11| Una Caída Suave

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Rose Collins.

La casa estaba en completo silencio con excepción de la sala donde encendí el televisor, los chicos se fueron a dormir temprano hoy y Eros desapareció en la tarde. No atendía a mis llamadas, tampoco leía los mensajes y yo no estaba segura si debía cerrar las puertas con llave o esperarlo.

De todas formas, el clima en la casa cambió durante la tarde. Ryan estaba con un humor insoportable, Foster y Sean trataban de aliviar el ambiente pero era inútil. Como siempre, yo no sabía qué ocurrió entre ellos para que las cosas cambiarán en un abrir y cerrar de ojos, de cierta forma me sentía fuera del grupo en esos momentos. La típica escena donde todos saben lo que pasa menos tú, el horrible sentimiento de estar fuera de lugar.

Mordí mi labio inferior antes de bajar la mirada a mi móvil, estaba nerviosa y preocupada. ¿Y si tuvo una pelea con Molly? ¿Qué pasaría si discutieron entre ellos? No, es imposible. Esos chicos son tan unidos que incluso el pensamiento de una posible discusión me parece ridículo.

Las luces del coche se reflejaron en la ventana de forma que me puse de pie al instante, escuché  la puerta al cerrarse y luego silencio. Fruncí el ceño y miré por la ventana al chico que estaba apoyado contra el coche con un cigarro entre los dedos, la mirada de Eros estaba en otro punto lejano a la casa.

— Imbécil.— susurré, sintiéndome ridícula.

Apagué el televisor y encendí la linterna del móvil para no tropezarme, ilumine las escaleras con sumo cuidado cuando la puerta se abrió dejándome ver a Eros quien se quedó paralizado al igual que yo. Ambos nos miramos como unos idiotas por varios segundos hasta que él se aclaró la garganta, siguió la escalera con la mirada antes de volver su atención a mis ojos.

— ¿Qué haces despierta?.— preguntó.

¿Preocupándome por nada, tal vez?

— Fui a beber agua.— mentí.— ¿Recién vuelves?

Claro que sí, idiota.

— Sí, tenía algunas cosas que hacer...— se rascó la nuca y fruncí el ceño.— ¿Te interrumpí?

— No, de hecho, no podía dormir.

Su móvil comenzó a sonar indicando una llamada y él me hizo una seña para que lo esperará, salió nuevamente por la puerta principal y atendió al llamado mientras que yo intentaba buscar posibles respuestas a los escenarios imaginarios que llegaban a mi mente. Mejor preparada que al descubierto, mi lema favorito.

Miré mis pantuflas con desinterés cuando la puerta se abrió y Eros se asomó, abrió sus labios para decir algo pero luego los cerró, hizo el mismo movimiento al menos cinco veces hasta que dejó abierta la puerta y caminó hasta mi para extenderme su mano.

— A la mierda.— susurró a mitad de camino.— ¿Quieres venir conmigo? Tengo que hacer algunas cosas y como no puedes dormir... Podríamos quedarnos despiertos juntos.

— ¿Eh?.— murmuré sorprendida y tomó mi mano.— Pero... Estoy en pijama.

— No es necesario que bajes del coche.

— Y en pantuflas.

— Si no quieres venir dímelo, no necesito excusas.— rodó los ojos ganándose un golpe en la cabeza, él me miró molesto.— ¿Qué demonios creés que haces?

— Si te enojaste con otra persona no te desquites conmigo, ¿Entendido? —lo regañé

Una sonrisa divertida cruzó sus labios antes de acercarse un paso a mi, su rostro se acercó al mío por lo que retrocedí hasta que mi cintura golpeó el barandal y comencé a rezarle a todos los santos que esto no estuviera pasando.

Pequeño Demonio: Enamórame ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora