Capítulo 9

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Daniel iba conduciendo a su casa reviviendo en su mente el momento en que Emma lo rodeó con sus brazos, ese abrazo no fue normal. Más que el hecho de que ella lo hubiese apretujado en ese momento, donde estuvo a punto de sufrir un ataque de pánico, lo que lo dejó perplejo fue lo que experimentó a través del contacto: sintió paz, seguridad, amor, comprensión... percibió a Dios.

No sabía cómo explicarlo, pero se sintió como un niño cuando hacía una rabieta, y su padre, en lugar de castigarlo, lo miraba con amor y lo encerraba en sus brazos. Todas las barreras que el dolor había construido en su vida empezaban a tambalearse y no sabía cómo reaccionar al respecto. A través Emma, estaba conociendo una nueva faceta de Dios, una que no lo odiaba, ni se divertía con verlo sufrir.

Emma. De pronto su rostro se dibujó en su mente y sintió un calor abrasante extenderse en su interior. Esa rubia con ojos verdosos que de un momento a otro se había cruzado en su vida y, sin siquiera darse cuenta, le había enseñado demasiadas cosas. Y no, no hablaba de las tutorías. La madurez y la determinación en ella le hacían cuestionarse sobre su propia persona. Toda su vida creyó que era una persona madura e independiente, pero, ahora se sentía como un niño indefenso en un proceso de aprendizaje.

No fue casualidad que el día que soñó con el fin del mundo, sintiera la necesidad de acercarse a ella buscando respuestas. Muy bien pudo haberle dicho a Nana, o a su hermana, pero sintió ir a ella. ¿Por qué? No lo sabía, pero sin duda, iba a averiguarlo.

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Luego de terminar su tiempo de oración y estudio bíblico, Emma se sentó en su cama y revivió lo acontecido esa noche. Daniel, toda la noche podía resumirse en él. Todo lo que sucedió fue muy intenso, al punto de que, incluso ella, se sintió impactada. En la tarde le pidió a Dios que lo tocara y definitivamente él pudo experimentar un toque maravilloso por parte del Espíritu Santo. Verlo así de vulnerable y expuesto fue la confirmación que le había pedido a Dios de si debía ayudarlo, tenía que hacerlo, estaba claro. Sentía que Dios lo había puesto en su camino para que lo guiara, le hablara del amor de Dios, y en el más hermoso de los casos, ganara su alma para Cristo.

No le pasó desapercibida la cálida sensación que sintió su pecho al abrazarlo, pero decidió ignorarlo, seguro fue la impresión del momento.

Fue a su mesita de noche, sacó una pequeña libreta de su colección y escribió: «Libreta de oración, Daniel Myers»

No era la primera vez que tomaba una libreta para orar por una persona específica, de hecho, lo hacía muy a menudo. Tomaba una libreta y escribía sus oraciones a Dios, presentándole la vida de esa persona con la esperanza de que Dios, les concediera la salvación y transformara sus vidas. En su iglesia, había tres personas que estaban sirviendo a Dios, sin imaginar que en un tiempo determinado pertenecieron a su lista y que ella estuvo intercediendo por ellos todas las noches. Lo hacía en secreto y nunca lo publicaba.

Aun conmovida por todo lo acontecido, tomó su pluma y empezó a escribir.

Día 1. Intercediendo por Daniel Myers.

Gracias Señor, gracias porque eres maravilloso y tus obras, Señor, son perfectas. El primer día que Daniel se acercó a mí contándome el sueño que tuvo, jamás imaginé que tú ya tenías preparado todo un plan para ganar su corazón. Perdóname por no darme cuenta antes, pero gracias por darme el privilegio de servir como nexo para tu glorioso propósito en su vida.

Te pido Dios que tu presencia lo inunde y llene todo su ser. Que todo rastro de oscuridad en su alma sea diluido, con el poder de tu luz. Yo he sido testigo en innumerables ocasiones de las grandes maravillas que haces, y confío, oh Padre, en que lo harás otra vez.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora