REC 18

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De regreso a la habitación para recoger al gatito y sus cosas, YiBo iba por el camino insistiéndole a Zhan para que se quedase toda la noche con él hasta la hora de ir al trabajo. Acompañaba sus palabras con gestos y mohines graciosos que le hacían sonreír mientras le pasaba la mano cariñosamente por la cara. Le estaba costando mucho decirle que no pero se mantuvo firme. Ese tontito ya se había olvidado de lo que dijo antes: "¿por qué me lo consentías todo?" y, ahora, necesitaba tenerlo muy presente para hacer que se diera cuenta de las cosas y siguiera madurando. Le puso un dedo en los labios para hacerle callar sin perder la sonrisa.

-Elige un nombre para el gato, le dijo mientras él le miraba con los ojos muy abiertos.

¿Se resistía a sus encantos?, ¿cómo era posible? De todos modos, le apretó contra su pecho y se quedó pensativo; luego, desplegó una gran sonrisa: "Fèn sé Xin" (corazón de color rosa), "FenXin" (corazón rosa), exclamó triunfante. Zhan dejó escapar unas risitas, no podía haber un nombre mejor, le dijo antes de besarlo largamente en los labios. Después, bajando en el ascensor, aun tuvo que aguantar sus caprichosas quejas por no querer quedarse con él hasta la mañana. Buscaron un taxi, cargaron todo y, cuando estaba a punto de darle la dirección de su casa al conductor, obligó a YiBo a retirarse, no quería que la escuchara. Volvió a renegar y a hacer reír a Zhan pero, se giró obediente mientras comenzaba a andar en dirección al aparcamiento del hotel a buscar su moto. Miró por encima del hombro y lo vio partir. Tenía el corazón oprimido; sus inseguridades lo detenían, lo agobiaban. ¿Y si no conseguía recuperarlo? Los fantasmas del pasado se arremolinaban de nuevo a su alrededor en la soledad de aquel aparcamiento pero, venció su miedo, aspiró profundamente y no dejó que las lágrimas acudieran a sus ojos; tenía que ser fuerte, luchar por él y demostrarle todo lo que sentía por lo que, al salir, marcó su número y enseguida obtuvo una respuesta:

-Quería desearte las buenas noches, pero varias veces.

Le oyó reír.

-Está bien, hazlo.

-Enseguida que desapareciste se me encogió el corazón, tengo mucho miedo de perderte y aun no te he recuperado.

Zhan guardaba silencio, le creía y los ojos se le llenaban de lágrimas mientras el taxista le miraba por el retrovisor.

-¿Qué puedo hacer?, insistía YiBo.

-Podemos comer juntos el martes, ¿te parece bien?; elige tú el lugar y estaré allí.

-¡Sí!, le escuchó decir eufórico. Te llamo luego para decirte donde y, si no puedo, lo haré mañana por la mañana. ¿Falta mucho para que llegues a tu casa?

Rió divertido por su ingenuidad; seguro que estaba intentando calcular distancias.

-Sí, aun no estoy ni a mitad de camino.

-Está bien, te llamo dentro de un rato, no te duermas.

-No lo haré, descuida.

Suspiró al colgar. Se estaba dando cuenta de que era como un niño grande y vanidoso, aunque con gracia, sin maldad y ahora eso no le molestaba en absoluto. No había reparado en ello antes porque lo escondía; trataba de portarse como un adulto responsable, al menos con él porque, cuando estaba por ahí de fiesta, era todo lo contrario. Por eso, YiBo tal vez se imaginó que, esa faceta de su carácter, a él no le iba a gustar porque lo quería mucho más maduro y serio y, no sabía ahora si también estaba tratando de complacerle, de imitarle, comportándose del mismo modo al entrar en casa.

FenXin comenzó a maullar bajito dentro de la cesta, lo que lo sacó de su ensimismamiento y abrió la tapa. Ahí estaba, mirándole con los ojitos bien abiertos, sentado en sus patas traseras. Le sonrió con ternura mientras lo cogía para mimarlo un poco y eso le calmó. Estaban a punto de llegar a su apartamento. Una vez allí, fue con la camita arriba y abajo buscando el mejor sitio para ponerla y, al final, acabó instalándolo al lado de la suya, donde pudiera verle y, tras ponerse el pijama y acostarse, antes de apagar la luz para dormir, sonó el teléfono. Un YiBo sugerente y sexy, soltando suspiros y gemidos como si estuviera en una peli porno, le deseó las buenas noches. Zhan rió mientras subía al gatito a su cama para tenerlo junto a él. Definitivamente, ese era el mejor lugar y, sin dejar de reír, le preguntó:

-No me digas que estás mast...

Y antes de que acabara la frase, escuchó una sonora carcajada a la que se unió mientras le daba las gracias de nuevo por los regalos y le deseaba las buenas noches de su parte y de la de FenXin.

A las 8,30 de la mañana, camino del trabajo, recibió otra llamada de YiBo para desearle los buenos días entre palabras bonitas y amorosas. Se ruborizó como un colegial y se puso muy contento pero, desconfiaba, no podía evitarlo. Se preguntaba cuánto le iba a durar esa amabilidad y las atenciones, cuándo se iba a cansar y a volver a las andadas. Decidió no hacerse demasiadas ilusiones a largo plazo y aprovechar cada momento, el día a día porque, de lo único que estaba seguro era de su amor por él y eso si que no iba a cambiar.

Por su parte, YiBo se sentía muy motivado por recuperar a Zhan sin pensar demasiado, sin reflexionar en profundidad, por lo menos hasta ese mismo momento y se sorprendió mucho al hacerlo cuando se planteó de nuevo si iba a ser capaz de mantenerse firme en sus propósitos, si no iba a desistir al alargarse la espera o a comportarse como antes conforme fuese pasando el tiempo y Zhan se decidía a volver con él. ¿Se aburriría otra vez con la rutina de la convivencia? Se asustó y se angustió porque no tenía respuestas, lanzando ruidosamente con enfado el bolígrafo que tenía en la mano contra la mesa ante la mirada sorprendida de sus compañeros de trabajo; era muy raro ver al Sr. YiBo así, sin ganas de chistes, bromas o cotilleos hasta que, una de las secretarias, se dirigió hacia él para llevarle a la máquina de cafés, le invitó a uno y fueron a la salita de reuniones para estar a solas.

¿Qué te pasa?, le preguntó la chica.

SOBREVIVIR A TODAS LAS MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora