Capítulo 3

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Emma cerró su libro y respiró profundo sintiéndose un poco incómoda. El final de la obra había estado bueno, aunque ella había acertado imaginando como serían las posibilidades de las escenas terminantes.

Revisó sus libretas solo para confirmar por tercera vez que no tenía trabajos pendientes, las volvió a poner en su lugar y se tumbó ansiosa sobre la cama con una sensación incómoda. Su mirada de pronto se enfocó en las citas bíblicas que decoraban su techo. Ya casi era tiempo de redecorar, pensó, más tarde lo pondría en su lista de cosas por hacer.

Si la organización pudiera personificarse, esa persona sería ella. Y la manera delicada en que cada cosa ocupada su respectivo espacio en su pequeña habitación, lo demostraba. Le gustaba hacer las cosas bien, era obediente con sus padres (aunque a veces la rebeldía de su edad le ganaba la batalla), era buena estudiante, buena hermana, buena amiga y bastante servicial en las obras de caridad del pueblo. Sus cualidades sumadas a su belleza hacían que casi todos los matrimonios del pueblo la vieran como la ideal para que se casara con sus hijos.

En más de una ocasión el alcalde Gerald le había ofrecido al pastor Joseph entregar a Emma para que se casara con el bueno para nada de su hijo —Una joven como Emma en su camino de seguro lo ayudaría a enderezarse y volverse un hombre responsable —Fueron las palabras exactas de Don Gerald cuando abordó a su padre en la inauguración de una pequeña librería en la parte de atrás de la iglesia. —Véalo como una obra de caridad, tenga por seguro que Dios la premiará por ello. Además tendrá beneficios y así no necesitaran colectar fondos o esperar la aprobación de una beca para cualquier cosa que quiera estudiar —El alcalde era un hombre sutilmente venenoso y eso el pastor Joseph lo sabía, por lo que, ni siquiera tuvo que desperdiciar tiempo pensando en la propuesta, su no fue educadamente rotundo. Su hija no estaba en venta.

El pastor Joseph y su esposa Evelin se habían mudado a Landford hacía poco más de dos décadas. Se casaron siendo aún muy jóvenes por lo que no contaron con el apoyo de ninguno de sus familiares y tuvieron que irse lejos a empezar desde cero. Poco a poco lograron establecerse en el pueblo y salir adelante, con la venta de las empanadas de su esposa y las horas extras de trabajo en la ferretería y otros locales del pueblo pudieron comprar una casa, no era una mansión, sin duda, pero era un hogar cómodo para ellos y con espacio en caso de que la familia comenzara a crecer.

Un domingo Evelin fue invitada a la iglesia por la señora Marshall, quien podría ser la abuela de todos los habitantes de Landford, era una anciana respetada y amada por todos. Al domingo siguiente decidió invitar a su esposo y ya nunca dejaron de asistir. Ambos se volvieron cristianos y de pronto sus vidas comenzaron a mejorar de manera significante, su matrimonio se fortificó y el resentimiento por sus padres desapareció. Años más tarde Joseph asumió la tarea del pastorado convirtiéndose en el pastor más joven del olvidado pueblo de Landford.

Sus vidas tomaron un significado distinto cuando descubrieron su llamado a servir a los demás, comenzaron a organizar obras de caridad y actividades para colectar fondos y ayudar a los más necesitados y mientras más ayudaban a los demás, más bendiciones recibían, siendo una de esas bendiciones sus preciados tesoros y frutos de su amor, Emma y Sofía.

Eran de las jóvenes más hermosas y educadas del pueblo. A pesar de ser bien tímidas y reservadas, debido a que eran hijas de los pastores, siempre se mostraban dispuestas a colaborar en lo que sea que las necesitaran. A pesar de que varios jovencitos las habían pretendido, hasta el momento ninguna se había atrevido a entregar su corazón de esa manera. Ambas habían hecho una promesa de esperar por la persona correcta.

— ¡Emm! —La voz de su hermana se escuchó en su habitación provocando que se espantara, se había quedado dormida mirando el techo. —Lo siento no quise asustarte, mamá me envió a buscarte porque la cena ya está lista —La joven miró el reloj y se sorprendió al notar que había dormido casi tres horas. ¿Qué rayos pasaba con ella? De repente se sentía agotada física y mentalmente. —¿Está todo bien? —Su hermana preguntó un poco preocupada y es que hasta un ciego se hubiese dado cuenta que algo estaba ocurriéndole.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora