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Su camiseta blanca estaba empapada de aquel líquido rojo, las manchas también se le apoderaron en el rostro  y brazos de la joven. Asimismo su cuerpo temblaba sin parar al observar los dos cuerpos sin vida en el piso frente a sus pies. Uno de ellos tenía un brazo fuera de lugar. No supo como ni cuando sucedió, puesto que todo pasó en cámara rápida, para ella. Minho otra vez la había salvado de ser matada por otros participantes de la noche asesina. 

Una joven no más de veinte años, vestida con un traje de ballet y un tutú bastante esponjoso. Que lo que más le llamó la atención fue que este traje estaba lleno de sangre; sangre de personas que ella había asesinado. El arma el cual usó, era un bate con púas bastantes grandes; éste también estaba rojo por lo mismo, y ahora estaba mucho más, por la misma sangre de la dueña.

El otro era un joven mucho más alto que los «tres» que estaban en contra de la purificación. Éste, estaba vestido de negro con algunas luces neón en su traje, su arma era una ametralladora. Minho no fue el que le quitó el brazo a la muchacha, sino fue el otro muerto.

Resulta que, cuando ellos cuatro llegaron a tal lugar, ambos asesinos estaban peleando; ella con su bate y él con su arma, que acompañaba con golpes y patadas. Changbin hizo señas a los demás de que salieran de ahí lo más rápido posible, pero era tarde, puesto que la bailarina los miró y por ella, el otro también. La joven sonrió de oreja a oreja de forma maniática, acercándose a ellos y dejando atrás el otro con el que peleaba.

Todos cuatro estaban paralizados, por primera vez en la noche Minho no se movió ni Changbin tampoco. El primero tenía clavada la mirada en la joven que apretaba más su agarre al bate con púas. Y cuando estaban a unos cuantos pasos, el otro muchacho corrió hacia ella quitándole el bate y golpeando su brazo con tanto odio y fuerza que lo desprendió. Increíble. Minho reaccionó al instante y disparó a ambos cuerpo ajenos, un disparo directo y preciso que no le quedaron tiempo de dar sus ultimas palabras. 

La sangre del momento en que el hombre vestido de negro con neón, quitó el brazo de la que estaba disfrazada con un tutú, le cayó directamente a Saen. La mencionada no paraba de repetirse una y otra vez que quería volver a casa, y otra pesadilla más que no la dejará en paz por el resto de su vida. 

El olor metálico de la sangre ya la tenía mareada y le daba muchas ganas de vomitar, pero no podía, no podía hacerlo porque no le salía. Cayó por milésima vez al suelo, llorando. Jake, su amigo, la agarró de los hombros y la ayudó a levantarla, para luego atraerla hacia él y abrazarla. 

 — Eso estuvo cerca— comentó Changbin aún en estado de shock. Minho asintió. 

El más bajo agarró la nueva arma, la ametralladora y se la puso. Revisó si estaba recargada y por suerte, lo estaba. «nos servirá de algo» pensó.

Los dos hombres comenzaron a caminar, dejando atrás a la pareja de amigos. Jake cargó a Saen en su espalda, puesto que la menor no tenía fuerzas ni para dar un paso; gracias al cielo que ella no pesa tanto. 

Los pasos se iban disminuyendo cada vez que se acercaban a aquella casa. Se escuchaban risas macabras y gritos desesperantes y de terror. La única mujer se tapó sus oidos, negando rotundamente con su cabeza. Se estaba volviendo loca, y eso, es un problema. 

—tendrá que ir al psiquiatra a partir de mañana— dijo Minho en un susurro a dirección de su compañero. Changbin asintió preocupado. — Vamos por aquí— con su cabeza señaló el callejón oscuro. Y, gracias a éste salieron a otro camino fuera del grupo de psicópatas que se reían a carcajadas. 

La ciudad estaba peor que un desierto, ni siquiera un alma se veía por las calles, y eso, le daba temor a todos cuatro, puesto que no falta alguien que esté escondido, esperando a su presa para atacar. 

Y como si lo hubiesen invocado, de la nada salieron un grupo enmascarados, con mascaras horroríficas y espeluznantes. Con un diversidad de armas en sus manos. —mierda— maldijo el pelicastaño. Pasó su mano con cautela detrás de su espalda, en donde se encontraba su arma. Jake dejó en el suelo a Saen, ignorando sus rotundas negaciones y súplicas para que no lo hiciera, también hizo el mismo gesto de Lee Know; apretó el arma que Changbin le había dado dos horas atrás. Y el último mencionado, apretó la ametralladora que estaba en sus brazos.— ¡Ahora!— gritó, sacando su arma ya lista y comenzando a disparar con buena puntería en alguna parte del cuerpo que él quisiera. 

Caminaba de espaldas sin dejar de disparar junto a los otros dos; Saen, ella, iba detrás de Jake, caminando de espaldas otra vez. Pero no falta el momento en que cae.— Maldita sea Saen, levanta tu culo del piso joder, nos están atacando— Gritó Jake en un momento de ira y fastidio. La menor quiso hacerlo pero no pudo, puesto que los del otro grupo logró dispararle en su pierna. 

—Changbin. — Lee Know le hizo señas para que, uno, cambiaran sus armas y dos, para que ayudara a Saen. Así lo hizo.

Levantó a la pelirapunzel y la puso en su espalda, en ese proceso, Changbin recibió dos disparos en su brazo izquierdo. Comenzaron a correr ya cuando el grupo contrario había disminuido. Llegaron a una droguería, que donde lograron entrar gracias a una pequeña ventana que no estaba bien cerrada. 

Lee Know ayudó a sacarle las balas que tenía su amigo en su brazo; donde éste le tocó que aguantar el dolor; no había alguna anestesia para ello, logrando que el más bajo y robusto casi se haga pis encima por el dolor. Le puso una venda después de haberlo curado.

Mientras tanto Jake se estaba disculpando con su amiga por haberla insultado y gritado hace unos minutos atrás. Ella no lo escuchaba, sino que lloraba al ver la herida en su pierna, que había parado de sangrar gracias al trapo que le pusieron para ello. Ahora aquella extremidad estaba estaba llena de su propia sangre. 

Woahh

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Woahh.
Interesante ¿Eh?

Sin más qué decir, me voy. Jeje

Leen

12 hours :: Lee MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora