Capítulo 14

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—¿Emma? —Esa voz. La conocía a la perfección. Levantó la cabeza y se encontró al castaño parado frente a ella mirándola preocupado. —¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? ¿Estás bien? —Se acercó y se arrodilló junto a ella, analizándola con la mirada y cerciorándose de que estuviera bien.

Después de verla en la playa con ese moreno no se quedó tranquilo, salió disparado a buscarla para pedirle disculpas. No tenía por qué disculparse, al fin y al cabo ella no era nada suyo, pero sin embargo, sentía la necesidad de hacerlo. Sentía que le había fallado de alguna manera. Estuvo recorriendo toda la fiesta a ver si la encontraba, encontró a su hermana, quien iba acompañada de otros jóvenes y le dijo que no se preocupara, que ellos la llevarían a casa. Más adelante vio a la hermana de Emma quien andaba con su amiga Stephanie, alcanzó a reconocer otros jóvenes cristianos, pero a ella nada. No había rastros de ella.

Exhausto, decidió que se iría a casa, su deseo de perderse en el alcohol y disfrutar la fiesta se esfumaron. Fue al estacionamiento a buscar su auto y como si el destino estuviera a su favor, la vio. Estaba sentada con la cabeza escondida en sus rodillas, sin duda estaba llorando. ¿Qué le habrá pasado? Sin dudarlo ni por un segundo, se acercó.

—Sí, estoy bien Daniel, no te preocupes por mi —Emma mintió y al instante una sensación de culpa detonó en su interior. Odiaba mentir, pero por alguna razón no quería responderle, no quería que el era el causante de su confusión, que desde que empezó a relacionarse con él sus sentimientos se desbordaron de una manera que le era imposible controlarlos.

—Emma algo te pasa, mírate, ¡estás llorando! —Colocó una mano en su mejilla y limpió sus lágrimas de manera inocente. Emma se tensó por su cercanía. —¿Qué sucede? ¿Alguien te hizo algo? Dime por favor. —Por la mente de Daniel nunca cruzó que ella estaba así por su culpa. Pensó que quizás algún idiota del instituto la encontró en la fiesta y se puso a molestarla, y de solo imaginarlo sintió la ira recorrer su interior. A ella nadie le haría daño, no lo permitiría, pensó.

Emma se percató de que se encontraban solos en ese estacionamiento que era iluminado solamente por la poca luz de provenía de la luna. La música de la fiesta apenas se escuchaba a la distancia y Daniel se encontraba arrodillado con su rostro a muy pocos centímetros del suyo, definitivamente no era una situación correcta, debía correr y lo sabía muy bien.

—Daniel, discúlpame pero yo... yome tengo que ir. —Dijo y se levantó como si de un resorte se tratara, empezó a avanzar sin siquiera mirarlo, provocando que el chico de cabello castaño la mire extrañado por su acción tan repentina.

—¡Emma! —Le dijo con la intención de que se detuviera pero ella no lo hizo. —Emma, por favor espera, no te vayas —Dijo corriendo para alcanzarla y tomándola del brazo con suavidad para impedirle que continúe su camino.

—En serio me tengo que ir Daniel, podemos hablar después —Le dijo Emma con voz asustada, tratando de contener del temblor de sus manos que le provocaron los nervios de toda la situación.

—¿Me tienes miedo? —Dijo Daniel sorprendido al percatarse del ataque de nervios que experimentaba la rubia en ese momento.

"No, Daniel, no te tengo miedo. Le tengo miedo a lo que siento cada vez que estoy cerca de ti" —Pensó, pero no se atrevió a pronunciar palabra.

—Emma, mírame por favor —Daniel se paró frente a ella y con delicadeza tomó su barbilla para que lo mirara. —No tienes que tenerme miedo, yo no te haré daño. No podría hacerte daño nunca —Le dijo mirándola a los ojos.

Emma también miró fijamente a los ojos, ese que estaba parado frente a ella era el Daniel tierno y amable que ella había conocido durante el tiempo compartido en las tutorías, no el Daniel indiferente y rebelde que se estaba mostrando en la última semana.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora