Capítulo 7

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Daniel y sus amigos se encontraban de fiesta en un bar a las afueras de la ciudad. Al principio no tenía ganas de salir, pero Carlos y Rodrigo lograron convencerlo. Cómo andaban en el carro de Rodrigo y no tendría que preocuparse por conducir, Daniel no le puso límites al alcohol. Tomó demasiado y el leve mareo que sentía en su organismo lo confirmaba. Se sentía muy estresado y quería despejar la mente por una noche. Había pasado una semana desde que empezó las tutorías con Emma. Le agradaba mucho como ella le enseñaba, pero le estresaba depender de ella para poder participar en el torneo.

Tres días atrás, en el entrenamiento, se enteró que, de participar en el torneo, tendrían que enfrentarse a los Cachorros de Sound Lake, uno de los mejores equipos y, por ende, de los más difícil de vencer. Sabía que, si Carlos y él no lograban participar, su equipo la tendría difícil y eso lo hacía sentir culpable. ¡Maldita física! ¿Por qué tenía que ser tan complicada?

Unas manos delicadas cubrieron sus ojos, se trataba de Kyra, una compañera del instituto con la que intentó tener una relación estable y como no funcionó, ambos coincidieron en que sería mejor ser solo amigos con derecho. El acuerdo era genial y Kyra le caía muy bien; le complacía cada vez que la necesitaba, no se entrometía, no le exigía nada y sabía respetar los momentos cuando quería estar solo.

—¿Cuándo llegaste? —Le preguntó, ya que hasta donde sabía se encontraba fuera del país por asuntos familiares.

—Hace dos días —Respondió la joven, quien ya se encontraba sentada en sus piernas.

—Te extrañé... —Le dijo al oído. La joven entendió que no se refería a ella. Era más que obvio que él nunca la vería como nada más allá que la amiga especial que, con su cuerpo, le brindaba placer cada vez que quería. Y no podía quejarse, pues ella accedió voluntariamente a ese estúpido juego de amigos con derecho, aun cuando ella quería algo más. Quería ser su novia, tener algo bonito con él, pero estaba claro que ese castaño de ojos marrones no tenía espacio para eso en su corazón. Su vida estaba cubierta de oscuridad, una oscuridad pesada y tortuosa que parecía intensificarse cada día más.

—¿Nos vamos de aquí? —Le susurró al oído con voz seductora, a lo que Daniel respondió levantándose y sacándola del bar casi arrastrándola. Sus amigos visualizaron la escena y supieron que esa noche regresarían al pueblo sin él.

****

Odeth sacudió a su hermano por tercera vez y este seguía sin despertarse. La noche anterior no pudo pegar el ojo esperándolo. Eran pasadas las tres de la mañana y su hermano no daba señales, por lo que, junto a Nana, decidieron empezar a interceder por él. Clamaban a Dios pidiéndole que lo cuidara, y también, que lo cambiara, pues no era fácil ver como poco a poco Daniel guiaba su vida hasta la perdición.

Al ver que su hermano seguía inmóvil, decidió ir al baño, tomó un poco de agua fría y sin dudarlo, se la echó encima, logrando que su hermano se sentara de un solo brinco.

—¿Qué demonios te pasa? —Le gritó molesto. La cabeza le dolía tanto que sentía que en cualquier momento le iba a explotar. La luz que entraba por la ventana no le era de mucha ayuda y se llevó las manos al rostro frustrado.

—Me pasa que anoche llegaste a las cuatro de la mañana y Nana y yo no dormimos esperándote. Cuando llegaste estabas hecho un desastre, hasta vomitaste encima de ella. —Le reclamó su melliza bastante molesta. Daniel abrió los ojos sorprendidos, no recordaba casi nada de lo que ocurrió la noche anterior. —Daniel ¿qué es lo que te sucede? Estabas mejorando... no puedes pasarte la vida actuando como un idiota como si la vida fuera un juego, como si nada tuviera consecuencias. Sabes bien que no es lo que nuestros padres hubieran querido.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora