𝐅𝐫𝐢𝐝𝐚𝐲'𝐬 𝐂𝐡𝐢𝐥𝐝 ━━ 𝐷𝑟𝑎𝑐𝑜 𝑀𝑎𝑙𝑓𝑜𝑦

𝟐:

No esperaba volver a verlo ni a tener noticias de él. Draco y Juno apenas se reconocieron en el castillo. Si se miraban a los ojos, ninguno mostraba signos de haber hablado alguna vez. No es que a menudo estuviera rodeada de sus compañeros de clase. El pensamiento del viernes anterior se sintió casi como un sueño febril, y se preguntó si todo había estado en su cabeza. Pero, luego consideró lo extraña que sería esa imaginación, incluso para ella misma; nunca había pensado en Draco entes de eso. Estaba segura de que solo había fumado hierba, nada más que la cantidad habitual, y la cultivó ella misma para saber que no estaba mezclada con nada. Perpleja, se encogió de hombros ante la idea, concluyendo que la reunión había ocurrido, pero que era solo un mero y fugaz cruce de caminos- han sucedido cosas más extrañas.

Por segunda vez en la vida de Juno, Draco Malfoy la sorprendió cuando apareció el viernes siguiente.

Había estado completando un ensayo de pociones que Snape les había preparado, tratando de no distraerse con el diricawl que le dio un codazo en la pierna, suspirando por afecto. El pájaro desapareció rápidamente cuando escuchó pasos que se acercaban, aunque todavía podía sentirlo acariciando su hombro.

—No te preocupes, seguro Hagrid, nadie más viene tan lejos. —aseguró, estirando la mano y rascando el pico de la criatura invisible.

—No es Hagrid. —respondió una voz que se estaba volviendo demasiado familiar. Ella miró hacia arriba, casi sorprendida al ver los ojos plateados que la miraban fijamente. Estaba absolutamente segura de que Draco no volvería a aparecer.

—Oh, hola, Draco. —sonrió suavemente, —Dirk, este es Draco, vamos, no tienes que esconderte, no te hará daño. También es un mago - enséñale Draco.

—¿Qué? —preguntó Draco, estupefacto. Ella no pudo evitar reírse ante su rostro confundido, y él no pudo evitar la sonrisa que asomó por su rostro mientras la miraba.

—Solo, haz una llama en el extremo de tu varita, ya verás.

—Bien, está bien. —dijo arrastrando las palabras, sacando su varita, —incendio.

Una pequeña llama se encendió en la punta de su varita. —Mira. —tarareaba Juno, rascando la cabeza invisible de Dirk, —vamos, me harás parecer extraña, tengo una reputación que mantener.

Draco no pudo evitar la risa que brotó de sus labios ante su broma. Ambos se detuvieron en seco, la mano de Draco se llevó la mano a la boca mientras la mandíbula de Juno caía. —¡Te acabo de hacer reír! —casi chilló.

—No- nop. No, no lo hiciste. —protestó.

—¡Lo hice! Hice reír al Draco Malfoy. El heredero Malfoy, el príncipe Slytherin, el hombre de piedra de corazón frío - ¡Te hice reír! —ella se rió de buena gana, su tono estaba mezclado con alegría y sorpresa.

—Oh, cállate. —resopló, deslizándose por el tronco del árbol para sentarse a su lado. Saltó cuando sintió que algo empujaba su hombro, y saltó aún más cuando se dio la vuelta y se dio cuenta de que estaba al lado de un diricawl, una criatura sobre la que solo había leído.

—Ves. —se encogió de hombros, —no estoy loca.

Cuando la criatura se fue, se quedaron en silencio. No era nada incómodo, se sentía seguro, tranquilo, como si las palabras hicieran añicos la burbuja que los rodeaba. Su presencia pronunció palabras que sus bocas nunca pudieron. Solo estar al lado de alguien, después de toda una semana de interacciones vacías, caer en un gran vacío de soledad, sin expectativas, sin necesidad de fingir, se sentía bien.

Después de un rato, metió la mano en el bolsillo interior de su bata y sacó una botella cara de whisky de fuego.

—Mi padre. —se encogió de hombros, tomando un trago antes de pasárselo a ella. —Tiene una bodega completa, no pensé que echaría de menos algunas botellas.

Ella tomó un trago, abrazando el ardor del alcohol, ofreciéndole una dulce sonrisa mientras se lo devolvía. Una vez más, se tomó el tiempo para estudiar sus rasgos, su expresión impasible, el ceño fruncido levemente mientras bebía en cada centímetro de su rostro. Se preguntó para sí mismo, de nuevo, cómo nunca había notado a una chica tan hermosa en tan cerca.

—¿Tus amigos no se preguntarán dónde estás? —preguntó, tomando otro trago de la botella, tirando de las briznas de hierba debajo de ella. Su voz era eufónica, melódica y dulce, pensó que le sentaba bien.

—¿Que amigos? —él resopló, quitando la botella de sus manos y tomando otro trago. Ella frunció el ceño ante esto, escudriñando su rostro con tanta fuerza que se rompió bajo su mirada y miró hacia otro lado.

—Estás rodeado de amigos, Draco-

—Ninguna de esas personas son mis amigos. —escupió con una risa venenosa, —me admiran o me temen. Se sienten atraídos por mi apellido, pero amigos, no lo son.

—Oh. —se encogió de hombros, indiferente como siempre, volviendo su cuerpo hacia el lago, —está bien.

—¿Qué hay de tus amigos? —él replicó, ella se rió en respuesta.

—¿Mis amigos? —ella se rió, —Sabes la respuesta a eso, Draco-

—Debes tener algunos amigos, conocidos, al menos.

—La mayoría de las veces me mantengo para mí misma. —tarareaba, —me siento junto a la gente en el Gran Comedor y en clase, y a veces charlo con mis compañeras de dormitorio, pero ellas piensan que soy extraña.

—No sé de dónde sacan esa idea- —bromeó. Sintió un cálido zumbido fluir a través de ella al verlo relajarse y divertirse; solo lo había visto con el ceño fruncido grabado en su rostro, gritando insultos a otros estudiantes en los pasillos; nunca había esperado que él la dejara ver su lado tan gentil y amable tan fácilmente. Una vez más, consideró el hecho de que podría estar soñando.

—¿Draco Malfoy acaba de hacer una broma? —ella se rió. Puso los ojos en blanco, su rostro se relajó con su habitual sonrisa severa, incapaz, sin embargo, de omitir el brillo juguetón en sus ojos.

—Debe ser el alcohol.

—Es bueno verte así. —suspiró, él se volvió hacia ella, una expresión inquisitiva se apoderó de sus rasgos, —siempre pareces tan alterado y enojado en la escuela, es bueno ver que te diviertes.

Su cuerpo se puso rígido ante sus palabras, mirando hacia el cielo, ahora oscuro, iluminado solo por las estrellas y la luna. No debería estar haciendo esto, jugando con el fenómeno de la escuela, actuando como si disfrutara de su compañía. Eso era ridículo, y si su padre alguna vez se enterara, se aseguraría de no volver a hablar con su hijo nunca más. Se sintió enfermo incluso pensando en las violentas consecuencias de sus acciones descuidadas. Debía volver a su tarea, olvidar las maravillosas tardes de los viernes, no podía permitirse distracciones. Había sido imprudente.

—Deberíamos entrar, es tarde.

Y, sin otra palabra, se puso de pie y se fue, sin mirar atrás ni una sola vez.