.ೃ 𝗮𝗱𝗮𝗽𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 ༘
Yang Jeongin es un chico muy apuesto que cursa el segundo año de preparatoria, siendo sumamente requerido tanto por chicas como chicos, bendecido con una sonrisa encantadora, promedios excelentes y una familia perfecta. Pe...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Jeongin suspiró con pesadez. De no ser porque se trataba de algo relacionado con el instituto, estaba cien por ciento seguro de que no estaría en frente de la casa de Seungmin ahora mismo. Sin más abrió las rejillas que rodeaban la mansión, mismo momento en el que tuvo el presentimiento de que alguien le observaba.
—¡Bienvenido, mi príncipe! —exclamó Kim, acompañado de un coqueto silbido al ver como se encontraba vestido Jeongin: un pantalón apretado y una camisa rosa.
—¿Desde cuándo has estado ahí? —dijo, viendo como Seungmin acababa de abrir las rejillas y caminaba tranquilamente hacia la mansión.
—He estado esperándote afuera durante más de una hora y, siendo sincero, has tardado muchísimo.
—Ok, lo que tú digas. —Trató de ignorar al contrario—. ¿Empezamos?
Seungmin le sonrió a Jeongin y le hizo una seña para que entrara a la mansión y caminara escaleras arriba. Sinceramente, Yang no estaba sorprendido por la gran ostentosidad de la casa de Kim. Después de todo, su casa era aún más grande.
—Creí que podría impresionarte, pero ya veo que he fallado —expresó Seungmin mientras se sentaba en su cama.
Jeongin observó con detenimiento cada lugar de la habitación de su acosador. La verdad, el dormitorio era bastante normal: paredes con matices de gris y negro, uno que otro retrato familiar; no obstante, cada pequeño elemento de decoración le hacía sentir en su piel la sensación de nostalgia y melancolía. Seungmin notó la mirada atenta de Jeongin, así que procuró decir algo.
—¿Esperabas ver algo más? —preguntó Seungmin, expectante a cualquier acción que hiciera Jeongin.
—A decir verdad, sí. Creí... —Su tono apagado despertó aún más la curiosidad del peli castaño—. No sé, creí que serías alguien más extravagante, pues cuando me acosas suenas...
—¿Diferente?
—Sí... —Suspiró—. Mejor comencemos ya.
Después de que Jeongin insistiera como por media hora, dieron inicio a su trabajo de biología. Yang notó que durante todo el tiempo que estuvo ahí nadie de parte de la familia de Seungmin había aparecido. Tal vez Kim era el único que vivía en aquella casa. La única persona que apareció por unos segundos fue la señorita que se encargaba de hacer la limpieza.
Jeongin mordió su labio. Quería hacerle algunas preguntas a su compañero.
—Seungmin —llamó. Sonó nervioso.
—¿Sí? —replicó con la vista posada en la computadora.
Jeongin arrugó un poco las sábanas de la cama. Tratando de escapar de su inmensa curiosidad, miró los libros de Biología que se encontraban a su lado. No podría. No podría estar tranquilo hasta que su ansía fuera saciada.
—¿Dónde está tu familia? —preguntó Yang, luego de unos segundos.
Seungmin dejó de hacer lo que fuese que estuviera haciendo en la computadora. Posó sus ojos sobre Jeongin. Con mucho cuidado le inspeccionó. Yang nunca había mostrado interés hacia él, por lo que le resultaba algo realmente asombroso que le preguntara acerca de su vida privada.
—En realidad... vivo solo —respondió Kim. Se levantó de la silla en la que estaba sentado.
—¿Solo?
Seungmin asintió.
—No tengo una buena relación con mis padres, por lo que en casa el ambiente siempre es muy pesado y turbio. Los tres estábamos cansados de eso, así que ellos decidieron comprar esta casa solo para mí. También pagan mi instituto y me dan una buena mesada. Y, aunque hubiese querido negarme, sabía que aquella era la mejor solución para que no volviéramos a sentirnos incómodos estando en nuestro propio hogar.
Jeongin agarró las manos de Seungmin. Intentaba darle ánimos. Asimismo, le dedicó su sonrisa, la cual logró disipar un poco la tristeza que mostraba el rostro de su compañero de equipo. Él nunca pensó que el chico que constantemente le perseguía pudiese llegar a tener una realidad tan fúnebre. A su parecer, el rechazo de la propia familia era lo peor que podría sucederle a una persona, sobre todo, a los adolescentes como ellos, quienes todavía necesitaban la ayuda de alguien para extender las alas.
—Seungmin, ¿por qué tus padres y tú no están en buenos términos?
—Buena pregunta. —Sonrió, mas se sintió forzado—. Pero no necesitas saberlo.
Jeongin se quedó con la curiosidad albergando su alma y, pese a eso, sería considerado y respetaría lo dicho por Seungmin; aunque ello no quitaba que en verdad quería saber la razón.
Seungmin, aunque triste, se sintió feliz. Jamás imaginó que Jeongin podría llegar a interesarse en él. Tal fue su ventura que, sin meditarlo mucho, agarró a Yang por los hombros hasta arrojarlo sobre la cama y posicionarse encima de él. Sus ojos se encontraron por un momento, segundos en los que ambos corazones empezaron a acelerarse.
—¡¿Qué haces?! —increpó Jeongin con nerviosismo—. ¡Quítate! —Se movió. Trató de quitar a Seungmin de encima suyo, en lo cual fracasó rotundamente, pues cuando este unió sus bocas, consiguió que cada pequeño intento de liberarse quedara en el pasado.
Seungmin besaba con dulzura y pasión los labios de Jeongin. La delicadeza con la que acariciaba la piel ajena demostraba sus ansias de cuidar de aquel chico, de ser más que un compañero de clase, de ser alguien realmente especial.
Entretanto, Jeongin no podía creer lo que estaba haciendo. ¡¿Acaso se encontraba correspondiendo el beso de Seungmin?! No era cierto. No podía ser verdad lo que estaba sucediendo. Él jamás sería capaz de disfrutar un beso de su acosador; pero, aunque lo negara, sí lo estaba disfrutando, y fue por ello que enredó sus dedos en la cabeza contraria para aumentar la fuerza del beso. Los labios de Seungmin eran sumamente esponjosos y suaves, con un extraño sabor a chocomenta que no sabía explicar de dónde provenía.
—Minnie, ya limpié todo. Solamente venía a decirte que...
La chica abrió la puerta y seguidamente se detuvo en seco al contemplar a los dos chicos besándose. Su intención no era incomodar ni nada parecido, pero lo había logrado. Jeongin rápidamente recobró la fuerza y quitó a Seungmin de encima suyo, lo cual provocó que este, abruptamente, cayera al suelo.
—¡Lo sentimos muchísimo! —se disculpó Jeongin e hizo una reverencia.
—No... ¡¡No vi nada!! —exclamó la señorita y cerró la puerta de golpe.
—Por Dios, ¿qué acabamos de hacer? —se recriminó Jeongin.
—Besarnos. Y si quieres lo podemos volver a hacer.
—Que te den.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.