"Adrian Haggard, antiguo militar y mercenario, además de gran amigo de la familia Stone, es contratado para cuidar a Morrigan Stone, quién además de sensual, es algo alocada y a veces un poco irresponsable. Adrian no es la excepción y sucumbe ante l...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Morrigan giró sobre el colchón, envolviendo su cuerpo desnudo en las blancas sábanas. La chica se estremeció, acurrucándose en la cama y abrazando una suave almohada de plumas; sin embargo, la suavidad de esa almohada fue lo que la despertó. ¡No era el cuerpo de Adrian! El cuerpo de ese hombre era firme y macizo. Ella se incorporó, adormilada y un poco decepcionada de que no fuese Adrian y lo buscó por la habitación. Nadie estaba ahí, sólo un par de hojas secas y azules de los árboles que se colaban en la habitación debido al fuerte viento de esa mañana.
La joven Stone se levantó de la cama y entró en el cuarto de baño para asearse rápidamente. Miró la hora en el reloj; el tiempo justo para tomar el desayuno, así que salió de la habitación y buscó a Adrian en el comedor. Para decepción de la chica, el hombre no se encontraba ahí. Morrigan se sentó frente AB, quién le ofreció un poco de avena y dátiles como desayuno.
-¿Sabes en dónde está Adrian? - Preguntó la chica con curiosidad mientras llevaba a su boca una opulenta cucharada de avena.
-El señor Haggard se encuentra afuera, ejercitándose - Respondió el androide - ¿Quiere que lo llame? - Preguntó con cortesía.
-¡Te agradezco! - Exclamó Morrigan - Pero saldré a buscarlo después del desayuno - Sonrió - Creo que me debe unas lecciones de autodefensa y es justo que las tome de una buena vez, ¿no lo crees?
AB sintió, la señorita Stone tenía mucha razón, luego ya no dijo más y se concentró en unos asuntos, mientras Morrigan terminaba de desayunar; una vez que terminó, recogió su tazón y salió de la casa para buscar a Adrian en el campo. Morrigan anduvo lentamente por el lugar. Le gustaba observar los campos azules y el cielo gris, iluminado por el sol; la chica continuó andando y sonriendo cada vez que un animalillo silvestre se cruzaba en su camino.
Morrigan se detuvo al ver a Adrian cerca de un enorme y frondoso árbol. El hombre se ejercitaba, golpeando rítmicamente el tronco de ese árbol. Los ojos de la chica se ampliaron enormemente al observarlo. Haggard no llevaba camisa, su espalda ancha y musculosa brillaba bajo la luz diurna y su brillo se intensificaba debido al sudor que corría por su piel.
Morrigan continuó observándolo, analizando el movimiento de su cuerpo. Lanzó un hondo suspiro al recordar la noche anterior, de cómo sus manos lo acariciaron mientras él dormía profundamente y cómo sus labios recorrieron su pecho y abdomen. Un pequeño gemido brotó por sus labios entreabiertos. Por supuesto que también recordó las caricias de Adrian, su besos ardientes y de su boca jugando con su sexo húmedo y caliente. El recordar todo aquello logró que Morrigan volviera a excitarse, sus pechos se irguieron y sus pezones se le pusieron duros.
Adrián giró el rostro al sentir el peso de una mirada sobre él, se trataba de Morrigan, quien lo observaba cómo si él fuese una de las maravillas del Universo. Haggard detuvo sus movimientos y cogió su camiseta para limpiar el sudor de su frente. Morrigan se encontraba de pie cerca de él, inmóvil, pero sin perderse ninguno de sus movimientos. Él también se dedicó a observarla y lanzó un hondo suspiro, ¿por qué carajos tenía que verse así? Tan hermosa, atrayente y exquisitamente sensual. Le sentaba muy bien es camiseta de licra negra que se ajustaba perfectamente su cuerpo dibujando la silueta de sus pequeños senos redondos, además de esos pantalones cortos y ceñidos a las caderas.