Capítulo 4

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Daniel llegó al instituto más temprano que de costumbre. La noche anterior no pudo dormir mucho, así que se levantó temprano y se puso en marcha. Su hermana se quedó en casa, se encontraba en sus días y había decidido no ir. «Pobrecita» pensó. Siempre que tenía su periodo se miraba pálida y de un humor terrible, eso sin contar las veces que la escuchaba vomitar en las madrugadas.

Salió del auto con una sonrisa leve, agradeciendo al cielo que nació hombre y no tenía que pasar por eso, cuando de repente su mirada enfocó a Emma.

Estaba bajándose de una minivan antigua, al parecer no era el único en llegar temprano, pensó. Agudizó la mirada y alcanzó a notar que el conductor era su padre, el Pastor Joseph. No lo conocía, pero lo había visto un par de veces en las distintas actividades del pueblo. Volvió su mirada a Emma, quien después de haber bajado del auto volvió a entrar corriendo y encerró a su padre en un abrazo, le dijo algo sonriendo y depositó un beso en su mejilla para luego salir.

A Daniel el gesto le pareció tierno y cuando se percató, tenía una sonrisa en el rostro. Odeth era igual de cariñosa con sus padres. «Si tan solo él lo hubiera sido», sacudió la cabeza alejando los pensamientos que intentaban abordarlo y siguió su camino hacia adentro.

En la noche había recibido un mensaje del entrenador Wilson, al parecer quería hablar con él. Se dirigió a su oficina pero no lo encontró, decidió que regresaría más tarde. Cuando iba atravesando el pasillo hacia su aula un ruido llamó su atención, parecían risas burlonas. Ignorándolas por completo siguió su camino cuando de pronto escuchó una voz que lo hizo parar en seco, era su voz, era ella. Emma.

Decidió acercarse y por el pequeño cuadro transparente en la puerta pudo visualizar el interior del aula. Sus puños se apretaron automáticamente. En una de las esquinas vio dos chicos, seguramente de primer año, que se encontraban acorralándola. Uno de ellos tenía sus lentes en la mano mientras que ella, sin éxito alguno, se empinaba para poder alcanzarlos.

—Ayúdanos con la tarea, no seas tonta —Dijo uno de ellos sosteniéndola del brazo y riendo a la vez de sus intentos fallidos por alcanzar sus gafas.

—Los voy a reportar con la directora —Se defendió con voz temblorosa.

—¡A la mierda la directora! No puedo darme el lujo de reprobar esa materia así que ayúdame. ¿Que quieres? ¿Dinero? Te pagaré lo que quieras. —Dijo el grandulón que la sostenía.

Daniel no soportó más, abrió la puerta con tanta fuerza que se estrelló contra la pared causando un estrépito que provocó que las tres personas en el interior del aula lo miraran asustados.

—Lárguense —Pronunció Meyers, con voz calmada pero firme.

Los jóvenes palidecieron. Era obvio que conocían a Daniel Meyers ¿quién no lo hacía? Sabían que no debían tener problemas con él, era un chico silencioso, solo hablaba con su círculo y según los rumores, era capaz de dejar a cualquiera sin dientes.

—Solo estábamos....

— ¡Largo! —Sentenció, esta vez alzando la voz, interrumpiendo así el inútil intento de justificación que quiso proveer uno de los bellacos.

Por un momento miró a la chica asustada en la esquina y su furia aumentó. Ella no se merecía ser tratada así. Los jóvenes ya la habían soltado, iban pasando frente a él cabizbajos, cuando sin pensarlo tomó a uno de ellos, lo arrastró hasta la pared y lo levantó un poco apretando su camisa—Que sea la última vez que vea algo así, sino quieres arrepentirte el resto de tus días ¿está claro? —Escupió con un tono tan amenazante que incluso Emma lo miró con terror. El joven en sus brazos asintió ya pálido sin poder respirar bien. Meyers lo soltó y desapareció corriendo junto a su colega.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora