09.

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Izuku quedó estático en su lugar, sin imaginar que Todoroki lo encontraría. Alzó la mirada levemente y visualizó ese peculiar cabello bicolor sobre su hombro.

—Tú sabes algo, ¿no es así?

Todoroki lo miró perplejo. —¿De qué estás hablando? No te entiendo.

—Sobre ese hombre de cabello azul y algo de mi pasado, ¿cierto? Dime todo lo que sepas. —Empujó con algo de fuerza el cuerpo de Todoroki y se levantó del suelo. —¡¿Por eso me buscaste, qué quieres de mí?!

—Solo sé lo que me has contado sobre ti. ¿Estás bien? —Todoroki intentó acercarse a Midoriya, pero este retrocedió rápidamente.

Los ojos de Midoriya comenzaron a llenarse de lágrimas, y poco a poco sintió cómo el aire comenzaba a faltarle en los pulmones. Todoroki se dio cuenta de esto y volvió a alejarse.

—No te acerques a mí, Todoroki. Aléjate.

—Midoriya... No sé qué te sucede, solo quiero ayudarte. —Extendió su mano. —Por favor.

El peliverde se abrazó a sí mismo en el suelo, sin poder soportar más el dolor en su pecho, mientras las lágrimas caían por sus pecosas mejillas. Sintió nuevamente los brazos de Shoto a su alrededor, y esta vez permitió que lo abrazara; necesitaba un abrazo en ese momento. Miró a Shoto y vio la sinceridad en sus ojos. Era inútil resistirse cuando Todoroki no tenía idea de lo que pasaba por su mente. Trató de mantener la calma; un ataque de ansiedad en ese momento no sería nada agradable, y no quería que Shoto tuviera que lidiar con ello.

—Quiero irme de aquí, Todoroki-kun.

—Como tú digas. —Sonrió.

Cargó a Midoriya en la espalda y salieron por la parte trasera del edificio, dirigiéndose al auto. Colocó con cuidado a un pensativo Midoriya en su asiento y le abrochó el cinturón de seguridad antes de subirse él mismo al auto.

El camino hacia la casa de Midoriya fue incómodo para ambos, como si la pequeña comodidad entre ellos hubiera desaparecido.

Todoroki veía de reojo a Midoriya cada cierto tiempo. Él miraba por la ventana, con lágrimas secas en sus lindas y pecosas mejillas, lo cual partió el corazón de Todoroki, quien se sentía frustrado por no poder hacer nada por su amigo.

—Ya llegamos a tu casa, Midoriya. —Llamó la atención de su acompañante, quien seguía perdido en sus pensamientos.

—Oh. —Miró al bicolor. —Gracias por traerme, Todoroki-kun.

Antes de bajar del auto, Todoroki lo detuvo.

—¿Sucede algo? —Sonrió débilmente.

—Sabes que puedes confiar en mí, ¿no es así? —Midoriya asintió. —Bien, puedes contarme todo lo que te suceda o te preocupe, hasta el más mínimo detalle que pase por tu cabeza. —Revolvió su cabello verde. —Puedes contarme, y aunque soy primerizo en este tipo de cosas, realmente quiero ayudarte y que confíes plenamente en mí. —Sonrió y acarició la mejilla del peliverde. —¿Puedes prometerlo?

Midoriya sintió sus mejillas sonrojarse y agarró la mano de Todoroki que reposaba sobre su mejilla. Sonrió dulcemente; su corazón se sentía cálido en ese momento. —Lo prometo.

Se miraron por última vez antes de que Midoriya bajara del auto y se dirigiera a su hogar. Una vez la puerta se cerró, el peliverde se deslizó por ella y se volvió a abrazar a sí mismo, permitiéndose llorar libremente en la comodidad de su hogar.

—Izu, ¿eres tú? Regresaste muy temprano.

Aunque su vista estaba nublada por las lágrimas, logró ver a Toshinori.

—Joven, ¿qué te sucedió? ¿Estás bien?

Se levantó rápidamente del suelo y se dirigió a los brazos del rubio para derramar más lágrimas.

—Creo que... —Se separó de Toshinori y lo miró seriamente. —Encontré al asesino de mi madre.

Todoroki decidió darle su espacio a Midoriya

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Todoroki decidió darle su espacio a Midoriya. No tenía idea de lo que había sucedido en aquella fiesta ni del porqué del repentino comportamiento de su querido amigo. Lo único que sabía era que quería ayudarlo, si Midoriya estaba dispuesto a aceptarlo, aunque no sabía cómo, dado que desconocía el problema al que se enfrentaba.

Le contó a su hermana lo sucedido y ella lo entendió. Todoroki cuidaría de ella hasta que Midoriya estuviera disponible y esperaba que mejorara. Ver a ese pequeño y verdoso rayo de sol apagado no era algo que le agradara, y aunque eso implicara faltar a varias reuniones, de alguna manera debía apoyar a ambos.

Como supuso, su pecoso amigo no dio señales de vida al día siguiente, ni en los días posteriores. Quería darle su espacio, pero la angustia lo estaba consumiendo por dentro. Tenía que buscar a Midoriya.

O tal vez no, y esperar a que él lo llamara. Estaba en un gran dilema. Una pequeña voz en su cabeza, que constantemente dominaba sus pensamientos —su hermana mayor, Fuyumi— insistía en ir a buscarlo a su facultad.

Al final tomó una decisión y esperaba que fuera la correcta.

A tu lado || TodoDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora