VIII

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Ambos hermanos mayores iniciaron su plan de investigación. Debido a que la mitad del grupo se encontraba dormido, la tarde estaba lo suficientemente tranquila como para que pudieran concentrarse al máximo en todos los detalles sin ninguna distracción. Dudaron un momento antes de continuar. Sabían que ya habían encontrado la tranquilidad en su ritmo actual de vida. Debían admitir que la vida dentro del internado no era tan mala. Se preguntaron si no saber sería mejor que saber, porque eran conscientes de que, en cuanto descubrieran la verdad, si esta fuera mala, la tranquilidad los abandonaría por siempre. Claus y Ninten libraron una batalla interior durante un rato, quedándose inmóviles en medio del patio mirando hacia la nada con las personas circulando a sus alrededores. 

Finalmente, decidieron no comportarse como unos cobardes. Si iban a obtener la verdad a cambio de una vida apaciguada carente de necesidades, ellos estaban dispuestos a pagar dicho precio.

Empezaron paseando por los patios. Uno miraba hacia la izquierda y otro hacia la derecha. Pensaron en separarse en algún momento, pero pensaron en lo arriesgado que sería ya que si a alguno le pasara algo, el otro no tendría la manera de encontrarlo y ayudarle. Debido a que eran prácticamente intocables, no tuvieron mucho temor al transitar por varias zonas del edificio. Sin embargo, aún se mantenían alerta. Caminaron por bastante tiempo por los patios sin obtener ninguna información. Cuando estuvieron a punto de buscar en otro lugar vieron algo que les llamó la atención: era un hombre delgado de cabello corto, casi a ras de su cráneo. Su cabello era rubio, por lo que le daba una falsa impresión de calvicie. Usaba unas prendas comunes, algo desgastadas, y caminaba con la mirada hacia abajo. Se encontraba a una distancia grande de ellos pero, a pesar de ello, los ojos de los niños se quedaron fijos en él.  

—Ese tipo—le susurró Claus al pelinegro—. No recuerdo haberlo visto antes. Ni siquiera tiene el uniforme de los banda roja.

—Lo mismo pensé cuando lo vi por primera vez hace tres días. Siempre lo he visto solo. 

—¿Ya lo habías visto? ¿Y no dijiste nada?—lo regañó el mayor de los T. mirándolo a los ojos. Seguidamente, tomó aire para calmarse y poder continuar con la conversación—Bueno, tenemos un asunto aquí. Es un rostro nuevo, y si dices que siempre lo has visto solo es porque trama algo. Quién sabe, puede que hasta esté aquí de forma ilegal.

—Puede que incluso sea...

—El asesino de Peter R.—completó Claus, quien había abierto sus ojos considerablemente al pensar en esa posibilidad.

—Solo hay una forma de saberlo. Debemos seguirlo sin que nos vea.

—Exactamente. ¡Vamos!

Los dos niños fueron a espiar al hombre cautelosamente. Se ubicaban cerca, pero al mismo tiempo a una distancia prudente de él para evitar ser descubiertos. El único momento donde los chicos se separaban era al momento de buscar escondite en caso de que el sujeto se volteara, pues en eso momentos no tenían tiempo para coordinar un lugar en el cual ocultarse de su vista. Una vez que el hombre miraba nuevamente al frente, ambos volvían a juntarse. 

El sujeto estuvo bastante rato caminando sin rumbo, lo que empezaba a fatigar a los chicos, haciéndoles pensar que perdían el tiempo con él. Sin embargo, en un momento el hombre entró a una de las salas pertenecientes a los militares. Los chicos se alejaron de la puerta debido a que desde ahí serían muy visibles y rodearon el edificio rápidamente para llegar a la ventana de la sala. Aquel era el lugar perfecto, pues el hombre estaba dándole la espalda y, en caso que se volteara, un muro los ocultaría. Fue entonces cuando se dividieron el trabajo: Ninten vigilaría los alrededores mientras que Claus observaba al sujeto y analizaba y comunicaba a Ninten cada una de sus acciones. 

GemelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora