Capítulo 5

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«Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes. El Señor lo afirma» (Isaías 55:9)

Emma pasó el resaltador con suma delicadeza sobre su Biblia para destacar ese versículo que tanto significado tenía. Sin duda alguna había muchas cosas que ella no lograba comprender, pero tenía claro que no siempre tenía que hacerlo, en la mayoría de los casos solo necesitaba confiar en Aquel que tenía el control de todas las cosas.

Como un niño al que su padre le enseña a andar en bicicleta, empieza a pedalear sabiendo que en cualquier momento puede caer de lleno al piso, pero confiando en que su padre, quien lo sostiene, no dejará que eso suceda. En eso consiste la fe, en que si Dios dice «salta», hacerlo sin preocuparse en cómo será la caída o si un paracaídas se abrirá para amortiguarla. La fe es un salto a ciegas.

Emma se encontraba concentrada en su estudio bíblico, uno de los momentos que más disfrutaba era ese, cuando en el receso podía sentarse en el último asiento de la tercera fila de la biblioteca a estudiar un poco la Palabra de Dios. Aunque siempre estaba dispuesta a hablar y servir a todos, la joven no tenía muchas personas a las que pudiera considerar sus «amigos». Solo su hermana, su amiga Stephanie y algunos jóvenes de su iglesia con los que a veces compartía buenos momentos.

Un ruido lejano hizo que detuviera su lectura, le dio un sorbo a la limonada que había comprado y giró la cabeza buscando el origen del mismo. En el segundo asiento de la primera fila del amplio espacio dedicado a los libros, pudo visualizar a una chica que tenía su cabeza escondida en la mesa. El ruido volvió a repetirse, eran sollozos. La joven estaba llorando. Emma observó la escena por un segundo, la biblioteca estaba casi vacía, a excepción de ella, la chica que lloraba y un par más, nadie había decidido ir a leer ese día.

Sin dudarlo cerró su Biblia, recogió sus cosas y se acercó. La joven pareció no percatarse de su presencia así que Emma puso una mano en su hombro y con mucha tranquilidad comenzó a sacudirla. La joven levantó el rostro dejando a descubiertos sus ojos hinchados y su maquillaje corrido por tanto llorar. — ¿Se te perdió algo nerd? —Pronunció con un tono bastante agresivo.

Emma ni siquiera se inmutó, conocía perfectamente la conducta enojada que muchos presentaban al verse frente a frente a situaciones difíciles y no saber cómo actuar para solucionarlo. «Si tan solo supieran que existe alguien dispuestos a ayudarlos, despojarlos de sus cargas y darles un propósito»

—No se me perdió nada, solo quería saber si estabas bien —Dijo con una voz demasiado dulce. Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de la joven frente a ella, pero de desvaneció de inmediato.

— ¿Y eso como por que te importa? ¡Lárgate y déjame en paz! —Gritó. Pero contrario a lo que la chica le pidió, Emma se sentó frente a ella y puso una mano sobre la suya mirándola con un amor y una compasión que la dejaron estupefacta.

No supo cómo reaccionar, nunca antes alguien se había preocupado por ella ni se había interesado en saber lo que le ocurría. Sin embargo, esta joven se encontraba ahí, frente a ella, con una actitud de «no me voy a mover hasta que hables conmigo» y de pronto, sintió un gran deseo de desahogarse con ella.

La había visto muy pocas veces, lo más seguro es que no se vuelvan a cruzar, así que le diría todo esperando no volver a verla. —Estoy embarazada. —Dijo bajito como si ni ella misma quisiera escucharse. Miró a Emma esperando ver juicio en su rostro, pero no lo halló. Esa mirada compasiva seguía estando ahí.

— ¿Quieres hablar? —Emma preguntó apretando su mano para animarla. La joven al principio dudó, pero sin poder contenerlo más... lo dejó salir.

Justo a Tiempo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora