Epílogo

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Siento en mi cuerpo el viento otoñal.
No es tan frío como el invernal,
pero lo suficiente para hacerme tiritar.

Yo pensaba encontrar la libertad,
pero esta se acabó al pensar
que nada iba a encontrar más allá.

Mis seres queridos, todos fallecidos
mi hogar, probablemente destruido
mis sueños, desvanecidos

¿Esta era mi ansiada libertad?
No hice más que salir de un infierno para entrar a otro.

Ahora estoy rodeado
atrapado por los soldados
No pienso ser regresado.

Fue bueno mientras duró.

Mis pies cuelgan del borde
emocionado, voy a ir donde
mi hermano se esconde.

(Qué poeta resulté siendo. Hubiera sido bueno si...
En fin, no pasará).

Soy dueño de mi destino
no les dejaré hacer lo que quieran conmigo

Ahora estoy volando.

Finalmente soy libre.

El silencio ahoga el sonido
Ya nada importa ahora
porque yo ya me habré ido
cuando deje de volar

El aire se siente más fresco y puro
pues para mí ya no hay ningún futuro,
pero yo aquí fui el ganador.

La vista en medio de la caída da una calma sin igual
toda esa pena, agonía y sufrimiento ya los dejé atrás
No más hambre, dolor ni soledad
Finalmente estaré con ellos.

Cuando menos lo pensé, ya me había ido.

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Claus despertó recostado en el suelo; se sorprendió al aún estar consciente de sí mismo. La bolsa con las pertenencias de sus seres queridos yacía al lado suyo y la bandana aún seguía en su rostro.

Se echó un vistazo y notó que, en lugar de sus harapos, llevaba una camiseta y pantalones holgados de un color blanco impecable. Andaba descalzo.

No sentía frío, lo cual le resultó extraño. Puso a prueba su cuerpo y notó que tampoco sentía dolor sin importar cuánto se lastimara.

En aquel lugar ya no sentía la incertidumbre de antes. Se sentía a salvo.

Ya no estaba en la Tierra.

Escuchó a alguien acercarse rápidamente hacia él.

—¡Hermanito! ¡Por fin te encuentro!

Atónito por ver a su hermano nuevamente, Claus lo abrazó con todas sus fuerzas. Podía sentir su calor. Se encontraba igual de radiante que en su visión antes de caer al abismo. Utilizaba las mismas prendas de su hermano.

Lucas lo abrazó de vuelta.

—Lucas, ¿cómo estás? Me alegra verte en tan buen estado.

—No podría estar mejor—respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Tú también te ves fantástico!

Ambos se veían bastante saludables. Como si todo aquel martirio nunca hubiese sucedido.

Lucas lo tomó de la mano y se lo llevó corriendo.

—Hay otras personas que también quieren verte.

Lo llevó hacia donde se encontraban Ness y Ninten. Ambos corrieron a abrazarlos.

—¡Por fin! ¡Ya estamos completos!—exclamó Ness.

—¿Los banda roja acabaron contigo?—preguntó Ninten.

—No, no lo permití. Yo acabé conmigo antes de darles la oportunidad.

Lucas, Ness y Ninten lo miraron asombrados.

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