12.

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Todoroki Shoto.

Después de salir de la casa de mi hermana, me subí a mi auto, pero antes de arrancar, golpeé mi cabeza contra el volante. Sentía mi rostro ardiendo, y al mirarme en el retrovisor, vi mis mejillas teñidas de un tenue color rosado.

¿En qué estaba pensando al darle un beso a Midoriya en la frente? Debió haberse sentido muy incómodo con eso.

Tal vez deba dejar de hacer estas cosas. Por más que desee llenar su linda cara de besos, no quiero que termine odiándome por mis actos impulsivos.

Llegué al despacho de mi padre, quien estaba mirando por la gran ventana.

—Te estaba esperando.—Dijo, serio.

Siento que todo esto lo saca de las novelas de mafiosos y empresarios. En fin.

Me senté en uno de los sillones frente a su escritorio y dirigí mi mirada hacia él.

—¿De qué quieres hablar, viejo? ¿Ya te vas a jubilar?

Vi en el reflejo del vidrio cómo frunció el ceño y se frotó el puente de la nariz con sus manos.

—Esto es en serio, Shoto.—Se volteó y me miró fijamente.—Te ordeno que te alejes de ese chico.

—No sé de quién hablas, viejo.

—Aléjate de Midoriya Izuku, y hablo en serio.

—¡No lo haré! —Levanté la voz.—Ya no cederé ante ti. No permitiré que sigas controlando mi vida.

—No estoy preguntando, Shoto. ¡Lo harás porque lo digo!

—No lo haré.—Me levanté de mi asiento, dispuesto a irme, pero él volvió a hablarme.

—Será mejor que lo hagas, o yo mismo me encargaré de él.

—No te atrevas a tocarlo.—Me acerqué hasta él y lo sujeté del cuello.

—¿Qué me harás, eh? Yo soy el que tiene el poder aquí.—Se deshizo de mi agarre.—Así que mejor aléjate de él si no quieres que le suceda algo.—Sonrió burlesco.

Tuve tantas ganas de borrarle esa sonrisa de un golpe, pero me contuve, clavando mis uñas en la palma de mi mano. No tuve el valor de hacerlo porque, si es cierto lo que dice, no quiero que le suceda nada a Izuku.

¡¿Por qué tiene que arrebatarme todo lo bueno que aparece en mi vida?!

Antes de subirme al auto, mi teléfono comenzó a sonar. Al mirar la pantalla, vi que era Bakugo. No recuerdo haberlo agregado. Espera un segundo, ¿agarró mi teléfono y se agregó él mismo? No volveré a dejar mi teléfono solo nunca más.

Volviendo al tema principal, contesté la llamada.

—Al fin contestas, bastardo. Ven rápido al hospital. Te envié la dirección.

—¡Serás tío! —se escuchó a lo lejos.

No puede ser, el parto de Fuyumi se adelantó dos semanas. Me aseguré de que Keigo estuviera enterado de esto y, sin más, arranqué el auto para dirigirme al hospital donde habían llevado a mi hermana.

 Me aseguré de que Keigo estuviera enterado de esto y, sin más, arranqué el auto para dirigirme al hospital donde habían llevado a mi hermana

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—¿Te quieres calmar, cabello de mostaza? Me estresas.—Bufó Bakugo.

Me contuve de reír por el apodo que Bakugo le había inventado, ya que estábamos en un momento serio.

Keigo caminaba de un lado a otro en la sala de estar, con una mano en la barbilla y, en ocasiones, agitaba las manos o las colocaba sobre su cabeza. Había llegado casi al mismo tiempo que yo, y desde que lo vi pude sentir su nerviosismo por la llegada de su primer hijo.

Aún no sabíamos el sexo del bebé; Fuyumi nos lo había ocultado y los únicos que lo sabían eran ella y Midoriya. Aunque Keigo y yo intentamos sobornarlo con dulces, nunca cedió. Tiene mucha fuerza de voluntad cuando se lo propone. Y debo admitir que al final le terminé comprando algunos dulces; no pude resistirme al puchero que hizo con su boca. Se ve adorable cuando infla sus mejillas.

Todos en la sala estábamos nerviosos, excepto Bakugo, que jugaba con su teléfono en los asientos del fondo. Parece ser que solo está aquí por Midoriya.

El peliverde entrelazó nuestras manos y apoyó su cabeza en mi hombro. Hice lo mismo, apoyando mi cabeza sobre la suya y cerré los ojos para intentar dormir algo, ya llevábamos varias horas aquí y todos estos problemas me hacían sentir agobiado.

Por más que intenté, no logré conciliar el sueño. Miré de reojo a Midoriya, quien tenía un semblante tranquilo y relajado. Parece que alguien pudo dormir.

Subí nuestras manos entrelazadas hasta mis labios y besé su mano. Estas últimas semanas han sido agotadoras y duras para él; solo podía dormir de manera tranquila cuando yo estaba con él. Así que opté por quedarme en su casa por un tiempo indefinido. Incluso Bakugo y yo lo obligábamos a comer. Melissa y su padrino se encargaban de sus medicamentos, mientras que Iida y Ochako lo ayudaban con la escuela.

Desearía poder ayudarlo más, pero si sigo a su lado, solo le traeré más desgracia, como lo hice en el pasado. Aunque en general yo no hice nada, no puedo evitar sentir culpa por lo que le sucedió, ya que mi padre fue quien ocasionó toda esa tragedia. Una razón que aún no he podido averiguar del todo bien o más bien, no pude terminar de leer.

—¿No puedes dormir, Shou-chan? —Dijo un adormilado Midoriya.

—Me siento abrumado por todo esto —hice más firme el agarre de nuestras manos.—Sigue durmiendo, Izu.

—Iré por café, hay una tienda cerca .—Se sentó y se acomodó sin soltar nuestras manos.—Les traeré unos. —Sonrió.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, tú intenta dormir. Yo tengo que estirar las piernas un rato.—Se levantó de su asiento y se estiró.—No tardaré.

Asentí con desconfianza, observando cómo su cabellera verde y rizada se alejaba.

Me acomodé más en mi asiento y cerré los ojos.

[...]

Un ligero chillido de fondo me despertó de mi sueño. Keigo daba pequeños saltos de felicidad por la llegada de su hija. Casi de inmediato fue a la habitación de Fuyumi para verla.

Al parecer su grito también despertó a Bakugo. Nuestras miradas se encontraron, él parecía molesto por haber sido levantado de esa manera. Miré a mi alrededor y no había rastro de Midoriya.

—¿Dónde está el inútil de Deku? No ha regresado desde hace un tiempo .—Dijo Bakugo con un tono preocupado.

Me levanté rápidamente de mi asiento y salí del hospital junto con Bakugo para investigar su paradero. Midoriya suele ser distraído, pero no hasta el punto de desaparecer por horas. Intentamos llamarlo, pero no contestaba. Me estoy comenzando a preocupar.

Fuimos a la tienda a la que debió haber ido y al preguntar, el señor que atendía nos dijo que hacía dos horas había salido del estacionamiento.

Bakugo y yo nos miramos a los ojos con evidente preocupación. El dolor en mi pecho comenzó a crecer y las ganas de llorar aparecieron.

Esto me da mala espina.

A tu lado || TodoDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora