sus manos subió para acariciar mi mejilla.
- ¿Es broma? – Reí y ahora yo lo acaricié – Gracias a ti por hacerme sentir como en una familia, por darme ese cariño, por hacerme saber que no estoy sola.
- Te amo – Susurró antes de unir nuestros labios de la manera más dulce existente en la tierra.
- Te amo más – Dije separándome solo milímetros de sus labios – Y en eso si que no me ganas… – Su manos se fijaron en mi cuello y me atrajeron una vez más a su boca. 

El beso iba tomando poder conforme los segundos pasaban, cosa que no me molestaba en lo absoluto. Me dedicaba a jugar con su hermoso cabello mientras él acariciaba mi espalda por debajo de la blusa.
Nuestros labios se movían a un perfecto compás, no había nada que me gustara más que esto, por nada del mundo cambiaría sus labios, por nada del mundo cambiaria estos momentos.

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