Capítulo 15

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Emma abrió os ojos con una sonrisa en su rostro, una que no se había borrado de su cara desde la noche anterior, cuando pasó un tiempo increíble junto al castaño.

Al llegar a casa sus padres la cuestionaron e incluso la regañaron, pues ella nunca había llegado tarde y de hacerlo, siempre avisaba. Cuando vieron a su hermana llegar y le preguntaron por ella, su hermana dijo que no la vio en toda la noche, que creyó que ya Emma había llegado a casa, lo que causó aún más inquietud en la pareja de pastores.

Sin embargo, ni siquiera el regaño de sus progenitores logró borrar la sonrisa boba que tenía en su rostro, se sentía feliz. Antes de dormir se arrodilló y le contó a Dios todo lo acontecido, desde que vio al castaño besándose con Kyra, la inesperada declaración amorosa de Francisco y las horas compartidas con el castaño frente a la playa. Entre sonrisas y lágrimas abrió su corazón a Dios y le expresó lo confundida que se sentía.

Hablar con Dios siempre lograba calmarla y llenarla de una paz inexplicable. Amaba la sensación de sentirse escuchada y comprendida por Él, sin importar la situación que le contara.

—¿Estás despierta? —Unos golpes en su puerta se escucharon, era su madre.

—Claro, pasa.

Su madre entró a la habitación y lo primero que notó fue el rostro resplandeciente de su primogénita. La conocía demasiado bien, y por ello, no pasó desapercibido el cambio de su hija en las últimas semanas. Incluso le comentó a su esposo que su hija parecía estar enamorada, pero su esposo dijo que eso era imposible, que Emma no estaba enfocada en esas cosas.

El despiste de su esposo le causó gracia, solo un ciego no notaría el brillo que emanaba de la mirada de su hija. Sin duda ella estaba viviendo la hermosa pero peligrosa etapa del enamoramiento.

—¿Cómo amaneces? —Su madre se acercó sentándose en el espacio vacío de la cama.

—Bien mamá gracias a Dios.

—Quiero que hablemos sobre anoche —Fue directo al grano. Emma sabía que esa conversación llegaría.

—Lo siento mamá, de verdad no miré el reloj, me olvidé por completo del tiempo, perdóname.

—Tranquila, son cosas que a todos nos pueden pasar. Sobre todo en esta etapa que estas viviendo.

—¿Etapa? —Emma la miró confundida.

Su madre sonrió ante su ingenuidad.

—¡Ay mi querida Emma! —Le dijo aun sonriendo. —Te pareces a mí cuando me enamoré de tu padre.

—¿Qué? —Emma la miró sorprendida. ¿Cómo lo supo?

—No tienes que ocultarme nada, cariño. Soy tu madre, pero también soy tu amiga, lo sabes. Yo sé que estás enamorada, llevo días observándote para llegar a esa conclusión.

—Mamá, yo... —Emma no sabía que decir. Era obvio que pronto tendría que tener esa conversación con ella, pero nunca imaginó que sería tan rápido.

—¡Oh Dios mío, Emma! —Su madre sonrió emocionada —¡Mírate! ¡Estás roja como un tomate!

—¡Mamá! ¡Ya basta! —Dijo avergonzada, tomando su almohada y colocándola sobre su rostro.

Su madre sonreía a carcajadas. La escena era demasiado graciosa.

—¿Cómo se llama? —Le preguntó.

Emma se quedó sorprendida de la tranquilidad con la que su madre trataba ese tema que a ella tanto le alteraba —Myers. Se llama Daniel Myers.

—¿Ese no es el niño de doña Rosa? Tengo entendido que desde la tragedia ella se hizo cargo.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora