Problemas primarios

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Martín tiene seis años, está sentado en la alfombra de la casa, su madre trabaja para terminar su tesis, y sabe que Martín entró a la primaria hace poco y necesita conseguirse un mejor empleo, por lo que si no hace bien este proyecto final, todo se irá al carajo.

- Martín, amor, puedes pasarme el folder que está en la mesa? el de la derecha - dijo la mujer señalando hacia la respectiva mesa.

-Si, mami- dijo el pequeño dejando sus crayones a un lado para acercarle el folder, se paró frente a la mesa y su cerebro se paralizó - el de la derecha? - dijo volteándose a su madre que asintió con una sonrisa, Martín tomó uno de los folders - este? - le dijo a su madre mostrándoselo al frente a su cara.

-El de la derecha, Martín - le dijo risueña pensando que el pequeño se había equivocado, pero Martín realmente no era capaz de distinguir entre izquierda y derecha.

La mujer lo pasó por alto, después de todo, los niños suelen confundirse en esta clase de cosas, no?

Pasaron un par de meses, Martín apenas aprendía a escribir, se suponía que ya debía saber hacerlo, pero ahí estaba luchando por escribir: "borrego" en lugar de "dorrego"

-Martín, borrego va con "b" no con "d" - dijo la maestra borrando la palabra para que el pequeño pudiera volver a hacerlo pero solo logró que escribiera "borreto"

La maestra irritada pensó que era una broma, y que solo quería burlarse de ella, lo mando a la dirección donde llamaron a su madre.

-Martín, qué pasó? - le dijo su madre entrando a la oficina.

-La maestra se enojo porque no pude escribir borrego - dijo con una ligera tristeza en la voz.

-La maestra asegura que se burla de ella cambiando letras en todos sus ejercicios - dijo el director dejando el reporte en la mesa.

-Es que yo no lo hago a propósito! - se defendió Martín aún sentado en la silla.

-Vámonos Martín - le dijo estriándole la mano para que la tomara.

-Señora Vargas, aún hay temas que tocar - dijo el director parándose e su escritorio.

-No, no hay nada de que hablar porque cambiaré a mi hijo de escuela - dijo dándose la vuelta y dando un portazo detrás de ella.

-Iré a otra escuela? - Le preguntó el pequeño mientras caminaban a la salida.

-Si, mi amor, me perdonas? - dijo poniéndose de cuclillas cuando llegaron al auto.

-Por qué? - Estaba confundido.

-Por alejarte de tus amigos, por no haberte puesto la atención que necesitas... por... no darme cuenta antes - se sentía tan culpable en ese momento, miró la imagen de su hijo con esa mochila mucho más grande que él, pero con una sonrisa en el rostro, ese brillo en los ojos, lo abrazó y después terminó mirándolo a los ojos - No te sientas mal por esto, no es tu culpa, es mía, si no hubiera sido tan torpe, no tendrías que pasar por esto- le dijo acariciandole la mejilla

-No digas eso mami, nadie tiene la culpa - le dio un abrazo y asintió con la cabeza, pero dentro de ella se culpaba por lo que le pasaba a su hijo, solo faltaba que un especialista se lo confirmara, pero era más que obvio que Martín tenía dislexia y su madre se culpaba a ella y a su temprano embarazo de ello.

Los años pasaban, Martín se aisló del mundo para evitar que le juzgarán, no tenía muchos amigos, pasaba los recesos estudiando. Le costaba memorizar las cosas, así que se esforzaba mucho para conseguirlo. No parecía que su problema le afectara, lo había estado llevando bastante bien. Pero entonces llegó la universidad. Su sueño siempre había sido estudiar fuera del país. Irse a empapar de la cultura del mundo, y muy secretamente alejarse de su madre aunque fuera por un rato, empezar de cero, y esa universidad se lo permitía. El nivel era muy alto, sabía que ya no podría conformarse con solo estudiar en sus ratos libres. Necesitaba un tutor que le brindara su apoyo. No dudo en pedirlo a la escuela, sabía que tomarlo por fuera implicaría involucrar a su madre. Y era lo último que quería hacer.

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