Era una noche tranquila de esas en las que los artistas encuentran musa solo con pararse frente a la ventana y mirar hacia la luna mientras el silencio de la noche creaba inspiración. Daniel se encontraba durmiendo plácidamente en la oscuridad de su habitación, la calma que peinaba el sitio era casi perfecta de no ser por el horroroso estruendo que se abrió paso en el silencio y estremeció todo el lugar. Como si de un resorte se tratara el joven se incorporó de manera automática sentándose en su cama espantado. ¿Qué había sido ese ruido?
Aún adormilado colocó una mano en su pecho haciendo un esfuerzo sin éxito de calmar las palpitaciones agresivas de su corazón, estaba asustado. Miró a todos lados tratando de deducir de donde había provenido el estrépito pero sus ojos no alcanzaron a ver más allá de la intensa oscuridad que arropaba el lugar. Tentó varias veces sobre las sábanas que cubrían su cama tratando de encontrar su móvil sea donde sea que se haya quedado cuando el cansancio del día le pasó cuentas a su cuerpo la noche anterior y cayó rendido en los brazos de Morfeo.
Cuando sus palmas por fin dieron con algo duro las entró por debajo de las sábanas y tomó el aparato en sus manos pero justo cuando presionó en botón para encender la pantalla y confirmó que eran unos pocos minutos pasados de las tres de la mañana el estruendo se hizo presente de nuevo. Todo su cuerpo se sacudió de manera violenta al punto de que de no ser por la luz que se miraba en el piso no hubiera sabido donde fue a parar el aparato que segundos antes sostenía. Sin poder controlar el temblor que los nervios provocaban en sus manos, saltó de la cama y se acercó a la ventana, una vez la abrió le sorprendió ver que la oscuridad cubría hasta el mínimo espacio en el exterior, sus ojos no alcanzaron a ver nada, sin embargo otro ruido similar a gritos y lamentos de una multitud sufriendo lo alertaron. Algo estaba mal, sin duda.
Sin más, guiado por la débil luz que le proporcionaba su celular atravesó el pasillo hacia la habitación de su hermana, no había tiempo para respetar la privacidad que su melliza siempre le exigía, lo único que interesaba era que ella estuviera bien, así que sin dudarlo abrió la puerta con tanta fuerza que provocó que la misma se estrellara contra la pared, pero su sangre se congeló cuando no la vio en su cama. «Cálmate, seguro escuchó el ruido, se asustó y se fue a la habitación de Nana como siempre hace» se dijo a sí mismo en un intento por auto tranquilizarse pero fracasó, ya su mente estaba imaginando escenas peores que las que salían en los episodios de mentes criminales.
A diferencia de la prisa con la que fue a la habitación de su hermana esta vez se dirigió al cuarto de Nana caminando despacio, con miedo, temiendo lo que podía encontrarse tras la puerta. Con sus manos aun temblando giró lentamente la manilla y Daniel estaba seguro que pudo sentir el instante preciso en que su corazón se detuvo.
No estaban. La cama de Nana estaba vacía. ¿Dónde estaban? ¿Qué sucedía? ¿De dónde provenía el ruido? ¿Sería una broma? ¿Las habrían secuestrado? ¿Quién entró a la casa? ¿Por qué? Su mente empezó a generar cientos de preguntas en menos de un minuto llevándolo al borde de un ataque de pánico.
Por otro lado, el ruido, los gritos y los murmullos desesperados no se detenían. La incertidumbre estaba haciendo su labor consumiéndolo con lentitud, revisó la sala, la cocina y los otros departamentos de la casa y tampoco estaban en ninguno. No había rastro de ellas y mucho menos había una nota que dijera que no iban a estar. Al quedarse sin opciones donde buscarlas en la casa, ya desesperado y con la respiración agitada, abrió la puerta.
Una potente ráfaga de viento le dio la bienvenida al exterior y lo que vio acabó de paralizarlo por completo, entró en un estado de shock de tal modo que tuvo que apoyarse del umbral de la puerta para no caer de lleno al piso. El sudor que corría en su cuerpo de pronto se volvió frío y las náuseas hicieron su acto de presencia.
En medio de la intensa oscuridad, alcanzó a ver personas gritando y corriendo desesperadas de un lado a otro. Algunos estaban arrodillados con el rostro sobre la tierra, otros gritaban a todo pulmón llamando a sus madres, padres, esposas, hijos, etc. otros lloraban amargamente gritando cosas incoherentes mirando hacia arriba, habían vehículos estrellados, muchos de ellos encendidos en fuego. ¿Qué era todo eso? Se preguntó mentalmente, pero su subconsciente le respondió que de hecho él ya conocía la respuesta. Era el fin.
De repente comenzó a correr. No se había dado cuenta que estaba descalzo y solo llevaba puesto un pantalón hasta que el frio chocando contra su cuerpo le hizo estremecer. Aun así siguió corriendo desesperado sin saber a dónde iba.
—!Nooooo! ¡Nooooo! —Empezó a gritar de manera involuntaria. Todo estaba oscuro, todo era pasaba muy rápido, las personas chocaban unas con otras y el ruido no cesaba. Una sensación desagradable le llenó el pecho y pudo sentir como un río de lava corría por su interior. Finalmente decidió rendirse y aceptar la realidad que tanto había estado evitando aceptar el fin había llegado y él se había perdido.
Cómo si el dolor el su pecho no fuera suficiente, su mente lo torturaba proporcionándole miles de recuerdos a la vez: su hermana invitándolo a la iglesia, los religiosos entregándole esos papelitos en la calle, Nana leyéndole la biblia algunas noches, uno que otro profesor hablando de Dios en el aula y muchas otras ocasiones en las que tuvo una oportunidad de arrepentirse y no la aprovechó.
Una oportunidad. Si tan solo pudiera tener una más la aprovecharía esta vez, sin lugar a dudas. Las lágrimas caían como cascada en sus mejillas y sin poder aguantar el dolor que le sofocaba el pecho pronunció: — ¡Perdóname Dios! ¡Por favor perdóname! Solo dame una oportunidad Señor, solo una, prometo hacer caso esta vez.
Esas fueron sus últimas palabras antes de poner su rostro en el suelo y llorar amargamente.
—Ya es tarde —De pronto una voz potente, como si fuera un trueno, retumbó creando un eco en todo el lugar —Ya es muy tarde — continuó repitiendo la voz. '
Entonces despertó.
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Justo a Tiempo (Libro #1)
SpiritualNo odiaba a Dios, pero tampoco simpatizaba con el. Ya que ese ser al que todos decían amar, había sido el principal causante de todas sus desgracias. Sin embargo un día tuvo una experiencia sobre natural que lo dejó perplejo y con miles de dudas en...