REC 1

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Acababa de apagar la luz de la mesilla para disponerse a dormir cuando sonó el teléfono móvil. Era casi la una de la madrugada por lo que se apresuró a descolgar un poco inquieto por lo intempestivo de la hora; ni siquiera miró quien llamaba.

-¿YiBo?, escuchó del otro lado y reconoció la voz.

-Dime Anne, ¿qué pasa?, ¿estás bien?

-Sí, no te preocupes, le respondió mientras sonaba una música estridente de fondo. Espera, voy a cambiar de lugar, aquí hay demasiado ruido y apenas te oigo. ¿Sigues ahí? preguntó, ¿estás en la cama?, ¿solo o acompañado?, rió al decir esto

-Sí, estoy solo y a punto de dormirme; dime qué pasa.

-¿Sabes qué día es hoy?

Claro que lo sabía, se acordaba muy bien de la fecha, 15 de julio, su décimo aniversario con Xiao Zhan, aunque hacía algo más de dos años que se habían separado, ya no vivían juntos ni tenían ningún contacto o relación, ni siquiera como amigos. Tampoco fue una separación traumática porque, su convivencia estaba tan dañada que, marcharse cada uno por su lado parecía lo más natural del mundo.

-Lo sé, ¿eso es todo lo que querías decirme?

-No. Estoy en la discoteca Exodus con tu ex.

-¿Te ha pedido él que me llames?, sabes muy bien que no tenemos nada que decirnos.

-No sabe que estoy hablando contigo. Está dentro, sentado en uno de los reservados completamente borracho. Me llamó esta tarde porque quería salir y, a partir de la tercera copa, no ha dejado de hablar de ti ni un solo instante.

-Llévalo a casa en un taxi; mañana ya no se acordará de nada, sólo tendrá resaca.

-Eres un cabronazo, rió ella de nuevo.

-¿Yo?, ¿acaso no recuerdas todas la putadas que me ha hecho? Lo dejamos, se marchó y punto. No ha venido a buscarme desde entonces, así es que, estará bien a su aire.

-Tienes parte de razón y sabes muy bien que yo no me meto ni me meteré en lo vuestro, intento ser imparcial y estoy del lado de ambos, os quiero por igual pero, creo que, esta vez, tenéis que daros una tregua para hablar, unas horas al menos.

-Si está borracho va a ser inútil.

Ella soltó una carcajada divertida.

-Te diré una cosa, aunque me toque ser desleal con él; esta no es la primera vez que se emborracha conmigo por tu causa. Os quedan pocos amigos comunes, tu cambiaste tu número de teléfono y tu dirección y yo jamás se lo dije porque tú me lo pediste, lo sabes muy bien, no te traicioné pero, no puedo pararle cuando me busca para saber de ti, no voy a hacerlo, no le daré la espalda nunca y, como sigo sin decirle dónde estás, aprovecha para intentar sonsacarme y, como no lo consigue, acaba llorando tu ausencia y contándome sus penas sin ti. Tú también lo has hecho alguna vez; escuché tus quejas y reproches sin rechistar, te consolé y traté de animarte lo mejor que pude. Por eso, creo que me debes más de una.

-No quiero encontrarme con él.

-¿Por qué? ¿de qué tienes miedo? Si estás tan seguro de que no quieres verle ni estar con él, despídelo de nuevo después de que hayáis hablado. Mira, jugamos con ventaja; le he dejado en el reservado tan bebido que, lo más probable es que esté durmiendo la cogorza. Llamo a un taxi y le pido al conductor que me ayude a subirlo; le doy la dirección del hotel que tú me digas y lo recoges. No va a saber ni dónde está hasta el que se le pasen los efectos del alcohol y será en un terreno neutral. Si de verdad está todo destruido entre vosotros y ya no tiene remedio, las cosas seguirán como siempre. ¿no te parece una idea genial?

-Estoy en la cama y con el pijama puesto; no me apetece nada volverme a vestir para estar con ese idiota un rato.

-¿Mando al taxi ahí entonces?, le dijo ella con sarcasmo.

¡No!, déjalo. Dame diez minutos; estaré en el hotel Orchid esperándoos.

-¡Oh!, ¡qué romántico! Yo no pienso acompañarle, me quedo con mi ligue; estaréis solitos.

Él rió esta vez. Era un lugar encantador, lo suficientemente pequeño y privado como para poder gritarse con tranquilidad y no estaba lejos de su apartamento. No sabía por qué había elegido ese precisamente pero, así era todo con Zhan: situaciones imprevistas en lugares poco comunes y con un cierto aire tradicional.

-¿Qué haces?, ¿te quedaste mudo?

-¡Cállate!, ya arreglaremos cuentas tu y yo más adelante por el lio en que me estas metiendo.

-Tal vez me lo agradezcas, ¡quién sabe!

-Te dejo, voy a vestirme antes de que me arrepienta.

-Te quiero, gruñón. Hablaremos en cuanto puedas.

-Yo también te quiero, celestina de pacotilla.

Aun la escuchó reír antes de colgar.

Se levantó y se dirigió al armario. Estaba empezando a ponerse nervioso. Hacía más de un año que no había visto a Zhan y fue de pasada. Él iba acompañado por un hombre de mediana edad, tal vez un cliente y casi se dieron de bruces a las puertas de un edificio de oficinas. Salía al mismo tiempo en el que él entraba y, al estar frente a frente y quedar parados mirándose, no tuvieron más opción que saludarse educadamente y continuar cada uno 'por su camino. Desde entonces, nada de nada porque, como le había dicho Anne, ante los poquísimos amigos comunes que les habían quedado, apenas dos o tres, evitaban preguntar o hablar del otro.

Sin darse cuenta, estaba eligiendo cuidadosamente lo que se iba a poner; deseaba estar atractivo, tal vez irresistible y sexy aunque no le diera la gana reconocerlo en ese instante y, cuando se sintió satisfecho, tomó la última cazadora que se había comprado aún sin estrenar junto con el casco y se dirigió al aparcamiento del sótano a buscar la moto.

Durante el trayecto, que apenas duró diez minutos, un poco menos que si lo hubiese hecho a pie pero, como era sábado, había bastante tráfico a esas horas todavía y muchos semáforos en rojo en los que tenía que detenerse. De todos modos, tampoco tenía puestas muchas esperanzas en ese encuentro, y menos con Zahn bebido. Así, le servía de excusa para alejarse y despistar cuando... ¿Cuándo qué?

SOBREVIVIR A TODAS LAS MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora