Capítulo 1

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—¡Al fin despiertas! —Dijo la suave voz de su hermana cuando notó que sus ojos ya estaban completamente abiertos —Levántate que ya es tarde. Es muy tarde y tenemos que llegar al instituto —Dijo.

—Todo fue un sueño —Susurró Daniel aún incrédulo mirando a su alrededor tratando de asimilar lo ocurrido en su subconsciente. Su corazón parecía estar luchando en su interior por salirse de su sitio y sus manos aún temblaban ligeramente. Abrir los ojos y volver a ver el inocente rostro de su hermana provocó que sus ojos se llenaran de lágrimas.

—¿Qué? —Preguntó su melliza, con signos de confusión.

—¡Que todo fue un sueño! —Gritó con la voz quebrada. Ignorando que su hermana lo miraba como si hubiera enloquecido la envolvió en un abrazo fuerte que se prolongó durante varios segundos y lloró. —Te amo —Le dijo sollozando tratando de reemplazar el dolor tan grande que sintió al creer que no la vería jamás. Su hermana Odeth era su todo, a pesar de que tenían la misma edad y que él era mayor que ella solo por unos minutos, él había adoptado la responsabilidad de cuidar de ella y protegerla con su vida, eso fue lo que le juró a sus padres ese fatídico día en que dejaron sus cuerpos en aquel cementerio después de ese terrible accidente que se los arrebató, y lo iba a cumplir.

—Ok Dani ya me estás asustando ¿qué sucede? —Su hermana le preguntó intentado zafarse del amarre en que la habían apresado sus brazos.

—Es que soñé que te perdía —Susurró con un toque de timidez cubriendo por completo la realidad detrás de sus lágrimas.

—Estoy bien, tranquilo. Solo fue un sueño—. Su hermana lo miró con compasión, comprendía a la perfección su miedo a perderla. Perder a sus padres en aquel accidente hace dos años fue un golpe demasiado duro para ambos pero sin duda a Daniel le afectó mucho más. Odeth sabía que sus padres habían sido personas muy creyentes y temerosos de Dios y de alguna forma eso traía paz a su corazón, sin embargo su hermano no pensaba igual que ella, nunca ha visto nada más allá de la injusticia y la inconformidad de tener que vivir sin volver a ver a sus seres queridos. Luego de regalarle algunas palabras tranquilizadoras se salió de la habitación de su hermano para que pudiera alistarse e irse juntos al instituto.

Ya en el baño mientras sentía el agua caer sobre su cuerpo su mente comenzó a revivir las imágenes del sueño que había tenido, simplemente no podía asimilarlo, nunca antes había experimentado algo igual y, se sintió tan real que despertar y ver que no lo era fue todo una sorpresa para él. ¿Por qué soñó eso? ¿Qué significaba? ¿Era normal soñar con Dios? ¿Por qué se sintió tan real?

Emma. Al formular tantas preguntas ese fue el primer nombre que llegó a su mente. Emma era una joven con la que Daniel compartía varias clases en el instituto. Una muchacha de familia sencilla y educada en valores religiosos que, a pesar de las burlas y demás ataques de muchos de sus compañeros por el simple hecho de ser diferente, se mantenía firme en sus creencias sin permitir que las opiniones de los demás la hicieran titubear. No tenía idea de por qué el nombre de Emma apareció en su mente, pero la buscaría. De alguna manera sintió que ella tendría algunas respuestas que darle en cuanto al sueño tan extraño que tuvo.

Después de ducharse y colocarse el uniforme revisó sus apuntes y bufó al encontrarse con la tarea de física que olvidó hacer, pero lejos de intentar hacerla a último momento como era costumbre en la mayoría de los estudiantes de su edad, la ignoró y descendió las escaleras para desayunar. Odeth y la nana de los jóvenes ya se encontraban comiendo mientras conversaban animadas de algún acontecimiento que vieron en las noticias.

— ¡Buenos días Nana! —Dijo besando su frente y tomando una rebanada de pan francés que tanto le gustaba. Nana era algo más que la señora del aseo, era como una segunda madre para ese par de mellizos. Cuando ocurrió la tragedia se vinieron michos asuntos legales y sus dos muchachitos se vieron en el estrés que conllevaba recibir una fortuna siendo solo unos adolescentes. Eso sin mencionar las repentinas visitas malintencionadas de muchos de sus familiares tratando de persuadirlos para hacerse cargo de ellos y de esa manera asegurase de tocar al menos una rebanada del pastel, pero para su sorpresa, los adolescentes se negaron de manera rotunda. Faltaban pocos meses para que Daniel y su hermana cumplieran la mayoría de edad, y tan pronto lo hicieron, tomaron la decisión de independizarse, escogiendo a nana como la persona que viviría con ellos, así como vivió con su madre cuando era joven.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora